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“Las cofradías tienen claro que de los pobres no se presume, se les sirve y punto”

Es una persona capaz de concederte una entrevista sobre la marcha, capaz de hablar de cualquier tema y de satisfacer todas las preguntas sin andarse con rodeos. Carlos Amigo habla en una entrevista con ‘El Faro’ del futuro de la Iglesia, el papel de los jóvenes e incluso de los escándalos en los que ha estado envuelta.
–¿Qué espera de su próxima visita a Ceuta?
–Servir lo mejor posible a las personas que me han invitado a dar esta conferencia y a esta celebración. No tengo otro deseo sino el responder a aquello que en estos momentos puede ser la vida cristiana y también cofrade, y hacer referencia a algunos acontecimientos de la Iglesia y de la vida social.
–Usted fue arzobispo de Tánger, ¿qué recuerda de aquella época?
–No es que recuerde como algo pasado y lejano. Allí primero había estado como fraile destinado para suplir a algún hermano, y posteriormente fui enviado por el Santo Padre como arzobispo y allí estuve más de ocho años. Yo esperaba que allí estaría ya toda la vida pero llegó el momento en que el Santo Padre me quiso en Sevilla, y con mucho gusto fui. Lo de recordar no es simplemente una memoria de acontecimientos, personas, hechos o situaciones no siendo siempre fáciles, sino que esa memoria es recordar cómo es pasarlo un poco por el corazón y ver, sobre todo, a las personas que tanto me ayudaron a realizar mi misión, a las que tuve que servir y personas con las que tuve que llorar juntos por acontecimientos que causaban mucho dolor... en fin, recuerdo un trozo de la vida que no es una nostalgia de algo pasado sino que permanece en el recuerdo de las personas.
–Después fue nombrado arzobispo de Sevilla, ¿es el sevillano más cofrade que cristiano?
–(Ríe) No, no, porque lo fundamental es ser cristiano. Cofrade es situarse dentro de la Iglesia en una asociación para vivir mejor como cristiano. Este es el origen de las cofradías. Sobre todo en las más antiguas que suelen ser las hermandades de la Vera Cruz iban los misioneros a un pueblo y entusiasmaban a la gente con el seguimiento de Jesucristo y dejaban como recuerdo una simple cruz. En torno a esta cruz se hacía una capilla, un pequeño centro de asistencia social, una pequeña hospedería para los peregrinos, y un centro de curas para los enfermos, y por eso el culto. La caridad está en lo más originario de las hermandades pero comprendemos en seguida que todo esto es para ser mejores cristianos, y desde entonces podemos repasar la historia de las grandes y pequeñas hermandades y cofradías, de las más antiguas a las más recientes, y vemos que no ha cambiado, ni muchísimo menos, esa disposición y esa actitud. Pero tenemos una situación nueva, y a ver qué respuestas tenemos que dar como cristianos y como cofrade. Pero repito, no puede ser nunca buen cofrade aquel que no es buen cristiano, naturalmente.
–¿Han mantenido las cofradías ese espíritu solidario de sus orígenes?
–Las cofradías  tienen la práctica de la caridad y el amor fraterno metido en su misma esencia. Lo cumplirán mejor o peor, pero no hay cofradía alguna que no sepa que lo fundamental en ella es el culto al Señor, a la Santísima Virgen María y la práctica de la caridad fraterna. Lo que suele ocurrir es que las cofradías, y en algún aspecto esto es laudable, hacen obras de caridad y proyectos sociales magníficos de ayuda a los necesitados. Yo he estado durante muchos años en Sevilla y conozco sus hermandades y también de Andalucía y de muchos sitios más, y hay obras de caridad admirables, dignas de todo el elogio, con mucho dinero empleado y, sobre todo, con mucha entrega de las personas. Sin embargo he visto que las cofradías no suelen presumir, porque tienen un sentido muy cristiano de que de los pobres no se presume, se les sirve y punto. En cambio las cofradías tienen unos enseres nuevos, un manto o un candelabro de cola que exhibir y están en el escaparate. La labor caritativa y social de las hermandades es, en general, muy laudable.
–He leído que usted ha sido el impulsor de los derechos de la mujer en las cofradías, ¿cuál es su papel en estas?
–Bueno, los derechos son de las mujeres. Simplemente yo he ayudado un poco a que estos se reconocieran. No son propiamente derechos sociales, sino es que en una  asociación de fieles cristiana no puede haber distinción por razón de sexo. Otra cosa distinta es que dentro de la cofradía se distribuyan los oficios, los quehaceres y los diferentes asuntos que hay que gestionar, y eso se puede distribuir dependientemente. Pero en una asociación de fieles en la que no haya distinción no puede haber una exclusión de la mujer, otra cosa distinta es que haya una asociación que quiera ser sólo de mujeres, bien y de hecho las hay, pero las hermandades suelen ser en general asociaciones donde no aparece esa exclusividad y, por tanto, todos tienen el mismo derecho a pertenecer a la hermandad.
