–¿Eres de los que se han ido haciendo a sí mismo?
–Sí, tuve que poner mucha valentía para llegar donde he llegado, por lo que opino que la vida me ha enseñado igual que puede enseñar el mejor libro de una universidad.
–¿Te sientes orgulloso de ello?
–Sí, he hecho de todo, desde fontanero hasta botones, carpintero, guarnicionero, hombre-rana, pescador submarino y presidente del UA Ceutí, donde llegamos a contar con dieciséis equipos.
–¿Cuál fue el peor momento deportivo de tu larga trayectoria?
–Sin duda alguna cuando se quemó la sede del UA Ceutí en el año 1980 porque pedimos ayuda a los altos cargos de España pero no nos ofrecieron ninguna. La única esperanza era la Caja de Ahorros que siempre nos habían apoyado, por lo que hablé con Antonio Bernal y nos dio la ayuda necesaria para tener un patrimonio ya que nos habíamos quedado sin nada.
–¿Cómo fueron los años posteriores a la quema?
–Cuando estaba el bingo terminado y empezamos a ganar dinero mis directivos se revelaron contra mí, estuve a punto de irme pero ante los comentarios de que me marchaba por el endeudamiento de la sociedad me volví a presentar y dije que me echaran los socios, lo cual hicieron.
–¿Por qué entras en política?
–En el año 1979 me pude presentar a las elecciones con UCD pero como no sabía nada de política renuncié. Sin embargo, en el año 1983 Antonio Bernal me pidió que fuera en su lista de Acción por Ceuta, entré con el número siete y fuí concejal en agradecimiento al apoyo que Antonio Bernal me prestó.
–¿Cómo recuerdas esos cuatro años?
–Fue una etapa muy bonita porque tuve la suerte de contar con un secretario como Luis Fort que hizo lo indeseable para tener unos buenos festejos.
–¿Qué balance harías de tu paso por el UA Ceutí como presidente de la entidad?
–Fue una satisfacción y me quedaría con todo menos con el final porque sufrí mucho ya que no teníamos dinero y no nos ayudaba nadie. Pudimos ser los dueños del deporte en Ceuta porque teníamos a 250 deportistas con clubes desde los más pequeños hasta Tercera División pero hasta el año 1982 no empezamos a tener dinero. Aún así, es una satisfacción haber trabajado con todos los chavales, aunque salieron muy pocos por la escasez de medios.
–¿Recuerdas con nostalgia las instalaciones del Ángulo?
–Sí, teníamos un campo propio y me dio pena su desaparición pero era consciente de que teníamos que salir. Por allí pasaron cientos de jugadores y formamos un buen equipo con personas como Antonio Atencia, Paco Anta, Villodres, El Cirulo y otros tantos. Todos unidos hacíamos que en los campos estuviéramos representados en todas las categorías.
–¿Cómo se produce tu nombramiento como presidente de honor de la Federación de Fútbol?
–Antonio Gaona me llamó para asistir a una asamblea federativa, escuché la reunión y me dio alegría por ver tanta gente nueva, sobre todo muchos que fueron futbolistas en mi etapa, y me dí cuenta de la papeleta que tiene el estamento federativo por problemas con los campos, los jugadores o las fichas. Antonio García ha formado una directiva de gente joven que con un poco de ayuda de los que les gusta el fútbol podrían hacer muchas más cosas.
–¿Tan sorprendido te quedaste tras la junta directiva?
–Estaba tan aislado del deporte que en menos de dos horas me dí cuenta de la situación del fútbol ceutí y de que hay muchos problemas por solucionar.
–¿Por qué has aceptado este cargo?
–He cumplido mis deseos desde que dije que quería ser alguien y me quedaba éste porque me he casado, he tenido dos hijos, he plantado un árbol, he escrito un libro y tengo el escudo de oro de la ciudad. Sustituyo en este puesto a una persona muy querida como Antonati y pienso que hay muchos que podían ocupar este cargo, entre ellos Antonio Fernández Prieto.
–¿Qué te reporta este nombramiento?
–Una gran alegría porque creo que en Ceuta hay unas 2.000 personas que han podido leer mi libro desde que se editó en diciembre del pasado año y que no han dudado de que he sido capaz de lograr todos los cargos a base de trabajo y sacrificio, es decir, nadie me ha regalado nada.
–¿Qué esperas aportar?
–Después de estar treinta y siete años alejado un poco del deporte es difícil decirlo pero le quitaré tiempo a mi mujer para aportar mi grano de arena para buscar algunos jugadores o cargos antiguos para estudiar formas de ayudar a la Federación con el objetivo de volver a ser lo que fue. Antes no teníamos nada pero sí había el factor humano.
–¿Cómo te gustaría que te recordaran?
–Como una persona que no le ha gustado hacerle daño a nadie y que reconozcan que todo el que me ha necesitado me ha encontrado.
“El apodo de Paco Lata me lo pusieron de pequeño por el mero hecho de estar siempre en un taller”
recuerdo. Francisco Luque no olvida el nombre por el que le conoce casi todo el mundo. “Mi amigo Cayetano Fortes Marín me lo puso cuando éramos niños porque siempre estaba en la fontanería de mi abuelo y, en esa época, era habitual poner apodos”.
No obstante, nos dice que “me pusieron ese apodo por el mero hecho de estar siempre en el taller, a pesar de lo cual me encanta. De hecho, un día me mandaron una carta desde Caspe (Zaragoza) donde ponían mi nombre y luego habían pintado una lata y llegó a mi casa”.
Este ebanista de profesión recuerda su niñez para apuntar que “eran años donde pasamos mucha hambre porque no había poder adquisitivo, mi padre era albañil, mi madre fregaba platos y yo, a los nueve años, entré en el colegio pero me salí a los doce años”.
Su época de enseñanza fue demasiado corta. “No pude aprender nada porque no retenía los datos y, además, tenía un profesor como Marcelino Morla que era jugador del Ceuta y apenas tuve un año de clases con él porque se ausentaba mucho por su condición de futbolista”.
No obstante, la falta de estudios no le impidió ganarse la vida. “No tengo estudios pero me he buscado la vida con la ayuda de todos los que me han querido, como la familia Caballero en el Apolo o la familia García, que me acogieron con 17 años”.
A la hora de decidir sobre su futuro profesional apuntó hacia la profesión de ebanista. “Quería ser alguien, aprender un oficio y como vivía en la Huerta Martínez mi madre habló con la carpintería de Muebles Marruecos y allí empecé a trabajar. Luego, cuando acabé el servicio militar, me situé en el Apolo”.
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