El lunes pasado, finalizaba mi artículo con el primer epígrafe de la “Lección inaugural” del Curso 2007 que impartí en el Aula de Cultura de los Ejércitos en Ceuta. Y hoy voy a exponer los epígrafes 2 y 3 de la misma.
2. Labor de divulgación sobre misiones humanitarias y de paz.-
También este Aula lleva a cabo una fecunda labor informativa sobre el papel que el Ejército desempeña en tiempos de paz. Y es que, a menudo se suele reprochar a los militares que sus gastos son dispendiosos y que se emplean con fines bélicos. Tal reproche viene a ser la antítesis del viejo aforismo latino que dice: “Si vis pacem, para bellum”. (Si quieres la paz, prepárate para la guerra). Y es cierto que las guerras suelen ser muy caras e injustas, porque producen destrucción, muertes, penalidades y sufrimientos a muchos seres inocentes. Por eso hace 2000 años, Cicerón ya decía “Prefiero la paz más injusta, a la más justas de las guerras”. Bastante después, Benjamín Franklin, también dijo: “Nunca hubo guerra buena, ni paz mala”. Cervantes en El Quijote, sentenció: “La paz es el mayor bien que se tiene en la vida, y no es bien que en la guerra hombres honrados sean verdugos de otros hombres”. El Papa Juan Pablo II, aseveró: “La guerra es siempre una derrota de la humanidad”. Y Gandhi, el campeón de la paz, clamaba a voces: “¡No hay camino para la paz… La paz es el camino!”.
Y, siendo eso así, ¿por qué entonces siempre tiene que haber guerras? A esta pregunta el inglés Hobbes, en el siglo XVII, ya dio adecuada respuesta, al decir: “Homo Homini Lupus”. (El hombre es un lobo para el hombre). Pero aquí en España nos lo dijo en puro castellano Francisco de Quevedo: “Sale de la guerra, paz; de la paz, abundancia; de la abundancia, ocio; del ocio, vicio; y del vicio, guerra”. Y observen cómo en las guerras siempre el país más fuerte ataca al más débil, y cómo los países donde más guerras hay y que son los que más sufren sus terribles consecuencias son los más débiles que no cuentan con un potente ejército para disuadir a sus potenciales agresores. Y eso sigue ocurriendo todavía, pese a que del nuevo escenario internacional parecen haber desaparecido la “guerra fría”, la amenaza de guerra nuclear y los bloques beligerantes radicalmente enfrentados; y pese a que también ha emergido un nuevo marco de relaciones internacionales basadas en el diálogo y en la cooperación pacífica entre los Estados.
A mi modo de ver, eso nos está ya indicando claramente que ningún país puede todavía bajar la guardia; porque a los riesgos tradicionales que siempre han amenazado la paz, ahora se unen otros nuevos, como el terrorismo nacional e internacional, que tanta barbarie y desolación siembran en todo el mundo. Y de todo ello, a mi juicio sólo cabe extraer una conclusión: Y es que, un Estado que quiera ser libre, independiente y soberano, si quiere hacerse oír y darse a respetar en el concierto de las naciones, necesariamente ha de contar con un ejército moderno, que haga conciliar la potencialidad de su fuerza con el uso pacífico y solidario de sus medios militares.
Y ha sido gracias a la labor divulgativa que este Aula realiza, como algunos civiles hemos podido conocer que el Ejército español, más que armarse para la guerra, lo que hoy hace es formarse para la paz y para la solidaridad. Porque las únicas batallas que en este Centro cultural nos han contado, han sido las que han librado los militares que han estado en el teatro de operaciones humanitarias de paz luchando contra el hambre, repartiendo comida a niños, mujeres y ancianos; salvando a muchas personas de la muerte, curando enfermedades y aliviando a otras en sus penas y sufrimientos cuando se quedan sin nada en las grandes riadas, terremotos, incendios y demás desastre, en los que nuestros Ingenieros militares establecieron comunicaciones, tendieron puentes, construyeron hospitales, viviendas y escuelas para pobres gentes que vivían a la intemperie. Y me refiero a Ingenieros que más conozco por haber sido el Arma que me honro de haber servido, pero para nada trato de hacer aquí distinción alguna entre Armas o Cuerpos, porque la práctica totalidad de las Unidades han participado ya en esa nueva guerra pacífica que ahora nuestro Ejército libra por el mundo a favor de la paz y contra la injusticia internacional.