También otra cosa distinta es si la mujer tiene que salir en la Estación de Penitencia o no. Pero claro, si una persona pertenece a una  asociación, para una hermandad lo de la Estación de Penitencia está como la protestación de fe, que son cuestiones esenciales en la vida de la hermandad, tampoco se le puede negar a la mujer que esté presente.
–¿Qué papel considera que está jugando la Iglesia en estos tiempos de crisis?
–Pues bajo muchos puntos de vista está jugando un papel muy importante.  Lo primero es una llamada a la responsabilidad y darse cuenta que esta crisis no viene simplemente de algo coyuntural y económico, sino que aquí hay muchos valores en quiebra, y no solamente lo que quiebran son las empresas, sino las personas, que no tienen razones para vivir o para esperar lo que llamamos nosotros los valores o las virtudes con las que estos se ponen en práctica. Esta llamada a la justicia, a la equidad, pero no solamente con palabras, sino que la Iglesia se está empleando de forma generosa en el servicio a los demás, y ahí están los números extraordinarios y abundantes de los miles y miles de personas que diariamente están asistidas por la Iglesia, sus asociaciones, sus instituciones, las diócesis, las parroquias, los religiosos y religiosas... y que están ahí a través de Cáritas u otro tipo de asociaciones. Están asistiendo a personas que de otra manera no tenían ni siquiera lo más indispensable para poder vivir cada día. Creo que la respuesta de la Iglesia ante la crisis es de efectividad: denuncia la situación y hace ver el camino que hay que seguir, pero pone manos al trabajo y abre sus puertas para recibir a todo el que llegue y necesite ayuda.
–¿Han podido los últimos escándalos de pederastia perjudicar la salud de la Iglesia?
–La Iglesia lo que tiene que ver no es si le perjudican o no, sino su responsabilidad y su coherencia como cristianos. Desde luego, responsabilidad porque es un pecado muy grande y un delito y con todas las consecuencias que esto tiene desde el punto de vista de la conciencia y la reconciliación con Dios, y después también la responsabilidad con los derechos vulnerados de las víctimas, de los menores en este caso. Pero también hay que tener en cuenta que la responsabilidad es con todas las víctimas, porque también ha habido muchos casos con acusaciones infundadas, como lo demuestran muchas de las denuncias sobre todo en EEUU, donde el juez ha dicho que no había razón. También aquí ha habido víctimas. Repito, aunque solamente hubiera habido un caso, es algo reprobable y, naturalmente, la Iglesia está actuando con mucha prudencia pero también con mucha contundencia.
–Otro de los asuntos por los que la Iglesia ha recibido críticas ha sido en cuanto a la Ley del Aborto. Hubo quien le acusó de jugar un papel político en este asunto...
–La Iglesia en este tema no ha tenido fisura en algún momento. De una manera muy clara y determinante ha defendido el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte, sin ningún tipo de paliativos. El aborto es un crimen horrendo, como dicen los documentos de la Iglesia, y aquí nunca ha tenido la menor duda. Matar a una persona en cualquier momento de su existencia es un pecado y un delito muy grande. Y por eso, nunca, nunca la Iglesia ha dado sospechas respecto a su fidelidad a esta doctrina en defensa de la vida.
–¿Cómo ve el futuro de la Iglesia?
–Con mucha esperanza, por muchos motivos. En primer lugar por un motivo vamos a decir teológico: el misterio de la encarnación del Hijo de Dios no retrocede nunca, siempre va hacia adelante, a esa consumación de todo en Cristo. A lo largo de la historia hay altibajos y muchas veces esos puntos bajos creemos que son como retrocesos pero después hemos visto que nos han ayudado a reflexionar o a ser más fieles. Lo importante no es preguntarse cómo será el futuro de la Iglesia, sino cómo queremos que sea el futuro, y hacer todo lo posible para que ese futuro sea lo mejor. Igual que un padre no puede contentarse preguntando cómo será el futuro de su hijo y debe pensar cómo desea que sea. Si quiere que sea honrado trabaja para que así sea, si quiere que sea un especialista en algo que le dé la educación que considera que debe tener para conseguir esa meta. El futuro es más bien una responsabilidad y desde luego, de ninguna de las maneras se puede afrontar con miedo o con sospecha de catástrofes que nos pueden caer encima.
–¿Cómo considera, entonces, que quieren los cristianos que sea el futuro de la Iglesia?
