Aquel curso de 1969/1970 tuvo un aire muy especial para todas nosotras, las estudiantes del Instituto Nacional de Enseñanza Media, el único en aquel tiempo. Con todas las reválidas superadas, la de 4º y la de 6º, iniciábamos un nuevo año que en nada se parecía a los anteriores. Sería el último curso escolar, el preuniversitario, que así se llamaba este periodo previo a la entrada en la Universidad, y que comúnmente se denominaba Preu, tras el cual, y una vez superada otra nueva “reválida”, la Prueba de Madurez, nos esperaba el amplio horizonte de la Universidad fuera de los estrechos límites de Ceuta. Era aquel Preu de entonces una etapa educativa tan representativa que dio lugar a la película de Pedro Lazaga, en 1967, “Los chicos del Preu”, así, en masculino, pese a que su protagonista fuera la cantante Karina, que lanzaría a la moda la famosa canción “Los chicos y chicas del PREU”. Oírla en estos días aún conmueve: la letra no anda muy descaminada de los sentimientos de aquel periodo de tiempo.
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El curso académico 69/70 fue paradigmático además, porque nuestro Instituto mixto se escindió en dos. A partir de esta fecha, se nos llamaría Instituto Femenino e Instituto Masculino. Un muro en determinados pasillos, vino a separar físicamente ambos espacios tradicionalmente abiertos, aunque jamás se reunieron los niños con las niñas de aquel entonces. Una sola excepción: los chicos de letras de 6ª de bachiller, compartían aula con las niñas debido a su escaso número. Y, curiosamente, en aquel 69/70, los chicos y chicas del Preu, pese a aquella división administrativa, se mezclaron más que nunca.
Tal vez aires nuevos reinaban alrededor de todos nosotros, profesores y alumnos, que ya se reflejaron en el curso anterior 68/69, en el que el Instituto celebró el vigésimo aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos (1948). Derechos que eran radicalmente contrarios a los que propugnaba la dictadura franquista que nos acaecía. Fue una valiente conmemoración por parte del profesorado sobre todo, y en la que colaboraron ardientemente los alumnos, especialmente los de 6º y Preu. De ello nos da buena muestra la extraordinaria revista HACER del Instituto, imprescindible para recuperar la memoria de aquel periodo de nuestra educación.
Aires nuevos que, desde Francia con su mayo del 68, nos llegaban muy tímidamente a nuestro círculo estudiantil, pero que, sin duda, calarían en algunos de nuestros profesores, sobre todo en aquellos que eligieron trabajar en el Instituto Femenino. Nuevas canciones y películas también auguraban cambios de comportamiento y otras alegrías cotidianas: La película de Javier Aguirre, en 1967, “Los chicos con las chicas”, canción paradigmática de aquella época, interpretada por el famoso grupo Los Bravos, y con la sugerente letra en la voz de Mike Kennedy: “… “Las cosas han cambiado/yo soy feliz/los chicos con las chicas pueden vivir/por fin hemos ganado/hay que reír…”, que nos inyectaba un hálito de esperanza de que algo empezaba a cambiar en las relaciones entre los jóvenes.
Encabezaba el equipo de dirección del INEM femenino en el curso 69/70, D. Arturo Company, seguido de D. Antonio Aróstegui, D. Cecilio Alonso, D.. José Luis Prieto Díez, y como Jefa de Estudios, la agregada de latín Dña. Oliveria Martínez. Todos ellos optaron por este nuevo instituto de niñas, adolescentes y jóvenes, que empezaba su nueva andadura sin moverse un ápice del antiguo edificio ahora “dividido”. Un excelente equipo directivo, además de magníficos profesores, que a las chicas del Preu nos estimuló el estudio y las actividades escolares en las que nos hacían participar, a la vez que nos abrían nuevas expectativas sobre nuestro incierto futuro universitario. Sin duda el esfuerzo, la autodisciplina y la responsabilidad de todas y cada una de nosotras, fue lo que nos hizo a las chicas del Preu distinguirnos muy especialmente ante los profesores, que supieron confiar en nosotras y otorgarnos la confianza, tan necesaria en aquella edad nuestra.