Un total de unas 25 operaciones humanitarias y de paz, y unos 65.000 militares (en la fecha en que impartí tal lección, hoy bastantes más), esa es la contribución del Ejército español al mundo necesitado. Y yo sé que, para poder ir a ayudar a esa gente tan necesitada que ni siquiera conocen, teniendo que dejar atrás a sus familias y que arriesgar sus propias vidas, muchos de nuestros militares hasta pidieron recomendación. He leído que uno de ellos escribía a su madre diciéndole: “Si alguna vez muero en la misión, ¡no te apenes, madre, y sé feliz!”. Lamentablemente, después, murió. Otra madre despedía llorando a su hijo para el Líbano, diciendo: “¡Es el único hijo que tengo, y me da mucha pena que se vaya; pero esa es su ilusión!”. Y a un padre desolado ante el cadáver de su hijo, le oí decir ante las cámaras televisivas: “Es muy duro perder a un hijo; pero, ¡ha muerto cumpliendo con su deber!”. Y es que, como decía hace más de 2500 años el griego Herodoto, llamado el padre de la Historia: “En la paz, los hijos entierran a los padres; pero en la guerra, son los padres los que dan sepultura a sus hijos”.
Señoras y señores, cuando en esta lección llego a los que con tanto valor y generosidad así acuden a morir por los demás y por España, ahí mis palabras ya sobran, y sólo debe de hablar la hermosa lección de los hechos; porque no hay lección más magistral que la que nos dan quienes así ofrendan sus vidas por la Patria y por los demás. Y también está la lección de sus familiares, que ante un ser tan querido de cuerpo presente, el único consuelo que unos padres encuentran es el de saber que - como se canta en la “La muerte no es el final” - murieron cumpliendo con su deber, porque: “¡Se lo demandó el honor, y obedecieron. Lo requirió el deber, y lo acataron. Con su sangre, la empresa rubricaron. Y con su esfuerzo, la Patria redimieron!”.
3. Labor de unión de pueblo y Ejército en Ceuta.-
Pero hay otra faceta muy importante que promueve y fomenta este Aula Cultural. Y es el relevante papel que la misma desempeña en favor de la unión de Pueblo y Ejército en Ceuta. Aquí, el acceso es libre para todos, y dentro se propician el encuentro, la convivencia y las relaciones entre militares y civiles. Y, aunque de ninguna manera pretendo yo residenciar exclusivamente en este foro la buena armonía que en Ceuta se da entre Ejército y sociedad, porque esa simbiosis cívico-militar que aquí se vive tiene su más genuina expresión en sus calles, sobre todo, el Día de las Fuerzas Armadas y en los Arriados de la Bandera ahí fuera en las calles de Ceuta, que es uno de los pocos lugares de España donde todavía pueden verse militares de uniforme, es donde más directamente se encuentran y se funden Pueblo y Ejército. ¿Y saben ustedes por qué?. Pues, porque los ceutíes quisieron en 1640, por ellos mismos voluntariamente ser españoles y abrazarse a la Bandera de España, que lleva ya ondeando en Ceuta desde Felipe II en 1580; o sea, 427 años (hoy ya serían 434).
