Opinión

Las porteadoras de Ceuta y Melilla

Como es bien conocido en Ceuta y Melilla, desde ambas ciudades viene dándose un tráfico comercial hacia Marruecos desde hace muchos años, cuya forma de producirse entiendo que es impresentable ante los ojos del mundo. Es el que a diario se lleva a cabo por porteadores marroquíes, de los que sobre un 75% son mujeres, popularmente conocidas por “mulas”, y el otro 25% restante son hombres, conocidos por “camalos”. Explico a los lectores de fuera de ambas ciudades que lo desconozcan que el mismo consiste en el acarreo hacia Marruecos de fardos y bultos de mercancías que pasan por las fronteras de El Tarajal en Ceuta y de Beni-Enzar en Melilla. Ya en otros artículos puse de manifiesto el trabajo durísimo, vejatorio e inhumano que las mujeres marroquíes con él realizan, a la vez que he insistido mucho en la extrema necesidad que se tiene de la existencia de una Aduana comercial del lado de Marruecos en su frontera con Ceuta. Y vuelvo ahora sobre el tema porque el problema, lejos de solucionarse tras más de cien años de espera, parece agravarse más cada día.
En su día localicé y publiqué el Convenio hispano-marroquí de 16-11-1910 y Acta ratificadora de 12-11-1911, hasta entonces desconocidos en Ceuta, por el que Marruecos se comprometió a crear un puesto aduanero comercial en su frontera con Ceuta, sin que todavía lo haya realizado, tras 107 años. Dicho Convenio se desconocía antes en esta ciudad. Y Marruecos lo viene incumpliendo y vulnerando desde entonces, además de la regla de Derecho Internacional “pacta sunt servanda”, que obliga a los Estados a cumplir bien y de buena fe los pactos que firman, igualmente recogida en la Convención de Viena de 1969, sobre los Tratados. Marruecos entiende que la instalación de una Aduana comercial supondría el reconocimiento indirecto de la soberanía española sobre Ceuta, que dicho país reivindica a España. Y con ello incurre en el más grande de los absurdos, dado que la soberanía española sobre Ceuta y Melilla está expresamente reconocida por varios monarcas marroquíes en sendos Tratados tanto bilaterales como internacionales que relaciono en mi libro “Ceuta, pasado y presente”. Además, ello entra en abierta contradicción con la Aduana comercial marroquí que fue creada para Melilla el 3-03-1867, en ejecución del Convenio hispano-marroquí firmado en Tánger el 31-07-1866; lo que también supone dar un trato desigual y discriminatorio a Ceuta respecto de Melilla.
Pero ni siquiera haría falta ese Convenio firmado por Marruecos hace 107 años para establecerla también en Ceuta, si se tuviera un mínimo de sensibilidad y humanidad que conmoviera ver a diario lo indigno que es ante los ojos de quienes lo presencien que miles de mujeres marroquíes, la mayoría madres solteras, viudas, divorciadas, sin protección laboral ni social alguna, muchas ya mayores y otras de mediana y edad, pero casi todas de aspecto, más que viejo, avejentado por el duro trabajo y enorme esfuerzo que a diario realizan y por el mal trato que la vida les ha deparado, viéndose su tristeza reflejada en el semblante, cabizbajas y meditabundas, con la tez estriada y marcada de arrugas, algunas incluso en estado de gestación, que vienen a ser como el estigma de la sociedad. Se trata de mujeres caídas en infortunio a las que la vida les ha tratado duro. Van cargadas con voluminosos fardos de mercancías que suelen pesar 70 o más kilos, más que ellas, hasta el extremo de que cuando van con la carga a cuesta se ven con el cuerpo doblado y la cerviz genuflexa casi hasta el suelo por el peso de los fardos que portan; careciendo de contrato de trabajo, de seguridad social y de los más elementales derechos humanos y sociales.
