En una sociedad en la que todo vale, hemos terminado por convertir en auténticos mitos a personas cuya moralidad está por los suelos. Los hemos subido hasta auténticas torres que estaban hechas de barro y que ahora vemos como poco a poco se derrumban. Esos pequeños poderosos se hicieron los dueños del espacio común y comenzaron a amoldarlo según sus interesados objetivos. Así convertimos esto en un país de amigotes, en el que prevalecía el interés particular de los que manejaban las riendas. La colocación sin rubor de personas incapacitadas para desempeñar cualquier trabajo se convirtió en el pan nuestro de cada día. Los escándalos no pasaban de algún que otro hueco en los medios escritos. La sociedad encontró en las redes sociales la capacidad de protesta que antes acompañaba con un café en el bar.
Hoy seguimos igual, nada ha cambiado. Antes los rojos se disfrazaban de eso, de rojos, se las daban de progresistas y nos ponían una ministra de Igualdad y convertían en norma lingüística la arroba -faltaría-. Vendían una acción social sin igual y al final han tenido que salir pidiendo perdón por la cantidad de despropósitos llevados a cabo. Ahora los fachas de toda la vida, que no tienen que aparentar nada, meten la tijera por donde quieren, nos advierten de los males que nos van a llover si no pasamos por el aro, mientras no hacemos sino conocer cómo ellos se blindan económicamente sus vidas y cómo no permiten ni el roce de la tijera en aquellas áreas que les pueden hacer tambalear sus vidas.
La sociedad, que fue engañada en su día y es castigada ahora, se siente culpable de no haber hecho nada. Soporta eso de ‘es que hemos vivido muy bien’, ‘es que hemos gastado lo que no teníamos’... Y miras a tu alrededor y te avergüenzas de lo sinvergüenzas que son, porque la sociedad sufre, padece, siente, tiene ética, todavía no ha perdido la moral, por eso siente vergüenza de quienes nos hacen sentirnos culpables por haber logrado una educación pública para nuestros hijos, una sanidad, una justicia para todos... ¿Pero qué cojones hemos mangado los ciudadanos, qué vacas gordas nos hemos llevado a casa, qué despilfarramos, acaso son tan cobardes ellos que tienen que compartir con todos nosotros su culpa?
Si me encuentro algún día en paro no me tengo por qué joder porque nada he hecho, si llego a vieja mereceré mi pensión porque he cotizado por ella y ningún político me la está regalando, si me pongo mala tengo derecho a mi cama hospitalaria, si quiero dar una educación a mis hijos tengo derecho a que la reciban de calidad y si quiero estar orgullosa de ser española no me hace falta sacar la camiseta de la Selección ni llevar la banderita en el polo Lacoste, sólo tengo que mirar a mi país y ver que es un país solidario, que respeta los derechos, que sabe que esto no es el cortijo de unos. Las torres de barro se caen, no lo vayan a olvidar. Si hoy no se acaba el mundo, que nos invada de MORALIDAD.