Ceuta siempre fue un frondoso vivero de vocaciones militares, cuya cantera castrense, ¡cuántos buenos soldados ha hecho de los hijos de esta querida tierra!. Para acreditar su patriotismo y su amor a España, ahí está el teniente D. Jacinto Ruiz, hijo de Ceuta, que en 1808 tan heroicamente luchó en Madrid por la independencia, la soberanía y la dignidad de nuestra Nación frente a la invasión francesa, para ir luego a morir a mi querida tierra extremeña, en Trujillo, población que lo acogió dándole cristiana sepultura en un sitial de honor durante cien años. Y en Ceuta, Pueblo y Ejército siempre estuvieron unidos como una piña. Y eso fue lo que hizo posible que juntos pudieran resistir tantos ataques y sitios como la ciudad sufrió. Aquí, militares, civiles, clérigos, mujeres y ancianos, todos al unísono, participaron en su defensa con ardoroso fervor patriótico.
La españolidad de Ceuta siempre fue aquí defendida con garras, con bravura y heroísmo. En la puerta de entrada a Ceuta por el Puente del Cristo, los españoles tenían colocada una frase lapidaria que advertía a sus sitiadores: “¡MUERTOS SÍ…, VENCIDOS NO!”, a modo de como en 1808 otro poeta soldado popularmente conocido como “El cantor del 2 de Mayo”, Bernardo López García, advertía a los franceses en una de sus estrofas a pie cañón: “Oigo, Patria, tu aflicción/ y escucho el triste concierto/ que forman tocando a muerto/ la campana y el cañón/ sobre tu invicto pendón/ miro flotantes crespones/ y oigo alzarse otras regiones/ en estrofas funerarias/ de la iglesia las plegarias/ y del arte las canciones”. Lo que da idea del patriotismo, valor, capacidad de sacrificio y sufrimiento que derrocharon los ceutíes tanto aquí para defender Ceuta, como en Madrid el teniente Ruíz para defender España.
Pues aquel viejo espíritu de unión entre Pueblo y Ejército, todavía perdura hoy en Ceuta. Los ceutíes saben muy bien que las Fuerzas Armadas velan y son garantes aquí de la seguridad y de la españolidad de este precioso rincón de España. Pero también el Ejército sabe que aquí la población civil lo arropa y le da el respaldo que también necesita para sentirse comprendido y apoyado por la sociedad a la que sirve. Ceuta, siempre fue en eso muy agradecida y solidaria. La Sargento Dª Susana Pérez Torres, lo decía entre lágrimas el pasado septiembre (de 2007), al recibir la Medalla de su Ceuta natal, por su entereza ante la muerte de su esposo, también Sargento, fallecido en misión de paz: “¡No olvidaré nunca - dijo -cómo la ciudad que me vio nacer se ha unido a mí en la peor etapa de mi vida!”.
Señoras y señores, con mi lección inaugural he querido poner de relieve la importante labor que este Aula realiza como ejemplar foco desde el que se irradian cultura y saber al servicio de Ceuta y de España. He resaltado la importancia que en la vida tiene la cultura. He resaltado el papel esencial que en la paz desempeñan nuestras Fuerzas Armadas. He destacado la unión en Ceuta de Pueblo y Ejército. Y he puesto de manifiesto los valores y las virtudes de los militares. Pero esto último, no me lo he inventado yo hoy aquí, porque hace ya 400 años el soldado-pòeta Calderón de la Barca dijo de la milicia: “Aquí, que ninguno espere ser preferido por la nobleza que hereda, sino por la que él adquiere; porque aquí a la sangre excede el lugar que uno se hace; que sin mirar cómo nace, se mira como procede. Aquí la principal hazaña es obedecer, y el modo como ha de ser, ni pedir ni rehusar. Aquí, en fin, la cortesía, el buen trato, la verdad, la lealtad, el honor, la bizarría, el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad y la obediencia, fama, honor y vida son; caudal de pobres soldados, que en lo bueno o en lo malo, la milicia no es más que una religión de hombres honrados”. Pues que el nuevo curso que hoy comienza les resulte a todos muy útil y provechoso.
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