Llegan sobre el amanecer a la frontera marroquí de El Tarajal, aunque algunas que el día anterior no pudieron regresar a Marruecos lo hacen desde el lado español al haberse visto obligadas a permanecer en Ceuta. Tras largas horas de espera en la frontera de ambos lados, sentadas en el suelo, a veces abrigadas con cartones y plásticos, hasta que por la mañana se abre la Aduana. Todo para poder ser de las primeras y que les dé tiempo de repetir el viaje para pasar más bultos, 2 ó 3, dependiendo de la menor o mayor suerte que tengan, ya que en muchas ocasiones se ven obligadas a interrumpir el trabajo por el cierre inesperado de la frontera marroquí, por severos controles y en algunos casos incluso el decomisos de los fardos; porque, aunque tal actividad suele ser tolerada como “atípica” por Marruecos, lo cierto es que estamos ante un contrabando tolerado, por cuya ilícita conducta en ocasiones les confiscan algunos bultos, recibiendo un trato humillante y vejatorio que atenta contra los derechos humanos de las personas, aprovechándose de su nivel de pobreza y de exclusión social.
La mercancía la transportan a la espalda desde el lado de Ceuta. Se la cargan en los almacenes del Polígono El Tarajal, a unos 200 metros de la frontera; se reatan los fardos al cuerpo para que no se les caigan, debido a las aglomeraciones que se forma en las proximidades de los almacenes y frontera, donde se empujan unas otras cargadas por las prisas para ganar tiempo y dinero. En noviembre de 2008, la porteadora marroquí Zafia Azizi murió aplastada en Melilla, y el 25-05-2009 fallecieron en Ceuta Busrha y Zhora en una avalancha. Los fardos los llevan llenos de mercancías, bien ropa usada o cualquier otro producto susceptible de ser comercializado en Marruecos, a veces incluso neumáticos atados al cuerpo, comestibles, bebidas, etc, ya sea por su falta de producción en el vecino país o por su carestía, que en Ceuta y Melilla su adquisición resulta más económicos al gozar ambas ciudades de un régimen fiscal especial por el que se devenga en su territorio un impuesto indirecto similar al IVA, pero con tipos de gravamen más reducidos. Aclaro a quienes no sean de Ceuta y Melilla que las dos ciudades españolas, a efectos aduaneros, no forma parte de la Unión Europea, sino que la entrada de mercancías, incluso nacionales, devenga un arancel especial en el que se aplican tipos de gravamen inferiores a los del IVA.. Es el llamado Impuesto sobre la Producción, los Servicios y la Importación (IPSI).
Las porteadoras, tras pasar la Aduana española, llegan a la marroquí, donde cargadas van poniéndose en fila y guardando cola hasta que les toca pasar el control aduanero de reconocimiento de la mercancía. A las que pasan la Aduana, se les ve luego de subir cargadas por cerros empinados y estrechos senderos bajo la estrecha vigilancia de la policía marroquí, expuestas a las inclemencias del calor en el verano, o viento, lluvia y frío en invierno, y teniendo que soportar a veces empujones, vejaciones, incluso la incautación de la mercancía en la frontera si no se congracian con el aduanero de turno y éste toma represalias. Para mayor inri de estas sufridas mujeres, la mercancía, que con tanto esfuerzo transportan, no es de su propiedad, sino que lo que ellas hacen es simplemente transportarla para comerciantes u organizaciones desaprensivas que luego les pagan por cada fardo entre 5, 10 y 15 euros, según el peso que tengan. La mercancía que predomina es ropa procedente de China, que llega hasta Madrid, al Polígono Cobo Calleja de Fuenlabrada, y luego desde allí, su distribución y entrada a Marruecos se diversifica vía Ceuta y Melilla.
De esta actividad viven directamente unas 45.000 personas que, a su vez, benefician indirectamente a otras 400.000, según datos de la Cámara de Comercio marroquí en Casablanca. El semanario marroquí Al Ayam, informó en su día que este negocio también supone al año alrededor de 90 millones de euros en “propinas” a policías y aduaneros marroquíes destinados en las fronteras de Ceuta y Melilla. La legislación marroquí permite que “las personas pueden entrar a su territorio con lo que lleven en su cuerpo”; motivo por el que las porteadoras deben cargar con los fardos sobre sus espaldas, sin poder ayudarse de carretillas u otros medios de transporte. Y, según la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, APDHA, en su informe sobre la Frontera Sur de 2016, las mujeres van a pie desde las naves de El Tarajal hasta la salida fronteriza del puente del Biutz. Hay dos aberturas controladas por la Policía Nacional y Guardia Civil españolas, una para mujeres y otra para hombres.
