LeBron y su anhelado regreso al pasado

Decía hace unos días el alero yanqui de los Heat, LeBron James, que la NBA aumentaría su competitividad si, como en los años ochenta, se redujera el número de equipos y los jugadores de calidad se redistribuyeran para que no estuvieran aislados en franquicias marginales. Este, conciso y directo, era su controvertido punto de vista en pro de endurecer la competición y propiciar el espectáculo aminorando al mismo tiempo la carga de partidos.
Apartando la incongruencia de lo dicho por un jugador que no ha podido conseguir ni un solo anillo en siete años debido a la competitividad actual de la NBA, teniendo que refugiarse en un equipo con dos grandes estrellas para conseguirlo, la solución que propone el jugador oriundo de Akron huele mal. Y es que, tras lograr la evolución del campeonato extendiéndolo a una cantidad de personas más amplia, concediendo más accesibilidad y dando mayor diversidad al panorama baloncestístico americano, la solución que propone LeBron sería dar un paso atrás, o incluso dos, fundamentalmente por cuatro puntos esenciales.
Primero: la NBA de hoy en día es una liga indiscutiblemente más fuerte y complicada, ya sea por cuestiones técnicas (las menos) o físicas (las más), que además se enriquece anualmente con un flujo de jugadores extranjeros que hace veinte años era claramente inferior. Por lo que un cambio de estas dimensiones supondría, en efecto, mermar la competición.
Segundo: muchas de las estrellas de los equipos más pequeños brillan gracias a que la dimensión de la franquicia no va mucho más allá, si tuvieran que competir no sólo contra el rival sino contra sus propios compañeros, de una calidad semejante e incluso superior, se acabarían diluyendo. Junto a esto se debe tener en cuenta que en la mentalidad yanqui más vale ser un jugador franquicia que ganar alguna vez el campeonato nacional, ni siquiera esta hazaña es necesaria para ser recordado como un gran jugador o incluso acceder al prestigioso Salón de la Fama. Tercero: la “medida LeBron”, la que la mayor parte de los seguidores (menos los implicados como es lógico) apoyarían, es sólo sencilla en apariencia, detrás de sí encierra una profusión de interrogantes que se quiere resolver de manera errónea mirando hacia el pasado, un pasado en el que no se daban las circunstancias que en la actualidad conforman la NBA.
Cuarto: en los últimos treinta años han ganado la competición Lakers, Celtics, Sixers, Pistons, Bulls, Rockets, Spurs y Heat. Desde los ochentas hasta el año noventa Lakers, Celtics, Pistons y Sixers se hicieron con los campeonatos (Lakers y Celtics mayoritariamente); desde los noventas hasta el segundo milenio Pistons, Bulls, Rockets, Spurs y Lakers (seis de los Bulls); y desde el dos mil hasta la actualidad Lakers, Spurs, Pistons, Heat y Celtics (cinco de los Lakers).  Esto refleja que la variedad ha sido pareja tanto en la liga con una alta concentración de grandes jugadores en pocos equipos, como en la estructura más cercana a nuestros tiempos con la dispersión de estas figuras en varias franquicias.
Sobre todo estos últimos son los datos que se deben analizar para actuar con entereza y con la máxima objetividad posible, fuera de toda pasión que pueda obstruir el camino del desarrollo, más aún cuando se trata de un negocio de estas características.
El cambio no sólo destrozaría lo que tanto ha costado construir a nivel deportivo, sino que además trituraría la imagen de constante ampliación y apertura al mundo que la NBA tiene como obligación dado su grado imperial dentro del mundo del baloncesto. Retroceder por los caprichos de unos o las nostalgias de otros nunca es la mejor opción. Afortunadamente David Stern es consciente de ello.