Cada verano que paso en Ceuta me traigo un arsenal escogido de libros que me acompañan en las tardes de lectura en mi terraza. Este año quería releer “Una historia de la Guerra Civil que no va a gustar a nadie” de Juan Eslava Galán. La bibliografía sobre nuestro conflicto es abundantísima, de todos los colores y con mayor o menor calidad literaria, que he leído en gran parte por el interés que he tenido y tengo en el sangrante tema. Sin embargo, la obra que cito la destaco por el tratamiento que le ha procurado el autor. El mismo prólogo de Arturo Pérez Reverte, del cual procede el título de este artículo, plasma de modo exacto y acertado el contenido del texto.
Eslava hace un recorrido por los capítulos de la odisea, pero además los completa con un anecdotario documentado ilustrativo de los desmanes y barbaridades que poblaron aquel conflicto. Lo hace de forma totalmente imparcial y quizá por ello incluyó en el título el añadido: “que no le va a gustar a nadie”. En efecto, en la contemplación dolorosa de los sucesos ocurridos los simpatizantes de uno y otro bando no van a querer reconocer que ocurrieron y no les habrá gustado.
Sin embargo a quienes no vivieron aquella triste historia y no se dejan llevar por el maniqueísmo, si que van a agradecer que se les cuente la verdad.
Posiblemente fue inevitable la guerra. La República tal vez era una ocasión de enderezar el camino de nuestra patria, desnortada por la decadencia de nuestro imperio, plagada de guerras, sobresaltos y experiencias políticas inútiles, con un pueblo inculto, injusticias sociales y unas clases poderosas soberbias pero, a pesar de las esperanzas de muchos, no fructificó. La culpa sin duda estuvo repartida: a la sanjurjada del 32, siguió la revolución de octubre y finalmente el golpe militar del 36. La presencia de monárquicos, socialistas, falangistas, anarquistas, requetés, comunistas, separatistas y cada uno de ellos con sus facciones, era un coctel demasiado explosivo, en un recipiente muy acondicionado para la ignición.
El relato de la guerra y los sucesos que describe el libro es espeluznante. Sin duda que hubo actos de grandeza y humanidad pero fueron desbordados por la miseria moral, la envidia, el odio, el puro placer de torturar y matar, en muchos casos incluso a quienes los habían favorecido y posiblemente salvado de la muerte. La lectura de ciertos episodios dejan un regusto amargo sobre la condición humana y sobre los actos que puede llegar a cometer.
Cuando se leen estas páginas no puede haber simpatías por unos y por otros. Ambos bandos cometieron y consintieron conductas deleznables y es incluso imposible una equidistancia. Todo fue un horror y cualquier excusa o justificación no tiene sentido. Los dos gañanes goyescos, moliéndose a estacazos, despiertan de todo menos simpatía por ninguno de ellos.
Aquí sufrió mucha gente, durante el conflicto y en la represión finalista. Fuimos campo de pruebas y en nuestra tierra mataron y murieron no solo compatriotas sino foráneos: moros, soviéticos, italianos, alemanes y brigadistas internacionales.
Estos días se cumplen ochenta y un años del inicio del sangrante suceso y aún sigue revoloteando como si hubiera sido ayer. Muchos jóvenes no tienen conciencia que el final de la dictadura y una salida democrática no fue nada fácil.
Se tuvieron que hacer concesiones y renuncias, no faltaron momentos difíciles y finalmente se alumbró una transición que queramos o no ha proporcionado a nuestra patria el mayor periodo de paz y prosperidad- con sus pros y sus contras por supuesto- de nuestra historia.
No sería mala idea que en las escuelas de leyera el escalofriante libro de Juan Eslava para que los jóvenes supieran y se impresionaran, de una forma aséptica e imparcial, de lo que ocurre cuando nos convertimos, o nos convierten, en gañanes y solo sabemos emplear el lenguaje del garrotazo.
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