–Con la fidelidad a Jesucristo y el servicio a sus hermanos, por decirlo de una forma muy sencilla. Todo esto requiere escuchar la palabra de Dios, celebrar los sacramentos, la participación en la Eucaristía el domingo y en otras circunstancias, el servicio a la caridad fraterna, dar testimonio del Evangelio de Jesucristo en medio del mundo donde uno se encuentre... con estas acciones ordinarias de la Iglesia, desde que Jesucristo nos anunció el Evangelio hasta hoy mismo.
–¿De qué está más orgulloso de la labor que ha hecho en la Iglesia?
–De aquello que he podido hacer para servir a las personas y que mañana pudieran ser un poco mejores cristianos y, en definitiva, más felices.
–¿Se ha quedado con alguna espina clavada o con ganas de hacer algo que no ha hecho?
–No, porque las espinas mías han sido, gracias a Dios, como las de la corona de Cristo, que al final siempre florecen y dan alegría.
–Cuando falleció Juan Pablo II, su nombre era uno de los que aparecían como posibles sustitutos...
–¿No me diga?

“Es bueno que haya una respuesta y una insatisfacción, pero siempre positiva”

Carlos Amigo es una persona muy cercana, sobre todo con los jóvenes. En la entrevista con este medio se refirió a las movilizaciones que se llevan a cabo por su descontento.
–¿Se siente la juventud cristiana reflejada en la Iglesia?
–Lo malo de la juventud es que parece que ha desaparecido de la vida social. Ahora hay unos brotes en estos movimientos del 15-M etcétera, pero te da la impresión de que no encuentras a los jóvenes. Por ejemplo, en la vida política encuentras relativamente pocos, lo mismo pasa en asociaciones de acción social, foros de opinión... como que están un poco desaparecidos y solamente aparecen en esas masivas reuniones nocturnas y alguna cosa más. Esto no puede ser así, los jóvenes deben estar presentes y muy vivo en todo aquello que es la vida social y, desde luego, tienen que estar presentes en la Iglesia y tener su puesto como jóvenes pero como jóvenes cristianos. Es decir, que a la Iglesia todos llegamos para vivir como Cristo nos ha enseñado a vivir. La Iglesia y los pastores tienen que estar dialogando con los jóvenes, pero no pensemos que en la Iglesia no están los jóvenes porque podríamos poner números que indican que si en alguna institución están presente los jóvenes es en la Iglesia. No hay ninguna institución que en estos momentos tenga una participación de jóvenes tan grande como la Iglesia, y una muestra se verá dentro de unas semanas con la presencia del Santo Padre en la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid.
–¿Quién tiene la culpa de que los jóvenes estén un poco desaparecidos de la vida social?
–Están desaparecidos porque, quizá, les entusiasma poco, o también porque no saben situarse como jóvenes con la responsabilidades que esto supone. Porque no solamente es salir a la calle sino mantener la proclama que uno pone en esa pancarta, es prepararse y estudiar para ser dirigente. Por ejemplo, la participación en la vida política, empresarial o social supone unas responsabilidades muy grandes, un esfuerzo continuo, una preparación y mucho sacrificio. A lo mejor hay un poco de sospecha de que el esfuerzo no va a ser compensado con aquello que se busca. Pueden ser muchas razones pero desde luego muchas veces se ve que trabajan con entusiasmo y de una forma  sacrificada pero en cambio su lenguaje no es de jóvenes cuando dicen ‘qué tiempo nos toca vivir’, ‘cómo está la sociedad’, o ‘qué difícil es abrirse camino’. Parece que junto a unas acciones positivas y juveniles hay un lenguaje envejecido y no propio de un joven que tiene que asumir los riesgos y la responsabilidad con mucha ilusión.
–¿Qué opinión le merece las distintas movilizaciones de jóvenes que muestran su descontento con el sistema actual?
–Tenemos que, en primer lugar, discernir un poco todos estos grupos, porque hay muchas cosas que son para aplaudir y a lo mejor otras no tanto. Pero que haya una inquietud, una respuesta y una insatisfacción positiva es bueno. Es decir que no solamente estoy insatisfecho y protesto sino que sea una insatisfacción que lleva consigo buscar los caminos de la participación en la vida pública y política. Por tanto, podemos decir que encontramos aquí algo que nos gusta, el que se clame por la participación de todos en algo que nos concierne a todos. Después hay algunas cosas que hay que aclarar bastante.
–¿Qué habría que aclarar?
–Pues que se definan los proyectos, el mensaje que se quiere llevar, las estructuras que lo consoliden y todas esas cosas.{jaimage crop="TC" /}

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