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Las mil caras de los MENA

Vamos a llamarle Mustafa. Y vamos a poner que tiene, por ejemplo, 7 años. Vamos a situarle en el centro de La Esperanza, como parte de ese colectivo al que denominados los MENA. Y ahora respondan: ¿se trata de un menor marroquí del que nada se sabe de su origen y al que resulta inviable reagrupar con su familia? Bote pronto responderíamos que sí, pensando que la problemática de los MENA (Menores Extranjeros No Acompañados) tiene una sola cara. Pero la realidad dice todo lo contrario. Detrás de las puertas de La Esperanza hay muchos casos, muchas historias y distintas realidades. Otra cosa es que a los partidos políticos les interese conocer la auténtica verdad u opten por hablar del asunto porque la actualidad derivada de una intoxicación alimentaria manda.
Si se trata de conocer la auténtica realidad se podría hablar de los niños nacidos en Castillejos que están en Ceuta por consentimiento de sus padres. Han colocado una pica en Flandes. Esos padres se ven con sus hijos, e incluso hay casos de progenitores que tienen trabajos en la ciudad autónoma. Son los llamados transfronterizos.
La semana pasada la Policía Nacional recogía, en las inmediaciones de San Antonio a uno de esos MENA. Una llamada de teléfono había advertido de su presencia y de algún que otro robo menor producido en los patios vecinales. Los agentes tuvieron que localizarlo para hacerlo regresar al centro ya que los educadores, por su propia cuenta, no pueden hacerlo. ¿Cuántos días ha durado en el centro? Ayer, de nuevo, merodeaba, esta vez, por la frontera del Tarajal. Se trata, como en otros casos de La Esperanza, de niños cuyos padres viven al otro lado, que conocen dónde está su vivienda y que mantienen contactos con los progenitores.
Pero vamos más allá. Los domingos, apuntando a las horas del final de la semana, varios menores son trasladados a las cercanías del centro de La Esperanza, por sus propias familias que los dejan después a las puertas del centro. ¿Son menores abandonados sin posibilidad de reagrupación o son menores pretendidamente abandonados por sus familiares, que mantienen contactos con ellos?
Hay casos más llamativos, de MENA que tienen familiares en Ceuta. Tíos o incluso hermanos. ¿Se podría facilitar un acogimiento familiar? Se podría, pero no siempre es posible, lo que tiene atados de pies y manos a la Ciudad. Esa tía, esa hermana puede solicitar la agrupación, pero en muchos casos esa tía o esa hermana reside irregularmente en Ceuta en donde mantiene una vida al margen de los papeles.
La Esperanza acoge ya a 112 menores mientras que el Mediterráneo tiene 40 de los que sólo tres no son subsaharianos. Este mismo mes, el día 28, habrá una comisión para abordar la política de menores. La pidió la oposición para poner encima de la mesa la problemática de los MENA. ¿A quién importa la verdad?

Los pasos

Llega un menor: Análisis y pruebas
Una vez que las fuerzas de seguridad recogen a un menor se le tiene que hacer un examen por parte del médico forense para que determine, realmente, su minoría de edad. Es entonces cuando, de ser positivo ese resultado, el menor se encuentra en desamparo y por tanto es la Ciudad la que tiene que ejercer la tutela.

Reagrupación: La traba del consulado
Ceuta, al igual que Melilla, no son consideradas por Marruecos como ciudades españolas. ¿Qué sucede? Que un menor marroquí en Ceuta nunca será entendido como desamparado por el vecino porque considera que está en un territorio que forma parte de su extensión. ¿Qué pasará si la Ciudad opta por trasladar a esa menor a Algeciras, ya que en Ceuta no hay consulado, para intentar la reagrupación desde allí al haber un contacto interconsular con el de Tetuán? Pues pasará que no se le admitirá. El consulado de Algeciras no lleva a cabo esos contactos porque Marruecos no reconoce a Ceuta. Es la pescadilla que se muerde la cola. Si Ceuta consigue identificar a la familia de ese menor le va a resultar imposible reagruparlo. De hecho no se ha llevado a cabo acción de esta alguna después de finales de los años 90 cuando las prácticas político-policiales de aquella época terminaron en los tribunales tras las denuncias presentadas por miembros de la Policía Local por las prácticas que se estaban llevando a cabo.

Fronteras: Control de Delegación
La Delegación del Gobierno es la que, a través de las fuerzas de seguridad del Estado, debe controlar la frontera para evitar, precisamente, la entrada de menores. El hecho es que nadie puede evitar que una madre entre con su hijo y luego lo deje en la ciudad autónoma, como así está pasando.

La presión:155 menores en Ceuta
La ciudad soporta ahora mismo la presencia de 155 menores. ¿Son siempre los mismos? No, curiosamente cuando llegan las fiestas musulmanas como puede ser la del Ramadán se producen muchas bajas. ¿Qué significa esto? Que esos MENA supuestamente en desamparo y a los que no se puede reagrupar viajan solos a sus lugares de origen para celebrar las fiestas pone sobre la mesa, claramente, la relación que tienen con su propia familia. Y no son casos aislados.