El paso de hombres no resulta tan problemático y apenas hay colas, estando organizados por números, lo que permite una mayor fluidez. Pero la salida para las mujeres con frecuencia está colapsada debido a las avalanchas. Ellas no pueden salir de la Aduana estando cargadas, y hasta que no pasan la frontera marroquí no pueden decir que han trabajado, porque hasta entonces no perciben el dinero de los fardos que entregan en Marruecos. Si llega la hora de cerrar la frontera, sobre el mediodía, tienen que soltar la mercancía y salir sin nada hasta el día siguiente, de forma que, aunque ese día hayan trabajado, no les pagan absolutamente nada.
Y esa imagen de las mujeres porteadoras en acción es tercermundista, deprimente, impresentable e impropia de un país que ya goza de cierto grado de civilización, como es ya Marruecos. Cuando hasta los países menos subdesarrollados tienen a su entrada y salida un control aduanero que regularice el tráfico de mercancías y ordene el paso de personas y vehículos. Para el llamado Consejero de Economía de Melilla, "la imagen de las porteadoras no le agrada a nadie, pero no deja de ser una foto de una realidad mucho más compleja, en la que nosotros no podemos entrar". Para la Cámara de Comercio de Casablanca, este trasiego diario da de comer, sólo en Marruecos, a unas 400.000 personas. El que fuera eurodiputado de la antigua UPyD, Francisco Sosa Wagner, preguntó al Parlamento Europeo sobre el "consentimiento del maltrato a mujeres" que, según el político, se producía a diario en Melilla por este tipo de comercio "ilegal". Las reacciones fueron inmediatas, casi todas en el sentido de que antes de terminar con ese sistema, se dijo: "Supongo que UPyD habrá presentado alternativas económicas además de intentar buscarle la ruina a miles de personas". Tanto del lado de España como de Marruecos, todos los implicados están de acuerdo en que este tipo de comercio repugna la conciencia de cualquiera, pero, por otro lado, supone el sustento para miles de familias y hay que protegerlo ante la falta de mejores alternativas.
Un informe sobre las Fronteras Más Desiguales del Mundo (FMD) sitúa a la hispano-marroquí como la séptima más desigual del mundo, pese a que Ceuta y Melilla son frontera exterior de la Unión Europea, que mantiene acuerdos preferenciales con Marruecos. Más en el siglo XXI, el comercio constituye un poderoso motor de desarrollo económico que es lo que más promueve y fomenta las relaciones económicas, de amistad, buena vecindad y convivencia entre las personas y los Estados, pero lo que es impresentable que no se exploten y aprovechen por ambas partes tales posibilidades a través de una Aduana comercial, ya que Ceuta es puente de culturas y pueblos, y puerta de entrada y salida entre el Magreb de intercambios comerciales e inversiones españoles. Más, tras el Tratado de Schengen, Ceuta se convirtió en frontera sur de Europa.
A mi juicio, una aduana marroquí en El Tarajal aumentaría el tráfico comercial y lo encauzaría legalmente, regularizaría los flujos y transacciones comerciales Marruecos-España, permitiría una mayor penetración comercial mutua y tendría una importancia esencial en el tejido empresarial de ambos países. El Estatuto firmado por Marruecos con la Unión Europea prevé el reforzamiento de las relaciones comerciales próximo a la adhesión, la culminación de una Política Europea de Vecindad y un Plan de Acción entre la Unión Europea y Marruecos, en los que se deben establecer acuerdos de libre comercio, agricultura, servicios. La Unión Europea destina recursos financieros muy importantes favorecedores de Marruecos.

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