La memoria histórica no es algo de lo que hagan gala nuestros mandamases. Tal es así que tropiezan una y otra vez en la misma piedra, rodeándose de ‘manos derechas’ que ya les traicionaron en su día y amenazan con volver a hacerlo a las primeras de cambio. Eso es algo común en la política que se estila en esta tierra, en donde las puñaladas, los acuerdos por interés y las amistades peligrosas están a la orden del día. ¿Acaso alguien piensa que la caída de Pedro Gordillo tuvo que ver únicamente con asuntos carnales? Eso queda bien en los juzgados, a donde llega lo que se puede demostrar, pero no casa con la realidad. Las amistades del que fuera número 2 de este pueblo fueron demasiado peligrosas al igual que sus enemigos. Se estrelló, sucumbió y, con todos mis respetos, la cagó. Los que llegan a controlar las áreas de poder caen en el error de confiar demasiado en quienes, a la menor, pueden dejarle en la estacada. De esto sabe, o debería saber, mucho el presidente de la Ciudad, don Juan, quien se ha visto rodeado por gente que ha sabido demasiado en su momento, lo sabe ahora y desea seguir sabiendo en un futuro. Los hombres del presidente conforman una elite que no siempre cuadra con los principios de lealtad, transparencia y claridad. Más bien hacen de la política la forma de seguir persistiendo económicamente, mantener el tren de vida y aparentar, públicamente, el poder que luego derivará en beneficios de por vida.
Lo curioso es que a estas alturas de la película pensaba que don Juan tenía más luces que el arco de la feria y las veía venir de lejos. No debe ser así o quizá haya llegado a un momento en su carrera de levitaciones en el que no ve a los nuevos lobos que se acercan y a los que pretenden regresar para comerse buena parte del pastel a toda costa. No estamos ni en periodo electoral cuando ya se avecinan movimientos que harían temblar a más de uno y prometen generar envidias.
No me extraña que más de un cadáver político con información teñida de amenazas haga valer su derecho al poder. Todo puede pasar en este pueblo, sobre todo si tenemos un presidente al que le gustan las amistades peligrosas, aunque vengan envueltas en expedientes y amenazas.