La inmigración es un asunto que afecta a todos. Ceuta como ciudad frontera debe tener la suficiente responsabilidad como para asumir los periodos críticos como el que ahora se está viviendo. En ese marco, Ciudad y Delegación están trabajando de la mano para asumir los frentes abiertos.
No caben polémicas ni enfrentamientos estériles cuando se viven momentos tan delicados.
Por un lado, el derivado de la entrada de menores. Ceuta tiene un límite, no puede asumir un número de adolescentes indeterminado, ya que esto ni siquiera garantiza un trato adecuado y digno para ellos.
Lo razonable es hallar soluciones, lo contrario a Ceuta es convertir esto en arma arrojadiza para la crítica más absurda que es lo único que parece que saben hacer algunos partidos.
En el otro lado tenemos el constante goteo de accesos de mayores de distintas nacionalidades, la necesidad de disponer de medios y recursos suficientes además de abordar una relación adecuada de cooperación con Marruecos. La lealtad institucional es algo más que una foto, es un compromiso y un respeto del que están dando ejemplo tanto el presidente de la Ciudad, Juan Vivas, como la delegada del Gobierno, Cristina Pérez.
Ceuta está ante un momento clave en el que solo cabe una altura de miras. En el terreno de las cloacas se mueven mejor otros, los que no están por la labor de solucionar.
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