Lo ocurrido la pasada madrugada con las emboscadas sufridas por el Cuerpo Nacional de Policía en la barriada del Príncipe vuelve a poner el foco de atención en los mismos problemas de siempre. Asuntos que no han sido superados a pesar de las mismas promesas y similares reacciones. Si quienes mandan quieren disfrazar de normalidad esto, allá ellos y sus creencias. Sabemos que ni lo que sucede es normal ni el origen que lo mueve tampoco. Allá cada cual con las interpretaciones que pueda hacer en torno a una cadena de hechos en la que lo delictivo, la ocultación y algo más se dan la mano para provocar el caos, amedrentar a los vecinos de bien y hundir a las fuerzas de seguridad que, como siempre, no encuentran respaldo en nadie. Cuando nada funciona se opta por la solución sencilla: la de tirar la toalla. Y eso no es más que la tumba de una barriada cuya problemática se extiende a otras.
El olvido y la pérdida que marcan a la barriada del Príncipe han sido provocados por una clase política acomplejada, que siempre se ha movido por la querencia de votos y obtención rápida de beneficios. Una clase política que cuando se despertaba con la noticia de un muerto o una emboscada se mosqueaba por las repercusiones que esto podía tener, sin pensar siquiera en cómo debía solucionar estos asuntos para que no volvieran a producirse. Año tras año se ha dejado que una parte de Ceuta se pierda, y ahora, de forma sangrante, se está haciendo lo mismo con otras barriadas que de forma gradual van perdiendo su marca convirtiéndose en despojos de lo que fueron.
Los vecinos que pueden se marchan, sus viviendas son adquiridas por marroquíes desconocidos y de forma rápida se montan negocios difíciles de catalogar. Las barriadas pierden su esencia, su impronta y se van desdibujando por culpa de la dejación de administraciones de pantomima que solo piensan en cómo continuar con su éxito virtual, sus buenas nuevas, su ausencia de problemas o su cobertura mediática inmaculada.
Lo vivido está ahí, los problemas crecen y nos devoran, mientras que quienes tienen la obligación política y moral de solucionarlos se pierden en otro tipo de discusiones, buscando la forma de seguir manteniendo su burbuja... pero ¡ay madre! cuando todo esto nos estalle. ¿Lo lamentaremos?, ¿pensaremos que se soluciona levantando muros?, ¿buscaremos aquellos barrios que todavía no se han perdido manteniendo la esperanza en que nunca lo hagan?, ¿y mientras, qué hacemos, cerramos el periódico y nos olvidamos de lo leído pensando que mañana aquello se ha olvidado?
Lo vivido nos puede jugar una mala pasada si miramos atrás con ojos asustados pensando en la forma de esquivar los problemas sin afrontarlos.
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