Categorías: Opinión

LO QUE TIENE QUE PASAR

La Educación ha cambiado y no lo digo por matices políticos, sino por experiencia propia. Cuando mis hijos mayores, ahora ya en la universidad, empezaron primaria, había ordenes de arriba de que no se mandara tarea a casa, tanto era así que incluso algún profesor “rebelde” nos pedía permiso a los padres para hacerlo a escondidas. En el preescolar de ellos, se llegó al absurdo, de decirme la profesora, con malos modos, que no se me ocurriera enseñarle nada, porque lo podía estropear, que yo no tenía capacitación pedagógica.
Ahora pasados más de diez años, de aquello, la segunda camada de mi casa, irrumpe, tras una etapa preescolar - donde se les ha enseñado lo que los profesores han querido y donde han ido casi todos los días con tarea a casa- en primaria, con seis profesores de distintas asignaturas y tarea de repaso constante. Como ya me conocen, les diré que no me gusta nada, que como al enanito cascarrabias todo me pone de mala baba y está vez no es el subidón de la menopausia, sino la poca sensatez de algunos. Vamos a ver, no es normal que una profesora a la que luego recondujeron a otro centro porque metía la pata hasta de lado, me dijera lo de la pedagogía, ni que no les enseñara nada,  salvo garabatear y colorear, porque estudios han demostrados que los críos precisamente cuando mas aprenden es antes de los tres  años, pero tampoco es normal que se les meta tanto profesor distinto con solo seis, porque el primer trimestre ha sido de locura y con la profesora a salto de mata.                    
Ahora los padres, no sé si porque pueden, porque en la mayoría ha subido el nivel de estudios o porque hay mucho progenitor parado en casa, se implican de una forma obsesiva, no ya con las actividades extraescolares, sino peleando por los pequeños exámenes de los niños como si les fuera la vida en ello, dándose la anécdota de que en una tutoría conjunta de padres y enterándose una de las madres de que aún no se habían puesto las notas, expresó en voz alta la intención de decirle a su hija que le hiciese la pelota a la señorita, a ver si así le subían un poco las calificaciones.
La verdad es que en esto de la educación no hemos avanzado nada, mas bien damos tumbos de borrachos con profesores que trotan al ritmo que les marcan los políticos, con sus ansias de inculcar, como si fueran predicadores, sus respectivos dogmas de propaganda y con padres y madres que no ven en la educación la forma de mejorar, sino la forma de prosperar a modo de burbuja inmobiliaria, con música de Rocky por sintonía, pero sin su subida de escaleras, ni su devoción.                                                                                                        
La educación es una ciencia inexacta, algo que debería aplicarse no como una medicina, para paliar la ignorancia, sino como un tratamiento, largo y costoso, no en dinero, sino en profesionales, en buenos profesionales que no viesen la forma de medrar y de conseguirse un trabajito parta toda la vida, sino un orgullo, porque para ser profesor hay que tener orgullo de enseñar y ganas, muchas ganas, casi tantas como para engendrar y quedarte a ver desarrollarse a tu engendrado.                                                       
La educación ha cambiado, ya les digo que lo sé por experiencia, hemos cambiado los padres, que nos hemos hecho más ladinos como los zorritos que saben adular para conseguir el racimo de uvas y ahora nos metemos en los consejos escolares, estamos al tanto del politiqueo de cada cual y sabemos ir a delegación a dar las quejas, en cuanto a nuestro niño no le va como queremos, pero en lo básico todo sigue igual, porque el que estudia llega y el que se esfuerza con ganas también y los padres, esos empujadores de voluntades, esos pagadores de múltiples actividades, esos de los cumpleaños fastuosos para que el niño haga amigos y los del circulo para quedar, se ven plantados y solos, sin saber qué hacer cuando los engendrados se marchan a secundaria y ya no les necesitan para nada o al menos eso creen ellos, que ya no pueden quedarse a pie de puerta de entrada de colegio recabando voluntades, ni tomarse un café mañanero con los del corrillo, para rajar destemplados de cómo va el vastaguito.

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