Categorías: Opinión

Las laureadas del General Valera (I)

Ceuta y Melilla han sido siempre dos ciudades eminentemente militares, cuya naturaleza castrense es inherente a su propia existencia como ciudades españolas; porque, de no haber sido ambas defendidas con tanto patriotismo, tanto valor,  tanto heroísmo y tanta sangre de nuestros antepasados españoles, pues es seguro que ambas ya hace muchos años que nos hubieran sido arrebatadas por otras potencias de nuestro entorno por las que tan codiciadas son para tenerlas como baluartes estratégicos con los que poder ejercer una mayor influencia sobre el Estrecho y su entrada a los mares Atlánticos y Mediterráneos. Por eso precisamente nos robaron Gibraltar, que en el siglo XXI continúa siendo una herida abierta en el corazón de todos los españoles. Y, aunque hoy ya aquellos viejos valores con los que tantos miles de españoles llegaron a ofrendar sus vidas para que Ceuta y Melilla siguieran siendo españolas están ya casi pasados de moda y rara vez se escribe sobre ellos, no obstante - quiérase o no – eso es Historia de nuestro país que conllevó muchos esfuerzos y muchos sacrificios con los que tantos miles y miles de compatriotas nuestros murieron en defensa de España. Y eso, pienso que es bueno que lo conozcan las nuevas generaciones de españoles, aunque sólo sea para que tomen conciencia de que ambas ciudades hoy siguen siendo nuestras gracias a aquellos viejos valores españoles. Y es por ello, que éste y el próximo artículo los voy a dedicar a dos brillantes gestas de un militar bilaureado, que llegó desde Soldado a Capitán General. Y lo hago desde mi condición exclusivamente civil, sin tener ninguna vinculación militar.
A mediados de septiembre de 1920, el mando de las tropas españolas que luchaban contra los rebeldes rifeños en la zona Occidental del antigua Protectorado español, decidió tomar la ciudad santa de Xauen, al objeto de poder cortar las comunicaciones de los rebeldes entre las regiones marroquíes de la Yebala y Gomara  para así dividir los dominios del cabecillae El Raisuni, dado que Xauen era un importante enclave político, militar y religioso de los rifeños al estar situada la ciudad en una comarca de orografía muy difícil y complicada, hasta el punto de que por entonces se decía que sólo tres europeos habían logrado estar en Xauen, dos viajeros disfrazados y un misionero que fue ejecutado. Para su conquista, el General Berenguer salió de Tetuán el 19-09-1920 al mando de una columna. Otra columna procedente de Ceuta era mandada por el General Vallejo. Y la tercera columna iba al mando del General Barrera. Formando parte de esta última iba el Grupo de Regulares de Larache 4, mandado por el Teniente Coronel Manuel González Carrasco. Y en el mismo figuraba el entonces Teniente José Varela Iglesias, quien había ingresado voluntario como Soldado de Banda, pero que luego accedió a la Academia de Toledo y ascendió a Teniente, aunque iba mandando una Compañía con carácter accidental.                El Teniente Varela ya había venido dando muestras de gran arrojo y valor en anteriores operaciones, hasta el punto de que había sido condecorado con dos cruces militares con distintivo rojo.
En la kabila de Muires, cerca del río Lucus, dominando un recodo del río desde lo alto, existía la cueva  Rumán, protegida por  una trinchera natural que permitía a los rebeldes actuar desde cubierto, estando alli parapetado un grupo de tiradores de El Raisuni que causaban numerosas bajas a las tropas españolas. Por un momento cesó el fuego y parecía que los rifeños se habían retirado.
Las tropas españolas avanzaron con intención de retirar las bajas que desde dichas alturas les habían causado, cuando desde la cueva comenzaron de nuevo a disparar con fuego todavía más intenso. Nuestras tropas tuvieron que pegarse al terreno quedando inmovilizadas, siendo imposible incluso retirar a tres heridos que cayeron debido a tan potente fuego enemigo. Como la cueva y trincheras eran desconocidas, Varela solicitó permiso para reconocer el terreno y tratar de desalojar al enemigo oculto que tanto daño les hacía desde aquella estratégica posición. Tras concedérsele el permiso, pidió un grupo de voluntarios, integrado por él que iba en cabeza, tres Sargentos y veinte Soldados, todos de su Compañía. Al Teniente Fleitas de la Compañía le ordenó que con su Sección hiciera fuego donde se suponía que estaban los rifeños escondidos. Al Teniente Grimal le ordenó que le siguiera para que les cubriera con su Sección. Y al resto de la Compañía les mandó que cubrieran las posibles salidas del enemigo y, en lo posible, retiraran a los heridos.