Casos de abandono de MENA enfermos

La ciudad hermana de Melilla sufre más casos de abandono de menores marroquíes que padecen alguna enfermedad que no se puede tratar en el vecino país. Se han dado historias de niños que padecen enfermedades degenerativas. En Ceuta, también existe esa situación, aunque sin ser tan marcada como en la hermana. En estos momentos, según fuentes sanitarias, se está costeando el gasto derivado del tratamiento de las enfermedades de cuatro menores. Uno de ellos es el de una niña que fue abandonada en la frontera del Tarajal con una paraplejia, pero también hay casos de otras enfermedades que están requiriendo un tratamiento médico en la península. Según expuso la que fuera consejera de Asuntos Sociales en el Senado, Carolina Pérez, estas situaciones conllevan un gasto de más de 40.000 euros.

La debilidad de las fronteras, clave en una problemática en alza

C.E./ ceuta
El 12 de octubre de 2006, el presidente del Comité de Regiones de la UE, Michel Delebarre, proponía, en un informe sobre los menores, que se financiara (íntegramente los recursos de acogida e inserción de los menores extranjeros no acompañados por par te de las autoridades nacionales y europeas”. Además, apuntaba a la necesidad de poner en marcha políticas adecuadas para que esos menores pudieran integrarse en sus lugares de origen. ¿Es viable esto en la ciudad?
Si se entiende el tránsito de los llamados MENA como una problemática de cooperación internacional, que competería a Asuntos Exteriores, debería existir una mayor implicación en este ámbito. Y esa debería pasar por una política de control de fronteras mucho más efectiva de la que hay en la actualidad ya que demuestra que es posible la entrada de menores.
Esos fallos en la impermeabilidad del paso fronterizo unidos a la falta de eficacia de las políticas que en materia de Asuntos Exteriores se aplican con Marruecos vienen a dibujar un panorama complicado de entender. “Hay que abordar el tema con valentía”, apunta un agente de la Policía Nacional.
Lo expresa desde la situación de sobrecarga en la que se encuentra este Cuerpo ante el repunte de una migración subsahariana en la que, cada vez más, aparecen los que dicen ser menores. No hay balsa en la que al menos uno del grupo advierta a los agentes que es menor. ¿Por qué lo hacen? Lo aclara la propia Policía.
Decir que es menor hacer saltar las alarmas. Los agentes deberán solicitar la realización de las llamadas pruebas osométricas; pruebas costosas que son las únicas que aportan con cierto grado de fiabilidad la edad aproximada de la persona. Puede que resulte negativa, o puede que no. Si sucede lo segundo, el subsahariano habrá conseguido de inmediato acogerse a una protección internacional, que es la que existe con el menor, declarándolo en desamparo y facilitando su ingreso en un centro de menores. Podrá obtener así una residencia, formarse y conseguir un trabajo. Desde luego que la expulsión no será la espada de Damocles que tenga encima de su cabeza, como en el caso de los compañeros del CETI.
En el centro del Mediterráneo, más del 90% de sus acogidos son subsaharianos, buena parte de ellos llegados, como adolescentes, en las últimas balsas recogidas por la Guardia Civil.
La desprotección en las fronteras es de tal magnitud que resulta imposible aminorar una presión que no cuenta con la suficiente cooperación internacional a modo de aval. Ya no estamos hablando del norte marroquí, estamos hablando de un África subsahariana amenazada por las revueltas de la primavera árabe y en la que las reagrupaciones son imposibles.
En la gran mayoría de los países emisores de esta inmigración, se carece de los registros. Así que resulta una odisea poder comprobar la identidad de alguien que no está ni fichado por su propio país.
Desde 2008 a la actualidad, el número de estos menores se ha duplicado y en proporción al número de habitantes que tiene Ceuta, la presión es mucho mayor que la dada en Canarias o en Andalucía. Pero ya no sólo cabe medirla por número de habitantes. La condición de ‘isla’ que tiene Ceuta, con una única conexión directa con Marruecos, le imposibilita ‘repartir’ esos menores en distintas provincias de su misma comunidad, si las tuviera. Eso no sucede por ejemplo en Andalucía, en donde la extensión de esos casi 800 MENA que tiene de forma oficial puede llevarse a cabo sin problemas.
Decía un policía nacional que había que afrontar el tema con valentía. La semana pasada la propia jefa de Menores, Toñi Palomo, decía en rueda de prensa que a los políticos les tenía que interesar conocer la verdad. Y sobre la mesa está un asunto sobre el que se ha escrito mucho pero para el que todavía no hay una solución. Al menos conocida.

El problema de la inmigración y los menores

La Fiscalía de Cataluña ha dictado una instrucción que ordena catalogar como adultos a los inmigrantes irregulares de edad dudosa que aseguren ser menores, cuando se nieguen a someterse a las pruebas forenses para comprobarlo. La circular de la Fiscalía coincide con dos recientes sentencias que han puesto en duda la fiabilidad de las pruebas radiológicas -fundamentalmente de la muñeca y la dentadura- que se utilizan para determinar la edad de los menores. En su instrucción, Teresa Compte alerta de que va en aumento el número de extranjeros sin familia, en su mayoría procedentes de países del golfo de Guinea, que afirman ser menores de edad, acreditándolo con pasaportes e inscripciones de nacimiento, pese a que por su aspecto físico parece evidente que son adultos. Según la Fiscalía, el número de esos extranjeros es elevado y a veces han llegado a ocupar más de la mitad de las plazas de los centro de acogida, con los problemas que plantea el hecho de estar "mezclados" con menores y de emplear recursos asistenciales y formativos.

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