Ayer era día de desconexión y pasar a otros menesteres del sábado: limpiar casa, compra, planificación de las comidas de la semana y poner dos lavadoras con la ropa acumulada .
Desde este cañonazo reivindico que las tareas del hogar no tienen género; al menos en lo que a mí respecta. En los tiempos de mi madre desgraciadamente no era así y era más normal ver a una bruja con escoba que a mi padre barriendo con otra.
Pues nada, hete aquí que comienzo mi jornada y salta la alarma: la lavadora emite ruidos de ultratumba, el tambor ha dejado de funcionar y la puerta del aparato no se puede abrir. El panel me indica que es el error 21."
"El código del error E21 indica un problema de drenaje . En caso de que necesite mover el aparato para realizar los pasos sugeridos, asegúrese de que el aparato esté nivelado cuando haya terminado. Filtro bloqueado / Bomba de drenaje atascada o bloqueada".
Prefiero resolver una cuestión metafísica o leerme "la Fenomenología del espíritu de Hegel que ponerme manos a la obra con el error 21.
Dios me dio dos manos que las utilizo de adorno pues si existe la persona menos habilidosa del mundo debo ser yo.
¿Qué hacer? Llamar a un técnico y resignarse al tiempo que tarde, arreglar la avería o la compra de una lavadora nueva; eso de la obsolescencia programada ha venido para quedarse.
Cuando era un mico, recuerdo el drama que montaba mi madre si se estropeaba la lavadora y el agua brotaba sin piedad. Ese trauma lo heredé y sigo teniendo un terror irresistible a que vuelva a suceder ese siniestro mezclado con impotencia y descontrol. Y si se queda la lavadora cerrada a cal y a canto ya no te digo.
Echando mano de los amigos me consiguieron un teléfono de alguien especializado en este electrodoméstico. Me dieron un buen currículo: es honrado, viene enseguida, si la avería es costosa no se anda con zarandajas y te propone comprar una nueva.
Y así fue, tal y como me lo habían contado.
A la hora indicada sonó el telefonillo acompañado de los ladridos de mi perra que por más que le dije que era el de la lavadora no atendió a razones.
El señor localizó la avería en un periquete, sacó el aparato, la puso decubito supino y exclamó impertérrito: la bomba del agua está atorada, también hay un juego de llaves que se han quedado enganchadas a la bomba del agua.
Tardó 20 minutos en resolver el problema y me cobró 40 euros que, para ser un domingo, y arreglar perfectamente el entuerto, es como si me hubiera pedido la voluntad.
La sorpresa me vino una vez que el técnico terminó su trabajo y se marchó. Había dejado un cubo lleno del agua estancada y encontre lo inimaginable: el juego de llaves del Departamento de Filosofía, 5 calcetines, 2 calzoncillos, un examen de Platón que se me había perdido, mata de pelos de mi perra, dos tapones de cocacola, tres cuentas de supermercado, 7 monedas de las siguientes cantidades; dos euros, 1O céntimos y un céntimo, dos paños de cocina, una bolsa de pipas, un décimo, un papel con la cita del médico, 2 caramelos de goma, 1 pastilla para la tensión, tres plásticos que llevan los paquetes de queso para que no se peguen las lonchas, una situación de aprendizaje que había diseñado para los alumnos, un diente de ajo, un sobre se sacarina, una capucha de bolígrafo, un juguete de la perra, la válvula de la olla a presión, un mechero, una bolsa para recoger cacas , una gamba y una cañailla.
No encontré oro ni nada de valor.
De lo que sí estoy seguro es de tener la lavadora más extraordinaria del mundo. Solo dar una recomendación: cuidado con los bolsillos y los despistes.
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