Hay decisiones políticas que son difíciles de encajar. Por mucho que nos vendan películas, no hay, a estas alturas, quien se crea la necesidad de gastarse más de 26.000 euros en cuadros que ilustren a los presidentes de la Ciudad. Seguro que ahora nos venderán eso de que la imagen es necesaria y nos sacarán tantos por ciento de reducción de partidas persiguiendo que nadie les ponga colorados. El decreto de Hacienda que ha hecho público la oposición es claro: se ha avalado el gasto de 26.400 euros para comprar obras pictóricas que reflejen a cada uno de los presidentes que ha tenido la ciudad como autonomía. ¿Pintarán también a Sampietro? Va a ser que sí, si al final no se busca una salvedad para que el tipo no aparezca en la hilera de cuadros que pretenden encargarse para conseguir un mayor grado de levitación, si cabe, entre los presentes.
Lo de salir ahora encargando cuadros para inmortalizar la historia democrática presidencial no tiene explicación alguna, como tampoco la han tenido muchas de las inversiones llevadas a cabo en la ciudad, fundamentadas en un hipotético arte, que simplemente han servido para lucrar a unos pocos y dejar aún más vacías las arcas. Y les hablo de la ristra de estatuas sin sentido que nos colocan o, mejor dicho, nos mal colocan, en distintos puntos de la ciudad que la hacen más ‘bella, dulce y marinera’ pero también más endeudada y ridícula.
Ahora, por si faltaba polémica, nos llegan los famosos cuadros. Y nos llegan en unos tiempos en los que se nos pide que nos apretemos el cinturón, en los que se inventan impuestos y tasas o en los que se producen destrucciones masivas de empleo que dejan a familias con miembros en paro y con cuantiosos problemas. ¿Cómo se les va a explicar que la Ciudad se va a gastar más de 26.000 euros en cuadros de sus presidentes? Que no busquen razones porque, sencillamente, no cuela. Como no cuelan tantas cosas con las que la clase política nos escupe a diario esa cruda realidad que les convierte en seres extraterrestres que se consideran superiores al resto y que caen en un narcisismo tan ridículo que termina volviéndose contra ellos.Ahora nos toca los cuadros, mañana ¿qué será?