Opinión

Lo español en Fez y la Yebala marroquí

Retomando de nuevo hoy el tema de la influencia española en Marruecos, la primera ciudad de Fez fue la que fundó Muley-Dris II el año 818, dedicando media ciudad a barrio andaluz y ubicando en él a unas ocho mil familias de obreros cordobeses, que fueron los que introdujeron la agricultura de regadío en la región. No eran árabes, sino conversos de la gente que antes se había llamado hispano-romanos (andaluces latinizados). En 1069 también llegaron a Fez nuevas tandas de obreros andaluces, que introdujeron en Marruecos las actuales industrias de molinos, alfarería y, sobre todo, los célebres cueros de dicha ciudad. Los hermanos y escritores franceses Jerome y Jean Tharaud, dicen que: “En Fez es donde se conserva embalsamada en cedro toda la civilización de la Andalucía mora”. Y es que ha sido sobre dicha ciudad marroquí sobre la que se han ido depositando siglo tras siglo las capas del andalucismo, o el sentimentalismo que da pátina a buena parte de las almas y de los hijos de dicha ciudad. Y esto último, es sumamente importante y poco conocido por españoles y marroquíes; entendiendo que su mutuo conocimiento puede ser la levadura que ayude a fermentar las confianza y amistad entre ambos pueblos. De 1248 a 1548, bajo los meriníes, llegaron los talladores de yeso, los de madera y los ceramistas, que hicieron las maravillosas medrasas (Universidades) iguales a la Alhambra en la decoración. Luego, en 1492 llegaron los músicos y las célebres bailarinas llamadas “chejas”. Por eso Fez, al menos hasta 1943, conservó como típicos el ruido de sus aguas, sus cármenes interiores, baños cerrados y jardines secretos, la división típica en dos ciudades: la alta, del rey, y la baja, de los ciudadanos; ríos corriendo por las calles, casas que casi se tropiezan por los techos, las moriscas de Granada; vías que suben en rampas muy estrechas, y túneles a cada paso abiertos por rendijas de luz; familias de abencerrajes y de zegríes; el mismo amor que los granadinos hacia las cosas pequeñas y finamente acabadas, las melodías nocturnas y fuentes que gotean en las noches de estrellas perfumadas; pisos que salen sobre las cabezas y parecen colgar en el aire, todos llenos de rincones, pero en los que el lujo y la comodidad están por dentro, porque cada casa está edificada en un jardín; apenas pasado el zaguán, se goza de la delicia de las flores, con perfumes de jazmines. Todo ello, a plena imagen y semejanza de la antigua Granada musulmana. En 1492 llegaron a la región de Yebala muchos andaluces que se asentaron en los campos, poniendo talleres y tiendas en los más remotos poblados. Los campesinos de dicha zona todavía en 1943 hablaban el árabe andaluz. La Yebala es una región histórica y cultural del norte de Marruecos, que se extiende desde Tánger hasta el río Uarga (sur) y hasta el Rif Central (este); incluye las llanuras atlánticas desde Tánger a Larache en la desembocadura del río Lucus. Su población mayoritariamente es árabe, al igual que el idioma oficial y el más hablado. Está la región formada por las provincias marroquíes de Tetuán, Chauen y Tánger, entre otras. Los geógrafos también utilizan el término Península Tingitana, nombre romano de Tánger. La palabra Yebala apareció en el siglo XVI o XVII para referirse a esta región del norte de Marruecos, y viene a sustituir al antiguo Gomara transmitido por historiadores árabes como Al-Bakri, Ibn Jaldún y León el Africano. Las llanuras atlánticas de Tánger a Larache son las denominadas históricamente con el término Habt. La población a la que Ibn Jaldún denomina Gomara coincide con los límites de la actual Yebala y fue una población bereber perteneciente a una estructura superior denominada Masmuda, también bereber. Pues a la Yebala llegaron sucesivas oleadas de población árabe y bereber, entre ellas, los bereberes Senhaja, que se habrían localizado al norte del Uarga, en las montañas Beni Mestara, Beni Mesguilda, y Erhuna; la penetración árabe del siglo VIII; los árabes Banu Hilal