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Lo que la mar nos dejó

 

 

Un año después del incidente del ‘Katrine’, ‘El Faro’ rememora el ínclito suceso y se pone en contacto con dos de los tripulantes que vivieron el drama para conocer qué les ha deparado la vida

 

Detengamos por un instante el tiempo; y que la brisa deje de soplar; que la tierra quede inerte, suspendida en el imposible; que las imágenes almacenadas en al algún rincón de la memoria salten de nuevo a la retina para volver a vivir lo que ya vivimos.
En concreto, retrocedamos 365 pasos, levantémonos un seis de diciembre de 2010 y caminemos al quiosco, ya aseado y con el café caldeando el estómago, para comprar periódico y leer en ‘El Faro’ la historia de los siete tripulantes que han quedado  atrapado a bordo de un carguero con bandera de Bolivia y con la marca de la desgracia grabada en la popa, en la proa, en la vida misma.
“Un año ha pasado ya”, se sorpende Omar Peña, marinero que sufrió aquella odisea, y que contesta al otro lado del teléfono y del charco. Se encuentra no en Algeciras sino en Iway, región situada en Punta Cana, República Dominicana, donde llegó el pasado 7 de octubre para casarse con Gertrudi Jimenez, enlace matrimonial que se produjo por lo civil tres días después, “dejando para el 19 del mismo mes la ceremonia”, cuenta con la voz entrecortada por la emoción.
“Aunque yo esté aquí con mi esposa”, indica Omar, “parte de mi corazón está en Venezuela porque allí se han quedado mis hijos, un varón de 27 y una hembra de 24”. Se le nota henchido de orgullo; ¿La razón? “Me han dado un nieto de cinco meses, que se une a la nietecita de cinco años que ya tenía”.
Pero el año no ha sido del todo generoso y le ha ido deparando destinos y sorpresas dispares, circunstancias que han hecho que aquella firme intención y rotunda convicción –“No quiero seguir en el mar”, había dicho y redicho– con la que puso rumbo a lo desconocido, tras más de sesenta días anclado en las inmediaciones del Puerto de nuestra ciudad, haya quedado en una mera quimera y en un “profundo” pesar.
“Antes de ir a República Dominicana”, rememora Omar, “estuve navegando por el norte de Alaska, cerca del Polo Norte, un lugar del que, cómo no, recuerdo el gran frío que hacía y eso que sólo estuve dos meses, agosto y septiembre, trabajando en una empresa que procesa pescado”.
Mantiene la ilusión y el objetivo de encontrar trabajo en tierra, que no es lo mismo que poner los pies en firme, porque ya los tiene, sobre todo a tenor de las palabras, breves y crudas, que ofrece al respecto: “La situación es mala, de ahí que encontrar trabajo en tierra esté más que complicado, casi imposible diría yo”.
No obstante, Omar, cuando deje en el horizonte a la República Dominicana, algo que, en un principio, ocurrirá el próximo nueve de enero, partirá rumbo a Estados Unidos, donde tratará de ubicarse “y de dar estabilidad a la vida”.
Regresando al comienzo de la pirueta del preludio de la crónica, volemos, otra vez, al pasado para revivir los nombres, las penurias, los personajes que, por aquel entonces, se hicieron populares entre la sociedad caballa, que, día a día, iba leyendo las novedades de aquellos siete tripulantes que más que un carguero, parecían sobrevivir, mal que bien, en el interior de un pozo oscuro.
“No he vuelto a hablar con el armador, el artífice de todo aquel suceso y eso que aseguraba que era yo el enemigo porque, según su opinión, yo era el que había sublevado a la gente del barco”, continúa recordando y no olvidando, “porque es imposible dejar pasar que el armador tampoco cumplió estrictamente su última palabra, algo que provocó que cada uno de nosotros tuviéramos que incluso pagarnos el viaje de vuelta a casa, con todo el gasto económico que eso supone y toda la injusticia que conlleva”, narra Omar, desde Punta Cana.
–Omar, ¿sabes algo del ‘Katrine Krog, el ínclito carguero de la discordia?
–“He preguntado a personas que trabajan en el mar y no lo han visto en el ambiente. Nadie sabe nada del ‘Katrine’. Quizá se hundió en el Atlántico al no funcionar la ‘GMSD’ –radio internacional– y no poderse comunicar con nadie para pedir ayuda o, tal vez, lo hayan pintado de otro color a brocha y le hayan cambiado el nombre... A saber”, comenta Omar.
Antes de colgar “el celular”, como Peña dice, aprovecha la ocasión “para enviar saludos a toda la sociedad ceutí, de la que guardo un hermoso recuerdo, especialmente de Franci Valero, Erica, Migue, Antonio, Paco Parrado y de los miembros de Cruz Roja y Caritas, porque se portaron muy bien”,
–¿Deseas volver a Ceuta, Omar?
–“Siempre lo he deseado, pero eso sí, de paseo”.
A cientos de kilómetros, la voz que ahora mantiene el discurso pertenece a Jorge Mejía, otro de los siete tripulantes que experimentaron la odisea de sentirse abandonado en el agua y dentro de un barco casi a la deriva.
“Hola,  estoy a bordo de un petrolero con bandera panameña, se llama Don Félix I”, suena impetuoso Jorge, quien tiene la deferencia de atender al ‘El Faro’ desde Tampa, una ciudad del puerto de Florida, al norte de Miami y cerca del Golfo de México.
Un año después del incidente del ‘Katrine Krog’, Jorge ha iniciado otra vida con una nueva pareja, “con la satisfacción y la tranquilidad de saber que mi anterior mujer y mis hijos están bien”.
Se muestra agradecido con Ceuta, “a la que quiero visitar el año que viene y volver a hablar así con su gente”, a la que le muestra gratitud “por tenernos en vuestra mente, algo que valoro mucho y se lo reconozco a toda la población, a la que deseo que Dios siga derramando bendiciones sobre ese pequeño terruño”.
–¿Algún mensaje más hacia nuestra ciudad, Jorge?
–¡Claro!: Los amo, un fuerte abrazo.
Entre tantos elogios, el marinero encuentra hueco para enviar una foto, la misma que decora el espacio destinado a su perfil de ‘Facebook’, un retrato en el que sale ataviado con la camiseta, “camisola le llamamos nosotros”, puntualiza Jorge, del Real España, el equipo que “está peleando la final de balompié en Honduras”, dice.
Respecto al armador, Tomás, al igual que Omar, informa que no ha vuelto a verlo “y tampoco a saber algo de él y por supuesto nada de la curación que me iba a pagar y que me prometió pero bueno, simplemente, desapareció”.
–¿Ánimo de venganza? ¿Rencor, acaso?
–Nada de eso, sólo digo que gracias a Dios huyó y que, donde esté, le vaya bien.
Buenos augurios para un futuro que vuelve a rotar, levantada ya la orden voluntaria de frenada del principio, efectuada en pos de rememorar lo que aconteció hace un año y que la mar nos dejó por siempre grabada en la memoria.

 

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