Los Cuatro Jinetes, además de la referencia obvia, son en esta cinta un grupo a lo Ocean´s Eleven formado por los mejores magos del mundo mundial cuyo mayor truco consiste en robar bancos mientras realizan su espectáculo en directo, para repartir luego el dinero entre el público. La premisa es de lo más atractiva pero, lógicamente, a los bancos implicados, así como a los agentes de la ley, no les hace puñetera la gracia, y es por ello que se monta la persecución de rigor que da sentido a que nos sentemos en la butaca de cine con un paquete de palomitas, un refresco y la predisposición a pasar un buen rato. A estos ingredientes habrá que sumarles la rivalidad imprescindible entre los componentes del grupo por la supremacía en su campo y algún que otro ilustre antagonista que se une a la fiesta. Obtenemos así un “truco” comercial que se antoja infalible, atractivo y atrayente hacia el camino de los buenos números en la taquilla.
El responsable del proyecto es el parisino Louis Leterrier (Transporter, Danny the Dog, Furia de titanes), y realiza una labor hábil de ilusionismo rodeado de pirotecnia que despiste ante la evidencia de la escasez de sustancia, disfrazando la falta de solidez con entretenimiento del más puro y ases en la manga que se desvelan en los últimos instantes de la película, como mandan los cánones del género.
Si la dirección podría haber sido encargada a cualquier artesano con idéntico resultado, en el reparto tenemos una sensación parecida: el elenco cumple bien su función sin alardes ni impresión de haber aceptado un papel escrito expresamente pensando en ellos y sus capacidades profesionales. El antipático Jesse
Eisenberg encabeza correctamente un reparto en el que destaca Woody Harrelson con su frescura y que cuenta también con las caras conocidas de Mark Ruffalo (sin cabrearse y ponerse verde), Isla Fisher o Mélanie Laurent (haciendo de francesa, faltaría más).
Por último y sin ser menos importantes, cabe resaltar la aparición de pata negra en papeles secundarios recaudatorios, que en este caso no impiden que los actores se sientan cómodos en la divertida empresa, de Morgan “Presencia” Freeman y Sir Michael Caine, y sin necesidad de que haya tenido que juntarlos Christopher Nolan. Un lujo que, siendo un gustazo para el espectador, la obra no se merece.
En una época en la que el cine de trucos mágicos resulta atractivo podemos decir que la cinta que nos atañe es una más, que cumple su función de hacer pasar un buen rato, aunque con altibajos de ritmo, y que por arte de birlibirloque saldrá de nuestra memoria muy poco después de haberla visto.