en el siglo XI; y en influjo de las dinastías bereberes almohades y almorávides. La arabización de Yebala fue temprana y bastante intensa, pero mucho más en las llanuras atlánticas que en el área mediterránea entre Chauen y Ued Lau. La organización administrativa del Estado marroquí divide el territorio de Yebala en cinco prefecturas y dos provincias: las prefecturas de Tánger-Asilah, Fahs-Beni Mekkada, y Tetuán, y las provincias de Larache y Chauen. Las provincias y las prefecturas están divididas a su vez en círculos y comunas. Los límites de los territorios controlados por las cabilas yebalíes en la época en que se instauraron los Protectorados español y francés han sido sustituidos por las divisiones administrativas establecidas por los españoles y franceses antes de 1956 y por Marruecos a partir de 1956. La relación de cabilas integradas en Yebala varía en función de la fuente a la que se recurra. La lista elaborada por Moulierás, sociólogo francés que publica una obra sobre Yebala a finales del siglo XIX, incluye cincuenta y dos tribus, bastantes más de las que en época reciente considera yebalíes la llamada «Carta de poblamiento del Marruecos Septentrional» publicada en una obra colectiva editada por el Grupo Pluridisciplinar de Estudios sobre la Yebala (1991); esta relación contemporánea refiere como yebalíes cuarenta y cuatro tribus. Las aspiraciones francesas y españolas sobre el Uarga y el curso alto del río Lucus, establecen una línea que deja en zona francesa varias cabilas yebalíes. La región de la Yebala es una de las más urbanizadas de Marruecos (ciudades de Tánger, Tetuán, Larache, Alcazarquivir, Chauen y Uazán), y su densidad de población también es de las más altas. La sociedad yebalí es eminentemente rural y campesina, cuya economía de mercado se basa en una agricultura de tipo mediterráneo: trigo, olivo, y árboles frutales. Las comunicaciones son bastante precarias, sobre todo en las áreas rurales: las ciudades están comunicadas con los núcleos rurales de mayor entidad por carreteras de asfalto o de aglomerado, pero la mayor parte de estos mismos núcleos rurales están comunicados entre sí por pistas de tierra, y existen todavía hoy numerosas aldeas sin pistas de acceso. La región ha sido objeto de múltiples programas de desarrollo europeos, y es la región de Marruecos que mayores ayudas en cooperación recibe por parte de España. La acción de un buen número de asociaciones locales, extranjeras, ONG españolas y francesas completa este mapa de la acción por el desarrollo en Yebala. Las tasas de alfabetización son bastante bajas en el ámbito rural, sobre todo entre la población femenina. La división del trabajo en el ámbito rural de Yebala descarga sobre las mujeres el peso de la mayor parte de las actividades productivas, tanto las domésticas como las extradomésticas. Ellas se encargan de la mayor parte de las labores asociadas a la agricultura, y también a la artesanía: la artesanía de la cerámica, una actividad en vías de desaparición en muchas áreas de Yebala, es un buen ejemplo de ello. Pues a esta zona rural de la Yebala marroquí llegaron los malagueños a Vélez de la Gomera, los de Algeciras a Tánger; los de Ronda, Baza y Motril a Tetuán; también los de Loja, Alfacar, Maracena; algunos de Granada, otros de Berja y Andarax a Gomara, y los de Alcalá la Real a Alhucemas; y, sobre todo, los numerosos granadinos que llegaron a Xauen. Y de las emigraciones posteriores de andaluces a Marruecos hay algo que no se puede olvidar, que es la influencia de los llamados “renegados” (huídos políticos y desertores militares que escapaban de España por diversos motivos y al llegar a Marruecos se tenían que hacer musulmanes para poder allí avecindarse). De ellos dice Tomás García Figueras: “Como el número era relativamente crecido y se trataba, en general, de personalidades muy destacadas, cualquiera que fuera la modestia de su medio de origen, influyeron en el país, llevando al interior los usos, las costumbres y el habla español”, habiendo durado esta