Varela, pistola en mano, avanzó lo que pudo sólo para reconocer el terreno y efectuó personalmente la descubierta, percatándose entonces que el enemigo estaba escondido en una cueva, muy bien camuflado por la vegetación. Los rifeños lo descubrieron y comenzaron a disparar intensamente; pero, aprovechando la breve pausa que siguió a la descarga y apoyado por el fuego de su Compañía, ordenó el asalto a los tres Sargentos y 20 hombres que le seguían a la bayoneta, yendo él el primero. Revólver en mano, saltó con sus hombres a la trinchera y entró en la cueva teniendo que librar feroz combate cuerpo a cuerpo. Cuando estaba rematando a uno de los rebeldes, otro que estaba cerca alzó su gumia para atacarle por la espalda, pero Varela se giró y le disparó inutilizándole el brazo y soltando el arma blanca: sería el único superviviente enemigo. En el combate en la cueva tuvo 16 bajas entre muertos y heridos, varios de ellos de gumia. Del enemigo se recogieron 26 muertos y un prisionero que luego sería fiel a Varela, y en 1954 todavía vivía, cuando Pemán escribió la biografía de Varela. Un grupo de rebeldes consiguió escapar amparándose en la maleza y la fragosidad del terreno. En la cueva y trinchera se encontraron fusiles, munición, bolsas y armas blancas de los huidos. Se procedió a evacuar a los muertos y heridos nuestros que fueron llevados a Teffer. Al finalizar la operación, Varela se presentó en la tienda del General Barrera en unión de los otros Oficiales llevando al prisionero. La primera intención fue fusilarlo; pero el Capitán de Estado Mayor Joaquín Miguel, de la Policía Indígena, rogó al General que lo dejara vivo para ser interrogado y utilizarlo como guía del terreno. Dijo llamarse Abdselam, del aduar Ain Zicten, kabila de Beni Scar. Contó que, al conocerse el avance de las tropas españolas, en los zocos se llamó a la guerra, concentrándose hombres de las kabilas de Beni Iseff, El Ajmás, Guezana y Beni Scar, junto con otros de kabilas de la zona francesa.
El asalto a la cueva de Muires fue un hecho de armas muy comentado por toda la prensa nacional y, principalmente, de San Fernando y alrededores, donde Varela nació, como en el Diario de Cádiz de 23 y 25-09-1920, Heraldo de San Fernando del 24, La Voz de San Fernando del 25, Diario Marroquí de Larache del 25 y 28, Diario “La Isla” de San Fernando del 27 de septiembre y 10 de octubre, Diario de Cádiz del 30, La Cotorra de San Fernando del 30 de noviembre, el diario Sol de Madrid del 18 de diciembre, la Correspondencia de España de Madrid del 28 y 29, etc. El Heraldo de San Fernando del 25 de septiembre informaba del acuerdo del Ayuntamiento, que decía: “El Ayuntamiento, conocedor brillante heroico hecho de armas últimas operaciones, acordó unánimemente dirigirte felicitación, enorgulleciéndose por tu abnegación y bizarría, se aumentó episodios gloriosos de ese sufrido Ejército, enviándote en nombre de este pueblo donde naciste apretado abrazo. El Alcalde Salvador García”.
Varela le respondió: “Emocionado, leo campo telegrama felicitación Ayuntamiento nombre pueblo, envío profundo agradecimiento a queridísimos paisanos, causándome inmensa alegría honrosa distinción, rogando acepten respetuoso saludo ilustre Corporación, cuyo Presidente abrazo. Varela”. El Ayuntamiento de San Fernando acordó también que la calle San Miguel en adelante llevara el nombre del Teniente Varela.
El Teniente coronel González Carrasco escribió al Ayuntamiento de San Fernando informando que había solicitado para el Teniente Varela la Laureada de San Fernando, máxima condecoración militar. El 29-10-1920, en la Orden General de la Alta comisaría se ordenaba la apertura de juicio contradictorio para la concesión a Varela de la Laureada de San Fernando, nombrándose Instructor al Comandante Juan Franco Fernández y como Secretario al Teniente Francisco Tobal Martínez. Testimoniaron en el juicio, el Teniente Coronel González Carrasco, el Comandante Amado Balmes Alonso, los Capitanes Luis Romero, Eugenio Santana Gros y los Tenientes Ángel Martínez Grimal, Juan Castro López, Luis Sauza del Plan (médico) y Gumersindo Manso Fernández-Serrano (este último fue luego Comandante General de Ceuta y también era tío carnal del Coronel Luis Manso, actual Director del Aula Militar de Cultura de Ceuta), así como los Sargentos que le acompañaron en la cueva, Santiago Muñoz Junio, Eduardo Méndez Alonso y Juan Cañas Monte. El Alto Comisario ordenó que se practicaran nuevas diligencias para que también declararan el General Emilio Barrera. El 4-02-1921 se nombró nuevo Juez al Comandante Pedro Royra Uriarte, y nuevo Secretario al Alférez Ricardo Vivas García. El 28-03-1921 se elevó el expediente a la Alta Comisaría. El 27-04-1921 el alto Comisario remitió la propuesta favorable al Consejo Supremo de Guerra y Marina. Y el 7-12-1921, el Rey concedió la Laureada de San Fernando a Varela.
Las tropas españolas, enaltecidas tras la gesta de Varela y sus hombres, prosiguieron el avance hasta conseguir situarse a las puertas de Xauen. El Coronel Castro Girona, disfrazado de carbonero indígena, que hablaba el dialecto de los rifeños, entró en la ciudad santa y logró contactar con los ancianos y nobles, les dijo que estaban sitiados y que si no se entregaban serían fuertemente bombardeados; los convenció, y éstos salieron con bandera blanca a recibir las tropas, de manera que el día 14-10-1920 cayó en poder de los españoles sin apenas tener que disparar.
El día 15 siguiente el General Berenguer entró triunfante en ella montado a caballo, quedando la ciudad en su poder. Los judíos sefarditas que vivían en Xauen recibieron a los españoles alborozados, aunque cuando después los rifeños volvieron a ocuparla, fueron represaliados y vejados.              

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