Me gustaría poder escribir un texto algo mestizo que siguiendo las distintas sendas marcadas por Humboldt y Thoreau contentara tanto a personas sensibles a lo poético como a los amantes del conocimiento, tengo vivo interés en comenzar una serie de relatos litorales ceutíes que inviten a conocerlo y animen a su conservación. Empezaré por una perla abandonada a su suerte, una de tantas en nuestra Ceuta desarrollista, burocratizada, cateta y superpoblada que no deja de sorprendernos con su desidia hacia el patrimonio y el cuidado del territorio y sus especies.
El litoral de Fuentecaballos es una porción de costa cálida y agradable que posee un particular encanto lejos del bullicioso y ruidoso centro de la ciudad, del que además tiene la ventaja de estar a dos pasos. Es un lugar por el que comenzar las charlas del día de la geología y disfrutar de un entorno de arrecifes rocosos, playitas de cantos, pequeñas fuentes de agua y callejones rocosos por los que penetrar en el mar para disfrutar de un baño muy agradable observando las montañas del Haus, Anyera e incluso algunas montañas de Gomara si el día está lo suficientemente claro. En las porciones del acantilado menos alteradas es posible contemplar plantas litorales preciosas como el hinojo costero y las margaritas o las adormideras marítimas. Sus arrecifes rocosos en marea baja están decorados de ocre debido a una especie de alga roja cespitosa que brilla de forma espectacular con la puesta de sol; durante las mareas vivas sus cuadros naturales son realmente espectaculares. Hay moluscos endémicos de la región del estrecho acantonados en sus zonas expuestas a la acción de las mareas y la lapa protegida es habitual sobre sus peñas (en su entorno hemos contado y medido más de 500 individuos hace unos años) y bajas así como también son habituales los tomates de mar, siendo posible todavía coger muñecones (un tipo de gusano marino) para carnada en sus zonas con sedimento más fino. Salvo con tiempo de fuerte levante, que lo oscurece todo, sus aguas son bastante cristalinas y si tenemos la suerte de acceder un día de levante suave la masa de agua nos parecerá tan clara y prístina que apetecería beberla. Algo similar le pareció a Thoreau después de un baño reconfortante entre grandes algas pardas cuando excursioneaba por el Cabo Cod. En esta zona litoral comienza el Monte Hacho propiamente dicho y se alcanza profundidad cerca de la costa sin necesidad de alejarse demasiado mar adentro. Durante las tardes de verano y otoño si nos bañamos en plena bajada de la marea sentiremos las cálidas temperaturas del agua mientras pasa a nuestro alrededor en dirección a Punta Almina-bahía norte con rumbo hacia el canal del estrecho. La masa de agua de Fuentecaballos participa, junto con las aguas de la Ribera Chorrillo y Almadraba, en lo que se podría denominar el gran calefactor marino de la bahía sur. Lo cual es relevante desde el punto de vista oceanográfico, puesto que las aguas que durante los meses de verano y otoño se caldean en esta región del litoral llevan su calor hacia otras zonas alejadas cuando la marea baja las retira. Sin embargo, este es un tema que corresponderá abordarlo con mayor profundidad y detalle cuando hablemos de otras zonas del litoral cercano a Punta Almina. Sin embargo, Fuentecaballos es mucho más pues esconde tesoros naturales bajo sus aguas que merecen nuestra atención.
