En menudo jardín nos estamos metiendo. Damas y caballeros, señores y señoras, hombres y mujeres, bípedos humanos en general, vaya lío. De padre y muy señor mío y de madre y muy señora mía, se lo aseguro. De esta no salimos indemnes. Al menos yo, que voy a tener el machista y heteropatriarcal atrevimiento cavernario de escribir estas líneas. Me van a dar la del pulpo.
Servidor, que ya es un señor de edad provecta, intenta ponerse al día en eso de tendencias y modernidades, y por supuesto intenta ofender lo menos posible, pero no se lo ponen fácil. A ver si alguien me echa una mano.
¿Visibilizar o invisibilizar a la mujer? ¿Marcar el género o ignorarlo? No sé a qué atenerme, me tienen confundido. Si tal disyuntiva se diera entre conservadores y progresistas, derechas e izquierdas o precisamente entre hombres y mujeres (o como se diga ahora), podría comprender la existencia del debate. Pero no, son los mismos (y mismas, faltaría más) los que propugnan un argumento y su opuesto. Ya saben ustedes quiénes.
Me explico. Invisibilidad del género/sexo o lo que sea lo que pueda diferenciar a unos bípedos de los otros.
Bípedos A versus bípedos B. No es correcto. Mal hecho. Los géneros o sexos no existen. Es una invención machista y facha. Hay mujeres con pene y hombres con vagina. Hay hombres que se llaman Paula y mujeres que se llaman Pablo. Hay hombres que se casan con hombres y otros con mujeres. Hay mujeres que se casan con mujeres y otras con hombres. Y pueden tener no hijos o hijas, sino “criaturas” o “descendencia”.
Por lo anterior tampoco hay padres y madres. Unos dicen que hay progenitor I y progenitor II, sin que quede claro –ni falta que hace- quién es el I y quién es el II. Así, las asociaciones escolares de padres y madres de alumnos (actuales AMPAS), perderían ese nombre tan barriobajero que suena a lumpen y tráfico de drogas y volverían a llamarse APAS (Asociación de progenitores de alumnos), pero resulta que tampoco, porque las guías de lenguaje no sexista -que están causando furor en la progresía revolucionaria- dicen que no se dice alumnos, ni alumnos y alumnas sino “alumnado” (así evitamos el dobladillo tan plomizo).
“Aplaudamos con fervor nuevos semáforos en los que el muñequito se representa con falda y pelo largo”
Pero resulta que tampoco, porque progenitor tiene que ver con la procreación biológica, así dicen que digamos “persona guardadora A y persona guardadora B”, así que serían las APGAS. (Asociaciones de personas guardadoras de alumnado). (Hago un inciso para aclararles que esto no me lo estoy inventando: ya quisiera yo tener una imaginación tan vivaz; esto está sacado del debate suscitado respecto a las instrucciones de la Junta de Andalucía para el próximo curso.
Créanme, háganme caso por esta vez). Infiero que decir papá y mamá es cosa de fachas y que en un colegio, si se quiere hablar sin sexismo, una persona docente deberá preguntar a una personita discente: ¿Va a venir a buscarte tu persona guardadora A o tu persona guardadora B?
Ahora vayamos al argumento contrario: visibilizar el sexo/género tanto como sea posible (especialmente aplicable cuando se trate de una mujer), aunque para ello tengamos que partir la cara al diccionario y despedazar con alevosía el latín que parió nuestra lengua. Digamos ujiera, oficiala, tenienta, estudianta (¿por qué no, si ya decimos todos sin rubor ni complejos presidenta y vicepresidenta –que tienen exactamente el mismo patrón etimológico-?, hagamos lo que sea menester para que quede claro que tal oficio, puesto o cargo lo ostenta una mujer y no un hombre.
Que la diferencia sea diáfana. Que no quede resquicio de duda. Inventemos sufijos ad libitum. Aun a costa de triturar con saña la gramática, marquemos el género a sangre y fuego, que se “visibilice” bien a la mujer, dicen las feministas y sus acólitos.
Desdoblemos con entusiasmo los géneros en los discursos. Los vascos y las vascas. Compañeros y compañeras. Trabajadores y trabajadoras. Miembros y miembras. Por cierto, a ver si alguien tiene la amabilidad de indicarme en qué orden se hace el dobladillo, que no lo sé. Si el masculino va primero, machismo. Si el femenino va primero, es galantería, o sea, también machismo. De verdad que me lo ponen mal.
Aplaudamos con fervor nuevos semáforos en los que el muñequito de los peatones se representa con una falda y pelo largo, que es el último grito en progresía y modernidad. ¿Es una mujer? ¿O se trata de un melenudo con un kilt escocés? Me estoy perdiendo, de verdad que me pierdo.
Hagamos estudios de “impacto de género” para todo. Por ejemplo, un estudio sobre el impacto de género del soterramiento de la M-30, en Madrid. Veamos cómo afecta de manera diferente a hombres y mujeres que los coches circulen por encima o por debajo de tierra. Estoy que no vivo por conocer las conclusiones.
Pero bueno, si son todos estos –los primeros y los segundos- los caminos más directos y eficaces para acabar con la discriminación de la mujer, cuenten conmigo. Faltaría más.
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