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El humorista Luis Lara se decanta por el humor de lo absurdo y da gracias a Dios por haber conocido a José Guerrero ‘Yuyu’, capaz de hacer una creación a la pelusa del ombligo
Estudió en la Universidad de Sevilla para labrarse un futuro como periodista, narrando los acontecimientos que ocurren en el escenario de la vida. Sin embargo, las circunstancias le han situado a él sobre el escenario para narrar desde allí situaciones e historias absurdas, surrealistas y llenas de humor con las que alegra la vida a su público. Ha estado en nuestra ciudad para actuar el sábado por la tarde en la asociación carnavalera ‘Las Plantas’ y por la noche en el Nouveau Disco. No es la primera vez que visita Ceuta, pero ayer, nada más subirse al escenario aseguró que se encontraba “más feliz que el bidé de la Pataky” de estar otra vez aquí. Actualmente triunfa en la radio, en programas deportivos, donde da vida a personajes como el ‘Comandante Lara’, un piloto alcohólico nacido de su imaginación.
–Periodista, cantaor, humorista, ‘comandante’...
–Sí, polifacético. No hacemos nada bien, pero hacemos de todo (risas). Soy como Raúl, el futbolista, que decían que no era un 10 en nada, pero era un 8 en todo. No tengo abuela, yo me lo digo solo. Ahí está.
–¿Cómo acaba un periodista, que se supone que es una profesión seria, contando chistes sobre un escenario?
–A mí siempre me ha gustado el periodismo deportivo. Estudié con esas miras. Escuchaba en la radio los carruseles deportivos, a José María García en Antena 3. Me encantaba Gaspar Rosety, que en paz descanse. Era un narrador espectacular. Yo desde pequeño siempre decía: quiero ser como este hombre. Total, que estudié periodismo y los derroteros de la vida... Lo que estamos haciendo (en la radio) es reírnos con el deporte en lugar de contarlo. Estamos haciendo el programa de ‘El Pelotazo’, que hicimos en Canal Sur, durante diez años y ahora llevamos cinco años en ‘La Cámara de los Balones’. El periodismo serio lo he ejercido muy poquito, alguna crónica de partidos en Jerez, he mandado alguna cosita para Marca y para As, en el ABC cuando estuvo un año abierto en Jerez... Periodismo serio, poco.
–¿Cómo se enfrenta un humorista a su trabajo esos días que se levanta con el pie izquierdo?
–Se transforma uno. A lo mejor, un día, lo que tienes ganas es de meterte en el cuarto y echarte la almohada por la cabeza, pero por ahora soy capaz de transformarme.
–También le habrá ocurrido que llega a usted a cualquier lugar y casi tiene la obligación de ser gracioso, se le exige ser humorista las 24 horas.
–Eso parece que va en el contrato. Uno es un ser humano. Tienes tus días buenos y tus días malos, tus horas buenas y tus horas malas. Me imagino que un albañil tampoco tendrá todos los días ganas de levantarse a ir a poner ladrillos y cemento. Es cuestión de saber desdoblarse.
–Su público se ríe con sus chistes, con las historias que cuenta. No sigue la tendencia de algunos humoristas que cuentan chistes bastante malos, pero consiguen hacer reír por cómo ponen sus historias sobre el escenario.
–Yo, por ahora, siempre he sentido que he conectado con el público cada vez que me he subido a un escenario. No recuerdo un pinchazo gordo de decir ‘tierra, trágame’. Es verdad que no he pasado de Despeñaperros para arriba. No me lo planteo por ahora. A lo mejor, el intentar hacerme entender, me corta el punto. Nuestro ceceo, nuestro seseo, nuestras expresiones... por ahí, a lo mejor, en esos escenarios me va a costar más y a lo mejor sí puedo llegar a tener la sensación ésa de ‘tierra, trágame’.
–Me refería a que su humor es más del estilo del de Gila, del absurdo...
–Sí, me encanta el humor del absurdo. Yo soy de toda la vida de ‘Martes y Trece’. He crecido viéndolos cada Nochevieja. Soy de Faemino y Cansado, de Gila cuando cogía su teléfono. El humor absurdo y surrealista siempre me ha encantado. Y en este mundo Dios ha hecho que conozca a José Guerrero ‘Yuyu’, que es un maestro del surrealismo y del absurdo. Yo he ‘flipao’ escuchando algunas de sus creaciones, auténticas ocurrencias. ¿Cómo puede hacerle un pasodoble a la pelusa del ombligo o a un ‘peo’? Es lo más surrealista del mundo. Me has cogido de primeras. Es verdad, todo lo que sea surrealismo y absurdo, ahí muero.
–Llegará el momento en que salga en la televisión y la fama le haga reconocible para todo el mundo ¿Cómo se plantea ese momento?
–Seguimos hablando de que no hemos cruzado Despeñaperros. Por ahora, en Canal Sur, no he sentido ese vértigo del que te hablaba anteriormente.
–Muchas de sus actuaciones son en sitios pequeños, con el público muy cerca. Casi parecen reuniones de amigos.
–Exactamente. Un pub que me llama, una pequeña sala de fiestas... exceptuando algún teatro, pero son los menos. Me gusta tener a la gente cerquita, tener a cincuenta o sesenta personas que estén encima tuya. Eso sí, que contacte con ellas desde el principio. Si ves a la gente con la cara de un pimiento mirándote, pues dices tú: vamos a terminar rápido y a matar el toro.
–También se observa en los vídeos que con usted la gente no sólo sonríe, sino que se ríe a carcajadas.
–Con las carcajadas del público te vienes arriba. Hace que el absurdo y el surrealismo tomen rienda suelta y se convierta en una auténtica pelota. Te retroalimenta. Tú ves a gente que está a carcajadas y te vienes arriba. Sueltas auténticas sandeces y pamplinas. Ves que la gente está receptiva y dices: aquí las voy a soltar porque estoy como pez en el agua.
–Entonces, ¿en los días malos, subirse al escenario es una terapia?
–Es un sentimiento recíproco. Si la gente viene con ganas de reírse, aunque tengas un día malo, y empiezas tu actuación con alguna cosita y ves que la gente se carcajea, entonces se te pasa a un segundo plano el mal día y dices: vamos a vivir el momento y me voy a zambullir en el buen ambiente y el cachondeo.
La actuación la hace buena el público. He podido contar lo mismo una noche y contarlo en otro sitio, con gente menos dada a reírse... Nunca una actuación es igual a otra.