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Los menores intentan la fuga en los camiones de basura

Cada día se exponen a la suerte. La de conseguir ocultarse en uno de los camiones que, repletos de basura, embarcan en el puerto con destino a la planta de destrucción de residuos ubicada en Los Barrios.

O hacerlo directamente colándose en alguno de los ferrys que cubren la travesía del Estrecho. A otros menores les ha salido bien la jugada, y eso es lo que les hace pensar que ellos también lo conseguirán. Desde que el centro ‘La Esperanza’ del Hacho echara el cierre y los MENA fueran trasladados al albergue de Hadú, hay grupos que han convertido la huida a la península en un auténtico reto. “Queremos ir fuera”, comenta un adolescente a las puertas de una chabola que, desde hace unas semanas, se ha convertido en su nueva casa. Junto a él, media docena de marroquíes que no alcanza los 16 años y un par de adultos, también magrebíes, esperan pacientemente su momento.
Un par de colchones, varias zapatillas, unos plásticos que sirven de techado sostenidos por unos maderos, un taburete, alguna mochila y una pila de basura conforman lo que se ha convertido en su habitáculo. Allí reciben a El Faro. Aceptan hablar con periodistas, pero no con policías ni con dirigentes del centro de menores. Quieren conseguir lo que han logrado otros compatriotas: llegar al otro lado. Entre 15 y 20 compañeros lo han conseguido ya, aseguran, bien colándose en los camiones que a diario embarcan cargados de residuos o bien desde el mismo puerto, esperando un despiste para, desde las escolleras, llegar al barco de turno que les llevará hacia la península trepando por sus cuerdas u ocultándose en vehículos.
En la península, al otro lado, dicen tener familia. Uno, a dos hermanos en Murcia con los que quiere reunirse; otro, vecino de Castillejos, dice tener familiares en Bélgica... y así, cada uno de los menores que vive oculto en el monte, bajo el cobijo de una improvisada chabola, tiene una excusa que le lleva a escapar. Junto a los MENA hay algún magrebí adulto que pretende el mismo objetivo y que ya ha sido expulsado en otras ocasiones. Argelinos y marroquíes que merodean por el Hacho en busca de alimento e intentan el pase a la península una y otra vez. Algunos se esconden en la parte más alta de San Amaro, y otros en el mismo Monte Hacho, teniendo siempre como zona de visión la planta de transferencia de residuos. A ellos se suman los ya tradicionales que han convertido las escolleras en su cuarto.
El efecto llamada es real. Hace un año eran los subsaharianos los que cercaban la planta de transferencia en busca de esa fuga. Alguno se dejó la vida entre basuras y otros casi murieron en el intento. Ahora el relevo lo han tomado los magrebíes y los menores. La presencia de éstos es la que más alarma causa porque además de exponerse a un riesgo por el tipo de pase, se pueden ver expuestos a adultos que no persigan buenos fines.
El pasado martes cuatro MENA consiguieron marchar a la península de esta forma. Meses atrás lo consiguió otro grupo, en él iba uno de los más pequeños acogidos en el centro que gestiona la Ciudad que había terminado por convertirse en una auténtica pesadilla para las fuerzas de seguridad, dada la cantidad de hurtos que llevaba a cabo. Ahora está en un centro de acogida para menores ubicado en el sur.
Los MENA que esperan ahora que su escapada sea un éxito han pasado, en algunos casos, por el albergue de Hadú. En esta chabola todos los que hay son marroquíes, salvo un adolescente argelino que, confiesa, no podía permanecer por más tiempo en el centro. El hecho de no ser marroquí jugaba en su contra y terminaba siendo la víctima de los robos y agresiones cometidas por otros menores por su ficha, pero adultos en realidad. Se hartó de permanecer en el albergue y ha optado por esconderse en el monte a la espera de poder cruzar.
Como él, sus compañeros mantienen, en esencia, la misma historia. Recogen comida que les da la gente y cuando no aguantan más y necesitan ducharse o ropa regresan a Hadú en busca de esa acogida temporal. No quieren estar allí, señalan a los más mayores del albergue como causa de esta negativa.
Sin tapujos todos confiesan un mismo hilo conductor que les ha llevado a no querer permanecer por más tiempo en el centro. Hablan de unos individuos, los de mayor edad, que manejan a los más pequeños para que roben y golpeen a otros MENA e incluso a los educadores del centro. Recuerdan la agresión perpetrada por un menor de tan sólo 11 años contra una educadora; hecho que fue duramente criticado por el sindicato UGT. Dicen que ese menor fue alentado por quienes manejan toda esta situación, unos internos que son los que instan a los más pequeños a que cometan este tipo de tropelías.
Esto no es nuevo. Ya sucedía en San Antonio, en donde menores acogidos sufrían auténticos acosos de otros, les quitaban la ropa o las escasas posesiones que tenían. Esos ‘líderes’ se agrupan en bandas: la de Castillejos, la de Tetuán... dependiendo de la zona de la que procedan. Sus acciones son cometidas dentro del centro y terminan acosando a otros menores ajenos a esta situación. Por eso, este grupo que ahora busca a la desesperada lograr su fuga, se marchó de Hadú. “A mí me quitaron todo, hasta un teléfono que tenía”, indica uno de los menores. Decidió marcharse del centro y ahora espera llegar a la península para buscar a sus hermanos en Murcia. El Área de Menores de la Ciudad, conocedora de esta situación, la puso en conocimiento del Ministerio Fiscal. Algunos de esos individuos ya no están en el centro, son mayores de edad, han sido expulsados y ya no van a regresar. Ellos eran los que provocaban los episodios cíclicos de robos y acosos que podían sucederse.
En el Hacho, junto a estos MENA hay adultos que tienen una orden de expulsión dictada por un juzgado de la península. Son personas que ya saben lo que hay al otro lado y que tras permanecer, en algunos casos varios años, han sido expulsados y se quedan ocultos en Ceuta, ciudad convertida en un limbo. Deambulan por el Hacho, por la zona del cementerio, por las escolleras que dan a la playa... hasta que lo consiguen. Si no es por esta vía, será por la del puerto.
Los menores que pretenden el mismo fin, sin tener en cuenta el peligro que pueden correr con este tipo de pase, llevan ya varios meses en la ciudad. Uno de ellos, natural de Castillejos, estuvo acogido en el centro Mediterráneo. Allí le recogió su madre y se lo volvió a llevar a Marruecos. Después, de vuelta a Ceuta, ingresó en San Antonio y pasó a Hadú. En Marruecos trabajaba desde muy pequeño en lo que fuera, obligado por las circunstancias que rodean a una familia humilde y con muchos hijos. Decidió entrar en la ciudad para conseguir otra vida, y sabiendo que otros marroquíes que entraron como menores disponen de su residencia. Saben también que en la península es más fácil conseguir esos papeles que en Ceuta, conocen que otros menores lo han logrado, y ellos quieren seguir ese camino.
Mientras tanto pasan los días y las noches, y la carretera del Hacho se convierte en el sendero que siguen por la mañana y por la noche en busca de alimento o de la salida exitosa. La realidad está ahí. La inmigración, en su cara más peligrosa para los MENA, tiene lugar en el Hacho.

