Las madres fantasma

En teoría tienen derechos pero en la práctica no. Por eso, desde la Asociación Al Ámbar solicitan a las administraciones competentes que hagan algo. “En Algeciras no pasa esto y es una ciudad tan española como ésta”, apuntan lamentando que son más de un centenar las mujeres que cada mañana llegan a contar los muros con los que cada día tropiezan “por el simple hecho de defender el derecho de sus hijos”. Ellas son marroquíes y se casaron con ceutíes. Muchas están separadas y solas, defendiendo lo único que les da fuerzas para seguir adelante: a sus hijos. “Una se cansa de luchar, levantarse cada día a las cinco de la mañana para poder traerle a tiempo al colegio y mientras, traigo y llevo algo de mercancía para poder tener qué llevarnos a la boca... vivo en Castillejos porque comparto un piso y me lo puedo permitir, aquí no podría”, comenta Fatima Radsi en la sede de Al Ámbar donde cada mañana muchas se reúnen para al menos, poder desahogarse y llorar sin que las vean sus hijos.
Habiba Abdelkader Mohamed preside la asociación y es de sobra conocida en los pasillos y despachos de Extranjería. Va y viene con papeles casi a diario para tratar de normalizar “lo que dice la ley y si no es así, que no exista porque entonces la ley miente”. No se explica cómo una mujer viuda va a renovar el pasaporte de su hija y le exigen que esté su marido para poder realizar el trámite porque el suyo es marroquí. “Su marido está muerto, no puede estar... entonces ¿ella no cuenta para nada? Es una madre fantasma. Su hijo no puede acceder a becas porque ella ni siquiera puede tener un número de cuenta bancaria y así un montón de situaciones injustas que no deben seguir produciéndose”, dice Habiba. Lamenta que “no las pueden borrar del mapa, pero realmente les quitan cualquier derecho, hasta el de ser una madre con derechos en el país de la nacionalidad de sus hijos”.
Fatima Radsi va y viene de Castillejos cada día. Se fue allí a vivir cuando su marido la abandonó por otra y no tenía dinero ni siquiera para compartir una vivienda en Ceuta. Y su hijo, que ahora tiene cuatro años, necesitaba un techo. “Cuando llueve lo pongo a mi espalda, me cubro con plásticos y venimos a la frontera... ¿vivir en Marruecos? Sería más fácil, sin duda, pero yo quiero lo mejor para mi hijo y si es español que venga aquí al colegio”. Lo poco que gana limpiando cuando le sale algo o mercadeando en el Tarajal, lo va guardando por si alguna vez su hijo se pusiera malo o para que estudie. “Mi padre me ayuda, si no le tuviera a él, no podría ni pagar la casa. Yo volvería a Fez y viviría como una reina, pero mi hijo es de aquí, debo luchar por él, cualquiera lo haría”.
No quieren esconderse pero son invisibles para la administración y ya no saben qué hacer. “En Algeciras no pasa esto y es tan española como Ceuta”, denuncian. “Simplemente hay que ir a la puerta del colegio para saber cuántas madres estamos en esta situación y somos unas cuantas”. Muchas acuden a clases de alfabetización en la barriada para ayudar a sus hijos con los deberes y tener un futuro mejor. Se niegan a perder la esperanza.