En la tumba 4946 está enterrado el cuerpo del joven hallado en la orilla de la Ribera hace una semana. Su familia está segura de que es Yusef, un menor que una semana antes intentó llegar a nado a Ceuta.
La imposición del visado como única vía para cruzar la frontera impidió que su madre pudiera realizarse las pruebas de ADN y, lo más importante, pudiera despedir a su hijo.
Este es el último caso registrado en la frontera sur, pero es uno más de los tantos que se repiten en una ciudad que no está preparada para responder con protocolos adecuados a las muertes de inmigrantes.
Al otro lado de la frontera que separa Ceuta de Marruecos quedan las madres a las que no se les permite la entrada ni siquiera para reconocer a sus propios hijos en el depósito o avanzar en la identificación de los cuerpos.
Para el Laboratorio de Criminalística de la Policía Judicial de la Guardia Civil, es vital contar con una muestra de ADN de la madre para lograr una identificación plena. Es la muestra estrella, la auténtica para saber quién es el fallecido. ¿Pero cómo conseguirla si la frontera se convierte en un muro infranqueable para quien no tiene visado?
A pesar de las denuncias y exposiciones de casos similares, sigue sin haber un protocolo para permitir estas entradas o para facilitar la realización de este tipo de pruebas en la propia frontera.
No consta infraestructura alguna en la que los agentes de las fuerzas de seguridad puedan realizar este tipo de prácticas en casos excepcionales. Ni consta ni se permite que de manera extraordinaria se lleven a cabo al existir una falta de cooperación entre países que se traduzca en un protocolo de sencilla aplicación.
Ni siquiera en los casos en los que se ha podido lograr un reconocimiento del cuerpo al encontrarse documentos se ha permitido que una madre pueda cruzar la frontera para despedir a su hijo.
¿Protocolos fallidos?, ¿falta de voluntad política? Poner nombre a la razón que impide cumplir con esta despedida poco interesa, ya que ningún organismo ha hecho presión para conseguir una mínima cooperación entre países para solventar esta gran laguna.
Las madres terminan llorando a unos hijos a los que no pueden besar por última vez, ven cómo fueron sus entierros a través de vídeos grabados o por eventos en directo que otras personas realizan de manera altruista en Sidi Embarek.
Son despedidas duras que lejos de encontrar alguna alternativa para evitarlas permanecen olvidadas.
Este es un tema tabú, un asunto del que no se habla, al que no se hace mención cuando se alude al cumplimiento de los derechos humanos.
Esta misma semana la ministra Elma Saiz se vanagloriaba del respeto que se tiene hacia la política que en materia migratoria desarrolla el Gobierno de España, situándola como un referente para otros países. Pero esas políticas no entienden de madres desesperadas que no pueden besar a sus hijos. No entienden de lágrimas ni de perdón.
El equipo de profesionales que conforma el Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil realiza todo tipo de gestiones para intentar lograr con éxito la identificación de los cuerpos sin vida encontrados en Ceuta.
En esas labores es importante la obtención de ADN y el más exacto es el que puede aportar una madre. Además de la presentación de la denuncia por desaparición, cualquier gestión realizada físicamente es importante.
El problema radica en la imposibilidad de cruzar un paso fronterizo que desde su reapertura viene marcado por exigencias, la principal la del visado que solo se concede en casos de que existan circunstancias concretas.
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