El número global de alumnas escolarizadas en aquel curso académico del 69/70 era de 9131, teniendo en cuenta que el Instituto aglutinaba a la gran mayoría de los escolares de Ceuta, sin olvidar los colegios privados: el Colegio de los Agustinos, antiguamente masculino, y el Colegio femenino de la Inmaculada, que ofrecían enseñanzas hasta 6º de bachiller. El Preuniversitario se impartía solo en el INEM, lo que nos daba oportunidad de reunirnos y conocer a los nuevos compañeros y compañeras, con los que, en ese curso 69/70 formamos una auténtica piña de entrañables amigos y amigas.
Atrás quedaban los compañeros y compañeras de 6º de Bachiller, con los que tanto tiempo compartimos a lo largo de los seis años transcurridos en nuestro Instituto y, que, en el 69, la mayoría de ellos iniciaban los estudios de Magisterio, lo que venía a alejarnos a unos de otros. Así era nuestro sistema educativo de entonces, en el que no solo contaba la superación de los diferentes cursos académicos para llegar a tu objetivo, sino también la superación de las barreras económicas, entre otras, para salir de Ceuta y llegar a la Universidad.
Un excelente equipo directivo, además de magníficos profesores, que a las chicas del Preu nos estimuló el estudio y las actividades escolares en las que nos hacían participar, a la vez que nos abrían nuevas expectativas sobre nuestro incierto futuro universitario
En el curso 69/70, y de aquel número global de 9131 alumnas, solo 29 de ellas se matricularon en Preu, entre Ciencias y Letras. Es decir, un 4% de la población escolar femenina. Aún recuerdo nuestra clase de Letras, en la última planta del INEM. Un aula rectangular y pequeña a la que iban llegando los distintos profesores. Me viene la imagen de Don Antonio Aróstegui, fumando en pipa, y orientándonos el futuro hacia la Psicología, cuyos estudios se inauguraban en la Universidad Complutense de Madrid. Recuerdo que todas optamos por la nueva disciplina desde aquel mismo momento, seducidas por los argumentos que Don Antonio nos ofrecía y, sin embargo, y curiosamente, ninguna de nosotras optó por la Psicología que, en este tiempo, solo se impartiría en Madrid.
También me llega la figura de nuestra vallisoletana profesora de latín, la Sta. Oliveria, seria y estricta, sin poder ocultar la sonrisa de satisfacción cuando nos oía traducir del latín al español con la precisión y seriedad que ella nos exigía. A lo largo de aquel curso, logramos que perdiera su rictus de jefa de estudios para aproximarla a nuestras jóvenes preocupaciones cotidianas y establecer con ella cierta complicidad que nos alegraba. Tampoco podemos olvidar a Don Cecilio, que siempre sería para nosotras Don “Sesilio”, por mucho que la Sta. Oliveria se empeñara en corregirnos el seseo desde su acento de Valladolid. Don Cecilio, pese a su juventud, mostraba una madurez prematura. Con su aspecto de intelectual, solía explicarnos la literatura de una manera especial, siempre seductora. Solía reunirnos en torno a los poemas de Antonio Machado cantados por Juan Manuel Serrat. Eran clases voluntarias para quienes tuvieran el gusto de asistir, y acudíamos en pleno para gozar de aquellos momentos tan especiales. Las clases de literatura de D. Cecilio quedaron en la memoria para siempre.
Las chicas del Preu de Letras apenas llegaban a la quincena; las de Ciencias eran algo más. Un grupo de compañeras y amigas embarcadas en la aventura del estudio y cómplices en la alegría de los diecisiete o dieciocho años en una ciudad como Ceuta, con escasas alternativas sociales y culturales para las chicas de entonces. El coro de la iglesia de África, dirigido por el padre Terry, sirvió durante este año como punto de encuentro para muchas de nosotras con algunos de los chicos del Instituto masculino. Fue el tiempo en el que las guitarras y otros instrumentos musicales se fueron introduciendo en las iglesias para cantar las misas por pequeños coros de estudiantes.
