Fue así como quedaron bautizados aquellos socialistas que vinieron a plantarse contra la dirección del partido. Fue una época que prefiere olvidarse, tanto que ni Salvador de la Encina se ha atrevido a regresar a Ceuta. Dicen las malas lenguas que es para no ponerse colorado. A mi juicio, simplemente porque dio la cara para que se la tortearan no estaría demás que se pasara por aquí para que nos contara qué pasó en aquellos meses en los que tenía que reflotarse el partido como fuera. Así que hoy, después de la victoria de Rubalcaba y el anuncio del ‘congreso caballa’ me da por acordarme de esos críticos. Sobretodo después de saber que los han readmitido a la... ¿cómo la llamaron?... sí, disciplina de partido. Ahora, que ya conviene, se les da de alta en el partido después de haber pedido el ingreso. Pero fíjense el detalle: se enteran por la prensa. Se enteran porque leen ‘El Faro’ y se informan de que han sido admitidos y ya vuelven a ‘contar’ -llamémoslo de esa forma- dentro del PSOE. Cuando menos resulta curioso, son formas ciertamente ‘cracks’ de reconducir la situación y de reabrir las puertas a socialistas que volvieron a pedir el alta en el partido tras la debacle de las generales porque consideraban que en las duras había que estar con el partido. Eso es lo meritorio, porque, con la marea azul popular en el poder, hubo quien, habiendo sido el más pelota que jamás tuvo don José a su lado, se las daba de pepero del alma con tal de intentar conservar su puesto. Y es que el estómago y la cartera también entienden de ideologías, sobre todo la segunda.
El PSOE busca una regeneración dejando chinas en el camino. Cuando los partidos son o tienden a ser personalistas terminan funcionan según los gustos particulares, dejando atrás el auténtico sentir de las siglas. Los críticos tuvieron su importancia simbólica en el PSOE, sencillamente porque con sus cosas buenas y sus cosas malas, significaron una postura reacia a como se estaba llevando esa regeneración forzando a algo tan ‘condenable’ como es el debate. Ahora, cuando son historia pasada de un partido, con protagonistas desaparecidos y poder perdido, las formas que se han empleado para autorizar esa especie de vuelta al redil han sido cuando menos pésimas e insultantes para la dignidad.