Federico García Lorca solicitaba de sus familiares, amigos y amantes a través de sus múltiples misivas que estas nunca fuesen desveladas, que no se las leyeran a nadie. “Carta leída, intimidad perdida”, les decía el poeta. Sin embargo, anoche decenas de personas escuchaban atentamente sin poder despegarse de sus asientos del Auditorio del Revellín lo que muchas de esas cartas contaban, gracias a unas brillantes interpretaciones de Gema Matarranz y Alejandro Vera que se echaron al granadino a sus espaldas en ‘Lorca, la correspondencia personal’.
Quizá si el poeta granadino hubiese estado presente, incluso, les hubiese concedido el indulto pese a violar esa intimísima petición, porque ambos actores se inmiscuyeron bajo la piel de Lorca para desvelar su verdad más oculta y la que tantas luces puede lanzar tanto sobre su vida como sobre su obra.
La arriesgada apuesta de Juan Carlos Rubio consiguió salir adelante gracias al perfecto ejercicio interpretativo de ambos actores que, desde que irrumpieron al principio de la función en el patio de butacas, consiguieron atrapar a los presentes y sumergirlos en el océano de emociones que encharcaban al granadino en las última horas antes de su muerte. Sus preocupaciones, sus miedos, sus alegrías, anhelos y esperanzas. García Lorca es un desconocido y, esta noche, con algunos de sus secretos sobre la mesa, al menos por este público ceutí, fue correspondido.