Aunque con varios meses de retraso, el Ayuntamiento de Tánger ha ejecutado ya buena parte de los trabajos de reparación de las tumbas destrozadas y saqueadas entre marzo y abril de 2014 en el cementerio de Boubana, el camposanto en el que descansan los restos de más de 30.000 europeos que residieron en la ciudad y en su área metropolitana en los tiempos en los que la urbe gozaba, antes de la independencia de Marruecos, de estatus internacional.
Entre los moradores de ese recinto se cuentan decenas de ceutíes que trabajaron en la ciudad en la época del Protectorado. Las obras fueron reclamadas en su día por el cónsul de España en la ciudad, Arturo Reig Tapia, y su homólogo francés tras constatar ambos, en nombre de otras legaciones extranjeras, que hasta 62 sepulcros con cadáveres de antiguos residentes europeos habían sido violentados por culpa, en buena parte, de una nula vigilancia. Las tumbas, coronadas con cruces, aparecieron con los mármoles rotos o arrancados. En un primer momento se llegó a hablar de robos de restos mortales e incluso de “profanaciones”, pero ese extremo fue desmentido en los días posteriores.
Los operarios enviados por el Ayuntamiento de Tánger han cumplido con el programa de obras y han tapiado panteones y nichos, además de levantar un muro en el acceso derruido que se supone sirvió de acceso en su día a los visitantes nocturnos del recinto. En su petición de ayuda, los cónsules también contaron con el respaldo desde el primer momento del obispo de Tánger, monseñor Santiago Agrelo, que para evitar errores de interpretación negó actos sacrílegos y redujo el fruto del vandalismo a “acciones de delincuentes” que cometieron sus acciones para hacerse con lápidas de mármol o metales muy valiosos para ser posteriormente vendidos en el mercado ilegal. De la mano del francés, el Consulado de España reclamó hace casi un año vigilancia en el cementerio y también un listado completo de los nichos asaltados para poder informar a los familiares de los fallecidos sobre si los panteones de sus allegados habían sido asaltados. Con miles de enterramientos, la inmensa mayoría de ellos con varias décadas a sus espaldas, el camposanto internacional da cobijo a los restos de españoles y franceses de forma mayoritaria, pero también a británicos, italianos e incluso estadounidenses. El paso de los años ha favorecido un descuido contra el que, en teoría, debe velar la institución que detenta las competencias de su mantenimiento, el Ayuntamiento de Tánger. El de Boubana no era tampoco el primer caso de saqueos en cementerios marroquíes. En la propia Tánger existe otro recinto funerario, el de Marchán, que ya tuvo que cerrar en su día a cal y canto ante la insistente presencia de saqueadores a la busca y captura de cualquier objeto valioso. Los de Nador y otras ciudades del norte de Marruecos también han sido objeto de ataques.