Leonor Leal y Antonio Moreno llegarán esta tarde desde Jerez a Ceuta para presentar ‘En talleres’, un espectáculo flamenco que pretende romper todos los esquemas tradicionales. La cita será a las 19.30 horas en el Teatro Auditorio del Revellín.
Hoy presentará sobre las tablas del Revellín ‘En Talleres’, ¿qué puede esperar el público?
El espectáculo se llama ‘En talleres’ porque nosotros estábamos todo el rato pensando que estamos en la ITV constante de materiales artísticos y coreográficos. Es como estar reutilizando materiales que teníamos apartados, cosas que no usábamos en ningún espectáculo y que teníamos ahí guardadas.
Una especie de taller pero abierto al público. Así nació la idea y el concepto del espectáculo es que a medida que avanzan los meses, si tenemos más materiales de ese tipo, los incluimos. Es decir, que es un espectáculo vivo y nosotros mismos lo vamos modificando poco a poco. Eso es algo que nunca se hace porque normalmente se crea un espectáculo, se fija y se queda quieto.
Entonces, se podría decir que será un espectáculo de flamenco diferente a lo que se está acostumbrado.
Sí, un recital flamenco como tal no es. Si están esperando un concierto de flamenco con cante, para empezar eso no hay. Somos dos en escena, un dúo de percusión y baile. Es decir, cante no hay, guitarra tampoco. Es otro tipo de espectáculo, sí.
En el escenario estará junto a Antonio Moreno, ¿cómo es él?
Es un personaje, como yo le digo. Un espíritu libre, porque él es percusionista de formación clásica, pero empezó a trabajar en el flamenco hace muchos años con Israel Galván, la figura más vanguardista del flamenco que ha roto moldes.
Entonces, esa combinación de alguien que no viene del flamenco, si no de otro género, y que de repente entra en el flamenco a trabajar con quien está rompiendo todo, da como resultado a alguien como Antonio. Una persona que no tiene miedo a nada, que tiene unas referencias musicales súper amplias y que por otro lado domina perfectamente el flamenco y lo comprende. No tiene miedo ni prejuicios y está abierto a probar de todo.
¿Han trabajado en otras ocasiones juntos?
Nos conocimos en 2014 o 2015 y hemos trabajado en otras producciones que eran más de flamenco, como un espectáculo sobre Julio Romero de Torres, el pintor, donde nos conocimos. Luego hicimos una producción junto a un guitarrista que se llamaba ‘Nocturno’ y después de ahí nos hicimos pareja, tenemos familia y ha sido una relación que continúa.
¿Cómo fueron sus inicios en el mundo del flamenco?
Mi madre me apuntó a clase de ballet porque ella el flamenco lo sentía como algo más lejano ya que no es de Andalucía, sino de León, aunque llegó muy jovencita a una pedanía de Jerez. A ella le encantaba la danza, me ponía música y veía que yo me ponía a bailar todo y me apuntó a danza clásica. Sin embargo, yo siempre cuento la anécdota porque fui a clase de ballet caminando diariamente por la misma calle, La corredera, y pasaba por delante de una escuela de flamenco. Fue al cabo de más de 10 años pasando por ahí que yo misma decidí entrar por curiosidad. Ese día me quedé y desde entonces.
¿Qué diría que significa el flamenco a día de hoy en su vida?
Es una herramienta de creación para mí muy grande. Me da mucha libertad. Sabiendo que es un género complejo me aporta muchísimas posibilidades. Lo veo un género que me permite ser yo misma.
¿Hay algún palo por el que sienta mayor debilidad?
Siempre he sentido una debilidad especial por la farruca, que es un baile que se ha tenido históricamente como un palo masculino, porque es muy sobrio, los hombres lo bailaban en pantalón. Era un baile que muy pocas mujeres lo han bailado y a mí siempre me pareció que tenía un diálogo muy intimo y especial con la guitarra y reconozco que cada vez quiero farruca, porque para mí es como profundizar en el palo cada vez más.
Después de trabajar con otros artistas, en 2008 lanzó su primer espectáculo al que han seguido muchos más. ¿Recuerda alguno de forma más especial?
El cambio más fuerte para mí fue ‘Nocturno’, que es un trío y es de 2018. Ahí para mí hubo un cambio muy importante en mi carrera, primero porque decidí hacer un espectáculo sin cante, que digamos que es la arquitectura del baile, para ver qué ocurría. Quería saber si yo era capaz de sostener coreográficamente una obra y entonces fue un reto muy importante y descubrí muchas cosas, como que el flamenco es mucho más amplio todavía.
Una apuesta muy arriesgada...
Sí, el romper esas expectativas de la gente te causa un poco de inseguridad también porque no sabes si lo que vas a hacer les va a gustar o no, aunque con el tiempo la gente se ha ido acostumbrando a que cuando van a verme no van a ver la idea de flamenco que se extiende así de entrada. Es un poco curioso pero me gusta que haya ese choque. A veces cuando me han hecho crónicas se quedan con la parte estética, pero lo que me llama la atención es que no se fijan tanto en el baile que está lleno de historias del flamenco. Es como que la imagen te despista.
¿Está inmersa en nuevos proyectos?
Ahora estoy metida en una investigación que se llama ‘De voz, un cuerpo’ y me estoy basando en los relatos de mujeres que ya han dejado de bailar, mujeres que tienen más de 70 años.
Estoy recopilando relatos de su vida y también de su experiencia con el cuerpo en el flamenco. Las imágenes internas que tienen al bailar, qué cosas sintieron cuando bailaron y la verdad que está siendo súper interesante y estoy aprendiendo un montón.