"Libros libres, léeme y ponme en circulación”. Era un buen eslogan para comenzar este proyecto abierto a la cultura, a cualquier tipo de persona que quiera leer, descubrir qué hay en ese libro que se encontró olvidado en un banco cerca de la Biblioteca del Ferrocarril.
Lo que no sabrás es que el libro te ha encontrado a ti, que tiene una historia que contarte, un universo de aventuras para descubrir: La Isla del tesoro, El viaje a la Alcarria, La vuelta al mundo en 80 días, Cien años de soledad o los cuentos de María Manuela Dolón, tristes pero esperanzadores.
Ellos quieren hablar contigo y te esperarán hasta que vengas a rescatarlos del olvido, de esa biblioteca en el que fueron abandonados, apilados en cajas que descansan en los trasteros.
Valle Carrasco Milano, profesora de Historia, trabaja en esa biblioteca en la que los libros pedieron la libertad condicional. Planteó el proyecto para dinamizar la lectura en un barrio humilde: dejar libros en los bancos de la plaza.
Muchos ceutíes los donaban a la biblioteca pero éstos no encontraban un sitio adecuado en las estanterías o en los depósitos de nuevas adquisiciones. Eran bolsas repletas, cajas hasta los topes. Ahí estaban: unos nuevos, otros con la página del tiempo, algunos de autores clásicos, enciclopedias, cuentos, novelas, diccionarios, poemarios, quijotes, libros de Historia, Filosofía, atlas.
"Los libros también esperan liberarse del polvo desenamorado que los mantuvo en la oscuridad"
Las donaciones requerían un espacio que no encontrarían en la flamante biblioteca del ferrocarril.
Valle decidió liberarlos para que vieran la caricia de otros ojos, la lectura de otros labios, los dedos deslizándose entre sus hojas para seguir el recorrido de las páginas.
Los libros resucitarían de ese extraño letargo, del terrible ostracismo a los que fueron condenados por sus primeros dueños.
En esos bancos de la plaza, Valle comenzó a sembrarlos de nuevo, los regó con el propósito de que alguien pudiera de nuevo ver el fruto fresco de su interior: personajes, amores, mitos, dioses; cada uno era como “la cueva de las maravillas” que citaba Don Quijote.
Ahí Valle devolvió a Ceuta la posibilidad de despertar la inquietud, la cultura en la calle. Los libros también esperan liberarse del polvo desenamorado que los mantuvo en la oscuridad.
Libros libres, libros caminantes, andando de mano en mano para que el aire de sus letras siga esa brisa imparable de la lectura.
Ahora, Valle tiene otros proyectos, toca dinamización sociocultural del Barrio de la Estación. Esperemos que la ciudad no olvide esta iniciativa. Esa conquista está pendiente.
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