En detalle

“Queremos ir a la península”

Los menores que viven desde hace unas semanas en esta chabola por la que ya han pasado otros MENA intentan ocultarse en alguno de los camiones para conseguir el embarque. Ya lo han intentado en otras ocasiones en el puerto, colándose en los barcos, burlando la acción y control de las fuerzas de seguridad. Han pasado por el centro de menores, tanto del Hacho como de Hadú, pero dicen que no quieren estar allí porque son presionados por otros.

El menor de 11 años que agredió a una educadora, en la península

En la actualidad no hay más de 90 menores en el albergue de Hadú. Una cifra que nunca es fija ya que varía según las temporadas. Cuando se producen ausencias del centro, acostumbra a indicarse que esos niños han vuelto a Marruecos. No es así, en muchos de los casos esos MENA están ya en la península. Se lo cuentan por teléfono a otros menores que siguen en Ceuta, narrándoles con pelos y señales cómo han conseguido ese pase. Así se fugó hace unos meses un grupo de siete MENA, algunos de los cuales fue detenido por la Policía al otro lado. Otros consiguen pasar sin que nunca sean detenidos. En uno de los barcos que cubre la travesía del Estrecho consiguió escapar, hace unos días, el niño de 11 años que hace poco era protagonista de una dura crítica por parte de UGT. Este niño, natural de Castillejos, se encuentra ya en Almería. “Se subió al barco trepando”, cuentan los menores en pleno Hacho. Este dato les ha sido confirmado por el propio niño, al que los sindicatos señalaron como el que había arrancado un mechón de pelo a una de las educadores del centro. Lo hizo porque los mayores se lo mandaron. Ahora está acogido en un centro de Almería, ya que no ha sido devuelto a Ceuta porque no estaba tutelado por la Ciudad. La amplia mayoría de menores que está en el albergue regresa, pero las fugas están también a la orden del día, son las que protagonizan aquellos que buscan escapar de alguna manera. No miran ni los riesgos a los que se enfrentan en ese pase ni los que pueden acecharle en el periodo que vagan por la ciudad.

Fotos: Paloma López Cortina

Los menores que viven desde hace unas semanas en esta chabola
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REDUAN BEN ZAKOUR Las puertas de ‘La Esperanza’ en San Antonio, ya cerradas, muestran en sus puertas el trasiego de los MENA.

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