Un paseo con un equipo de inmersión ligero (gafas, tubo y aletas) a través del laberinto de rocas en los meses de otoño nos descubrirá rincones insólitos llenos de vida algal y salpicados con bellas especies de invertebrados. Pequeños bancos del coral anaranjado se pueden descubrir si la condición físico-deportiva nos permite bajar a unos cinco o seis metros de profundidad. Atención especial merecen los peces que viven y se refugian en estos santuarios de naturaleza sumergida que, en los meses más cálidos, se concentran en el interior y las cercanías de un profuso bosque sumergido de color amarillento formado fundamentalmente por el alga parda Cystoseira usneoides que llega a alcanzar los dos metros de longitud. Resulta muy interesante observar los pequeños pececitos de diferentes especies refugiados entre el espeso ramaje del alga, siempre dispuestos a desaparecer a la menor señal de alarma. Este es un hábitat de gran relevancia para el mantenimiento de las poblaciones de peces litorales, que en estos momentos podría estar amenazado por el alga invasora procedente de Japón que está invadiendo paulatinamente nuestras costas. Las grietas que se forman entre las rocas ofrecen un hábitat para ciertas especies de animales incrustantes siendo sumamente llamativos los bellos crinoides y los bivalvos del género Lima que portan colores rojizos en sus espectaculares órganos con formas tentaculares que muestran entre sus valvas. De todos modos, no todo el entorno es igual de rico en concentración de especies y hábitats, sino que la diversidad de ambientes y de vida se incrementa en dirección oeste, conforme nos alejamos de la playa de la Ribera y nos adentramos en la costa del Monte Hacho. Nuestro recordado Juanjo Garrido, hombre que era de poderosa personalidad y fina gracia, tuvo la oportunidad de disfrutar mucho de este pequeño paraíso marítimo y nos habló de sus aventuras juveniles nadando con las tortugas marinas frente a los preciosos arrecifes; hoy en día la almadrabeta calada en sus inmediaciones sabe del rico paso de tortugas que vivió con mayor esplendor Juanjo. Siempre valoré mucho estas anécdotas que me contaba de vez en cuando a lo largo de unos años de mayor contacto mientras ensoñaba a mi manera la época que vivió previa a un mayor expolio de los recursos marinos de Ceuta.
Las inmersiones más profundas descubren un mundo sumergido afectado de sedimento que va disminuyendo al alejarnos en dirección oeste y no está exento de belleza e interés. Entre los 20 y 30 metros de profundidad se instala un bosque animado de gorgonias blancas que pueden alcanzar más de un metro de altura, esta es la especie de invertebrado dominante por su abundancia pero en las rocas también se concentran especies de esponjas, dedos de muertos, bancos de coral anaranjado y muchas otras especies menos llamativas a los ojos del observador y que acompañan a todas las demás. Algunas gorgonias blancas crecen de forma desigual y sus ramas se desarrollan mucho más que el resto, dando la apariencia de un extraño y fino dedo señalando hacia cualquier lado indicando la dirección a la superficie o hacia un fondo desconocido, también puede señalar una roca cercana o incluso un gran lenguado camuflado en el arenal.
Es también muy frecuente observar pequeños penachos de algas pardas de finísimas ramificaciones creciendo sobre algunas de sus ramas y dándoles una apariencia muy singular incluso se podría decir que elegante; mi amigo y colega Julio de la Rosa, botánico de la Universidad de Granada, ha estudiado este tipo de algas en su tesis doctoral. Las gorgonias rojas son más escasas pero alcanzan un gran tamaño y crecen normalmente formando un ángulo de 90º con respecto al sustrato rocoso que la sustenta. Durante los meses cálidos, que en el clima marino significa hasta finales del otoño, hemos observado en los fondos rocosos aislados en zonas arenosas una gran proliferación de un alga verde de origen tropical que forma un bonito césped continuo que parece desaparecer al comenzar los meses más fríos cuando la temperatura se desploma hasta los 14ºC. El litoral de Fuentecaballos es un sistema natural con sus particularidades geológicas, biológicas y oceanográficas que transita entre las zonas más sedimentarias de la bahía sur y el comienzo de los fondos rocosos del litoral del Monte Hacho.
Es penoso descubrir que para el poder político se trata de un lugar para instalar una pasarela de madera y olvidar hasta dentro de muchos años. Cuando se mira la puerta y muralla de Fuente-caballos tendríamos que pensar que ha sido rescatada para la mayor parte de la población cuando se decidió sacar las infames construcciones tercermundistas que jalonaban la costa y tapaban parte del lienzo de muralla dificultando mucho la visión de la propia puerta. Se rescató fútilmente para abandonarla otra vez a toda suerte de basuras y lugar de encuentro de maleantes de poca monta y de todo tipo de actividades poco edificantes. Afortunadamente, a pesar de todo, sobrevive por el interés de los pocos que disfrutamos de una forma u otra de este entorno especial y mágico.
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