Diálogo con el taxista:
–¿Dónde le llevo?
–No tengo ni idea, pero dése prisa que llego tarde.
Casi como si esto fuera ya una historia contada, presenciamos por enésima vez otra escandalosa noticia de presunta corrupción. Otra vez “presuntrincando”, ésta, con el dinero de plástico. Dimisiones en cadena, de momento, corta cadena. Yo creo que en este caso habría que hacer un ejercicio a la inversa, ¿y si premiamos a los que, pese a tener tarjetas de saldo “todo incluido”, de Caja Madrid no las usaron? Me da la impresión que para ese premio se postularían pocos.
De este repugnante ranking de dimisiones me quedo con el secretario general de la UGT de Madrid, José Ricardo Martínez. Todo un visionario que fue capaz de expresar su propio epitafio sindical: ¡Que se vaya a su puta casa! Se ve que este usuario privilegiado de la Caja nunca ha leído eso de: “Procura que tus palabras sean dulces y suaves, no sea que un día tengas que tragártelas”. Se dedicó a dar cucharadas de predicamento y ahora parece que se lo están devolviendo administrándoselas a granel.
Al parecer, esta explosión de chapapote ha manchado a casi todas las organizaciones que tenían posicionados a sus “situados” en cargos de “dedo designación” de la Caja; con esa cara prefabricada que ponen los viejos rockeros de la cosa pública: ¡No me lo podía imaginar!
Unos han optado por presentarse como neoregeneradores de su casa. Otros comprensivos, demostrando una patética empatía con la ciudadanía. Y los peores, los que ni aprueban ni repudian... tremenda sospecha de conocimiento del asunto, que es prima hermana de la connivencia.
Los que más están rentabilizando el asunto es Podemos. Es sencillo, si no estabas en el cumpleaños es difícil mancharte de tarta. Desde su tournée por latinoamérica en vez ocuparse de sus obligaciones europeas, una vez diagnosticado bien el paciente, les urge darle la puntilla al podrido Sistema. Lo lamentable es que al parecer pretenden resucitar a todo un viejo Frankenstein. Eso sí, con un buen análisis del problema, el lógico apoyo e identificación de los que se ha llevado por delante la crisis, que no son pocos -una recuperación a diez años vista es fiarlo demasiado largo-. Pero sin hablar de comunismo, que Frankenstein es un moustro grande, ya conocido, y pisa fuerte.
Mientras tanto, un Mas venido a más. Sin soluciones. Escapando hacia adelante –¡Más madera, más madera! Esto es la guerra–. Amenazante, con un tren al que ya le ha quitado el freno de emergencia ERC.
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