gran afluencia de “renegados” hasta el final del siglo XIX. Y Xauen fue la metrópolis y el símbolo de estas emigraciones españolas perdidas por las montañas. La ciudad fue fundada en 1471 por un famoso místico granadino, Alí-Ben-Rechid; pero la forma de Xauen en 1943 data de 1492, fecha en que Muley Alí Ben Musa Ben Rechid le dio su actual emplazamiento. Y luego está Tetuán, que es de estilo diferente; es la síntesis estilizada de todo el andalucismo marroquí antiguo y moderno. La influencia que han tenido en esta ciudad las numerosas oleadas de gentes llegadas de España fue ininterrumpida, y desde los tiempos más remotos. Tetuán fue fundada en 1312 sobre un pequeño pueblo en las ruinas de Tamuda por un sultán meriní, que la pobló con sevillanos. Alcanzó gran prosperidad con una escuadra de viejas naves anclada en su río, que entonces era más hondo. En 1400 fue destruida por Enrique III de Castilla, que se volvió a llevar los habitantes sevillanos a Sevilla. En 1492 la reconstruyó el general granadino Al-Mandari, de acuerdo con el rey wasttasida de Fez, Mohamed Xej, que le concedió todo el territorio de Tetuán y su alfoz. La nueva ciudad tetuaní se pobló con gente de Ronda, Baza y Motril. Al-Mandari atacó a los portugueses que entonces ocupaban Ceuta, los tomó prisioneros encerrándolos por las noches en mazmorras, pero durante el día levantó con ellos las murallas de Tetuán, cuyo nombre bereber quiere decir “manantiales”. Entre 1500 y 1501 llegaron más andaluces, y en 1670 también moriscos de las sierras granadinas, que ya sólo hablaban español, de manera que los tetuaníes hablaban por entonces español y siguieron hablándolo hasta bastante entrado el siglo XVIII, según testimonio de los viajeros del mismo siglo. Uno de estos moriscos fue discípulo de Lope de Vega, y fundó un teatro donde se representaban comedias en español. Desde el año 1610 creció Tetuán, formando el barrio Ayun y agrupando ya los barrios de la ciudad en torno a la Plaza de España. Entonces se convirtió en una especie de pequeña nación que era autónoma respecto de los sultanes, y que fue gobernada por la familia Naqsis. Pero, finalmente, el pequeño estado fue sometido en 1727, después de haber derrotado los alauitas a Oomar Lukax, jefe de los tetuaníes. Sin embargo, no por ello terminaron las emigraciones andaluzas a la ciudad, pues en 1830 llegó un grupo de familias andaluzas procedentes de Tremecén y Argel. Tetuán fue entre 1727 y 1912 una ciudad lujosa, cuna de hombres eminentes que desempeñaron los primeros puestos del Estado marroquí, como los Torres, Lukax, Medina, Erzini, Lebbadi (de Úbeda), Salas, Aragón, Ruiz, Delero, Cegrí, Ercaina (Requena), Bennuna (familia originaria de Córdoba), los Aljatib de Granada, Baeza, Castillo, Conde, García, etc., que hicieron mucho por Tetuán, que fue entonces llamada la ciudad del señorío, que se daba en todas las capas sociales, y que solían caracterizarse por la corrección, la amabilidad y la hospitalidad. La superioridad de los habitantes de Tetuán de origen español hacía de ellos una especie de aristocracia burocrática en cuyas manos estaban los cargos técnicos del reino. Ellos introdujeron en los decretos de los sultanes y en la literatura administrativa marroquí frases y fórmulas españolas. Aquella vieja ciudad es resumida en la Enciclopedia del Islam de la forma siguiente: “Ella no es más que una ciudad de moros andaluces, deseosos, ante todo, de acrecer sus riquezas por el negocio y de disfrutar en paz de los placeres de las letras y de las artes”. Era aquél el Tetuán pequeño y callado, de vida tranquila y sencilla, cuando todos sus habitantes eran parientes, porque se casaban siempre en el pueblo y en un grupo de familias de vida tranquila de los siglos en que sus murallones apretaban las casitas encaladas de azul y blanco azulado, abiertas a la alegría interior de los Riads, y que a lo largo de sus pasillos silenciosos, que eran sus calles, se aspiraba el aroma de los jardines cerrados.

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