Ceuta no fue una excepción, y aquel coro, entonando el “padre nuestro”, sin duda gustaba de los asistentes a misa de 12 cada domingo. Me viene al recuerdo nuestro entrañable Paco Gala, maestro de ceremonias musicales con su teclado siempre a mano. Y junto a Paco, Susi, este joven espigado y bien educado, que vino desde Alcazaquibir a Ceuta para estudiar el Preu con nosotros, y que a todos nos sorprendía con su magnífica voz siempre que entonaba el “Only you” de Elvis Presley. A todas nos embelesaba allí, en la Plaza de África, donde solíamos reunirnos tras los ensayos. También los guateques, animados con la música de los 70, fueron puntos de encuentros esporádicos en los que el baile de moda nos hacía disfrutar junto a los chicos del Preu: compañeros inseparables en las numerosas actividades que realizamos durante el curso. En este sentido, no podemos olvidar los famosos Juegos Florales anuales para celebrar el Patrón del INEM, Santo Tomás de Aquino, que este año sería muy especial con la inestimable ayuda del también entrañable compañero Carlos Acosta.
Una de las actividades estelares eran los viajes. Muy especialmente, el viaje de estudios, que nos daba la oportunidad de salir de nuestra ciudad y convivir entre nosotras durante el tiempo estimado. Aquel curso, las chicas del Preu tuvimos que viajar sin los compañeros. La razón tal vez fuera aquella división del INEM en masculino y femenino. Mientras los chicos se dirigían a las Canarias, nosotras partíamos hacia Galicia, en compañía de Don Pascual Mora… Este recorrido se grabó en nuestros recuerdos de manera muy especial. Lo pasamos en grande. La alegría y las risas fueron compañeras de viaje en el delicioso paisaje gallego. Una explosión de divertimento en el nerviosismo juvenil de encontrarnos alejadas de nuestro norte africano, y descubriendo este otro norte, Galicia, en toda su belleza. El regreso a Ceuta nos devolvió tristes y nostálgicas, pero el relato de la aventura prolongó nuestra alegría hasta que, poco a poco, las actividades académicas nos habituaron a la vida cotidiana.
Otro viaje, difícil de olvidar, lo protagonizaron los chicos del Preu de Tánger, alumnos del famoso Instituto Severo Ochoa, cuando vinieron a visitarnos al INEM femenino. Pasamos toda una jornada junto a ellos y sus profesores. Para nosotras fue un auténtico descubrimiento. Aquellos chicos parecían de otro planeta muy distinto al nuestro, pese a los pocos kilómetros que nos separaban. Su modo de vestir, de comportarse, aquella manera de hablar, de expresarse… Nada comparable a ninguno de nosotros. A través de estos jóvenes, Tánger se nos mostraba un paraíso que solo con el tiempo fuimos descubriendo.
Pasó un tiempo imperecedero que nuestras memorias atraparon de un manotazo para recrearlo a placer en el recuerdo. Las chicas del Preu se emplearon en la Universidad y lograron ser profesoras, abogadas, médicas, farmacéuticas… Mujeres que maduramos en tiempos difíciles: crecimos en la dictadura para desarrollarnos en la democracia y el inicio de las libertades, luchando siempre por buscar el camino preciso en el que ejercer nuestra profesión, sin perder la conciencia de la buena fortuna que tuvimos en el viaje de la vida junto a tan excelentes profesores.
En el 2002, quisimos encontrarnos con los compañeros y profesores de aquel curso para homenajear la memoria, y así lo hicimos. Un compañero de curso, Juan Vivas, aplaudió este Encuentro y colaboró con su generoso recibimiento.