Se llamaba Sambo Sadiako. Tenía 30 años, era de Senegal. El 6 de marzo de 2009 murió desangrado en la
valla de Ceuta. Su cuerpo fue encontrado por la
Guardia Civil colgado de las
concertinas. Fue la víctima mortal de un intento de entrada, las concertinas cortaron una de sus arterias aunque las mentiras oficiales plasmadas en una nota oficial de la Delegación del Gobierno pretendían enmascarar aquella muerte de otra forma. Sambo fue identificado por su propia familia y enterrado en Santa Catalina.
Durante los 14 años de existencia de las concertinas, no solo ha habido muertes. El número de heridos graves ni se conoce. La hemeroteca recoge en reportajes y noticias gran cantidad de relatos de personas atrapadas entre las cuchillas que tuvieron que ser rescatados por la Guardia Civil o por los Bomberos o de intervenciones de urgencia en el Hospital debido a cortes profundos. Esos alambres colocados por el PSOE tras la famosa crisis de las vallas han dejado cuerpos marcados a cicatrices y también mutilados.
El 29 de septiembre de 2005 cientos de inmigrantes saltaron la valla de Ceuta, varios murieron y sus cuerpos quedaron colgados de unas concertinas que han sido todo un símbolo a la mayor crudeza que han podido mantener los gobiernos del PP y del PSOE en el perímetro. Esta semana han comenzado los trabajos de retirada tal y como desveló FaroTV. Unas labores que se extenderán durante 10 largos meses y que se están aplicando por tramos, frente por frente al enorme vallado que ha levantado Marruecos coronado con concertinas en mayor cantidad de las que había en Ceuta.
La política del Gobierno es negar que una acción es consecuencia de la otra, pero mientras España quiere lavar su cara en torno a la valla, permite que su socio siga convirtiendo la frontera en un auténtico búnker.
14 años de concertinas han dado para mucho, también para fomentar un negocio. La empresa fabricante de estas hileras de cuchillas siempre ha negado que pudieran hacer daño, calificando las concertinas de “elementos pasivos” de seguridad. Debió pasar que nunca le enseñaron las imágenes de los muertos y mutilados en la valla. Durante años se ha encargado de reponer esos alambres hasta convertirlos en santo y seña de la Frontera Sur de Europa.
El Ministerio de Interior ha mantenido hasta hace bien poco esa misma teoría, negando que pudieran causar algo más que erosiones leves.
Su retirada hace historia pero no forma parte más que de un escenario de maquillaje en un vallado que ha acogido demasiadas miserias y sufrimiento.
Tragsa se está encargando de cortar el alambre y retirarlo, mientras Interior concreta los elementos que se colocarán sobre la valla y cuyo volumen y peso hace imposible colocarlos en algunos puntos de este perímetro cuya construcción supera los 20 años y nunca ha tenido inversiones profundas que eviten el deterioro.
De hecho la propia Guardia Civil ha confesado que la estructura de la propia valla como tal no es garantía suficiente de seguridad. Una defensa que forma parte de un lenguaje en el que la defensa de los derechos humanos no encuentra cabida. España ejecuta acciones y queda bien delante de sus socios, pero calla ante las situaciones conocidas de batidas, quemas de campamentos y detenciones masivas de hombres, mujeres y niños que se están desarrollando en los montes próximos a Ceuta y Melilla.
Es la situación de una zona que solo asoma a las noticias de primera página cuando se producen entradas masivas. Es la situación de una zona en donde nunca han querido aplicarse las políticas de defensa de derechos humanos como se debiera.