El sector del taxi es uno de los más expuestos a eso que don José llama inseguridad subjetiva. Cada cliente es una sorpresa y hace falta mucho rodaje para detectar si tras la fachada de quien te pide que le traslades a un lugar de Ceuta se esconde un atracador que busca cargarse, de un plumazo, la recaudación de toda la jornada. Yo admiro a los taxistas. Al margen del aprecio personal que tengo por muchos de ellos, siempre he pensado lo duro que tiene que ser el estar expuesto a esa incertidumbre.
Las largas esperas en la parada hasta que la central te avisa del servicio, la crisis que les ha metido una dentellada buena, las carreras que cada vez son más difíciles de cobrar... todo se junta en una profesión sacrificada que encima topa con el maleante de turno. Son ya muchas historias de agresiones a este sector las que se han contado en estos años, son muchas las protestas de los trabajadores pidiendo mayor seguridad y demasiados desvelos para las familias a las que les ha tocado vivir un episodio de este tipo. Ayer les tocó a los compañeros del 110 y del 82, pero en otras ocasiones los números han bailado y la mala suerte se ha cebado con otros profesionales. Estas historias me recuerdan a la película del día de la marmota, en la que el protagonista vuelve a vivir cada día los mismos episodios, las mismas escenas, similares situaciones, atrapado en un mundo cíclico. En el taxi sucede algo parecido: la ruleta de la mala suerte da vueltas hasta que le toca a un compañero. Sucedió hace un par de ferias con varios robos, ocurrió con un compañero al que le llegaron a robar su vehículo y agredieron y más atrás en el tiempo con otros profesionales a los que apuñalaron violentamente o incluso dispararon a la luna de sus coches.
Y a pesar de todo esto, ellos están ahí, todos los días, cogiendo el volante, haciendo sus carreras, dando conversación a todo el que se sube a su taxi (sea del carácter que sea), convirtiéndose, incluso, en medio psicólogos del cliente.
Son en definitiva padres y madres de familia, que tienen que sacar el sueldo de esta manera, dando vida al servicio público. Hechos como los de ahora hacen pensar lo expuestos que están a sucesos de esta índole, mostrando la cara trágica de la profesión. Hoy el autor de los atracos está detenido, pero la inseguridad sigue acechando en cualquier carrera. Y eso, digan lo que digan los mandamases, no tiene nada de subjetivo.