Dios mío, ¿Qué es España?” Se preguntaba un angustiado Ortega y Gasset allá por el 1914, años antes de alumbrar su magistral “España invertebrada”. Una lástima que el filósofo no haya vivido lo suficiente para conocer la solución a ese problema existencial y casi metafísico: España no es España, es una nación que no es nación pero que a pesar de no ser también tiene otras dentro, algo así como unos alíen, y también es plurinacional, muy plurinacional, con naciones a tutiplén aunque unas son históricas y otras no, no tienen historia, o sea que no existen más que en el presente pero tampoco del todo, solo a ratos, y también hay territorios raros así como de segunda, que no son nación pero si son parte de la nación española que cabe recordar, por otro lado, que en realidad no existe.
Pobre Ortega, toda la vida dándole al caletre y resulta que la respuesta era así de sencilla. Y se preguntaran ustedes ¿quiénes son las eminencias que han descubierto la esencia de España? Pues los de siempre, esa izquierda redentora que tiene solución para todo. Desde el ínclito Iglesias a la vieja gloria de Anguita pasando por el indefinido Sánchez auxiliado por el bachiller Montilla y algún que otro verso suelto como Cotarelo que anda ya por su tercer partido tras renegar de los anteriores (PSOE, Podemos y ahora Esquerra).
Iglesias lo tiene claro, España es una nación pero también lo son Galicia, País Vasco y Cataluña, el resto son sentimientos populares que no llegan a sentimientos nacionales, así que se quedan con las ganas (Andalucía, Valencia, Canarias…). Luego por debajo (esta gente es muy ordenada) están las “comunidades históricas” como Cantabria aunque como comunidad tenga una historia muy breve ya que durante siglos fue parte de Castilla. Con Navarra no sabe muy bien qué hacer y le parece algo así como un estado libre asociado. Murcia y La Rioja ni las nombra. Tampoco sabemos si Ceuta y Melilla son naciones, estados libres asociados, sentimientos u otras cosas del querer. Resulta curioso que en nuestro varias veces centenario escudo no aparezcan ninguna de estas naciones “de toda la vida”, si no recuerdo mal están representadas Castilla, Aragón, León, Navarra y Granada. Muy curioso.
En cuanto a Sánchez, este tira por derroteros similares, dice que “al menos” hay cuatro, lo que nos lleva a presuponer que a lo mejor hay más. Lo de las naciones es lo que tiene, un día te acuestas con cuatro pero te levantas y a lo mejor hay siete u ocho, depende del día de la semana. Eso sí, Sánchez no sabe definir muy bien lo que es una nación pero le gusta lo del sentimiento. A la izquierda le encanta eso de los sentimientos, cosa que hasta ahora pensábamos eran propio de los individuos pero se ve que no, que los territorios y los grupos también sienten. Yo particularmente me siento notario, así que espero que los poderes públicos solucionen mi grave problema identitario y me asignen una notaria.
En ayuda de esta pléyade intelectual ha acudido el filósofo-bachiller Montilla que no entra en lo de la nación ni cuantas hay pero lo que si sabe seguro es que Cataluña es más importante que Ceuta y Melilla, económicamente hablando claro. Yo los veo incluso más guapos.
Y por si todavía quedaban dudas, el Jordi Hurtado de la Izquierda, el imperecedero Julio Anguita, nos desvela que España no sabe si es nación, pero que si lo son Cataluña, Euskadi y Galicia y que haciendo un “requetequiero” también son nacionalidad histórica Andalucía, Aragón, Valencia y Baleares, y que incluso aceptando pulpo como animal de compañía, las demás comunidades también podrían ser consideradas “históricas” excepto, claro está, Madrid y Castilla-La Mancha. El disgusto que se va a llevar mi padre cuando se entere que Madrid no tiene historia, que no fue nunca parte de Castilla ni capital del Reino de España y que en realidad viven en Matrix. Y otro tanto para la Mancha, lo que confirmaría la teoría de que el Quijote no fue cosa de manchegos sino de un catalán de Barcino. Y por último, para D. Julio estamos los raros y extraños, los de Ceuta y Melilla que ni somos nación, ni nacionalidad, ni históricos, ni tenemos sentimientos ni na de na. Somos “entes” que según la RAE es aquello que existe o puede existir, lo que resulta un alivio ya que al menos reconoce que existimos, aunque por el tono más parece que cuando el prócer de la izquierda utiliza este término está pensando en la tercera acepción del diccionario: sujeto ridículo o extravagante.