El dolor de nuestros hijos supone el mazazo más duro que podemos recibir. Como padres pondríamos la mano en el fuego para sufrir ese dolor antes que ellos, pero la vida te da lecciones insospechadas que hay que afrontarlas y superarlas como se puede.
Al adolescente Omar unos indeseables le partieron literalmente la cara, le causaron lesiones graves y le apuñalaron. Podían haberlo matado. Los autores huyeron pero gracias a la Policía Nacional poco a poco no solo van siendo detenidos sino que además se sabe la verdad. Algo por lo que todos deberíamos luchar.
Los padres de Omar nos han dado una lección. Y nos la han dado con frases sencillas y claras que se resumen en un único deseo: que se haga justicia. El sufrimiento que arrastran solo ellos lo conocen, el resto nos lo podemos imaginar.
Esa familia no ha entrado en polémicas y, sobre todo, siendo la que realmente ha sufrido el golpe no ha ido ni acusando sin pruebas, ni convirtiendo esto en un debate político, ni calentando a las masas. Y ellos son los que han sufrido el impacto de ver cómo han destrozado a tu hijo, pero han sido responsables, claros y nunca han sacado conclusiones peligrosas ni atrevidas.
Escuchando hablar a Rafael, el padre de Omar, el resto debe callar. Porque nadie debe apropiarse del dolor de un chico, de lo grave de una situación así, para buscar otros fines.
Aquí lo único que hay que pedir es que la Policía siga trabajando como hasta ahora y que, después, los jueces hagan su trabajo al igual que los fiscales. Tenemos profesionales que saben guiar el camino que conduzca al castigo de los implicados para que otros anden revolviendo el río en busca de sus propias ganancias, en busca de sus propios intereses.
Esta familia, cuyo dolor e indignación se nota en sus rostros, nos ha dado un ejemplo a todos de entereza, de saber afrontar un suceso de este calado y de confiar en los profesionales que son los únicos que nos llevarán al fin buscado.
Es normal que haya ruido, porque siempre hay quienes hacen prevalecer sus propios intereses ajenos a esa verdad. Con ese ruido debemos convivir, no queda otra. Pero produce calma toparse con quienes habiendo sufrido un golpe de esta índole saben alejarse de ese ruido, alzar la voz y ser claros en momentos tan delicados. Son los autorizados para hablar porque son a los que realmente les importa lo que ha sufrido este niño y lo que le queda por afrontar.