Cada vez que se aproximan unas elecciones surge el debate sobre la utilidad del voto y su relación con la ley electoral. Tratar de explicar un sistema electoral tiene un notable grado de dificultad, pero admitiendo que no hay sistemas perfectos, tratemos de aclarar cómo funciona la elección en el caso del Congreso español, para luego analizar su aplicación en Ceuta.
Para empezar, nuestro sistema es parlamentario, por tanto el Presidente del Gobierno no se elige directamente por los ciudadanos, sino que estos votan a los diputados que luego a su vez eligen al Presidente. Las votaciones se producen en 52 circunscripciones, que son las 50 provincias más Ceuta y Melilla. En cada una de ellas se elige un número de diputados que está en relación con su número de habitantes, siendo Ceuta y Melilla las únicas con un solo diputado cada una. Salvo en estas dos, en que el sistema es mayoritario (el que saque más votos es el elegido), en el resto el sistema es proporcional, esto es, se asigna el número de escaños que corresponde a la provincia en proporción a los votos que cada partido obtiene en la misma. En España se aplica la proporcionalidad siguiendo el sistema D’Hondt, que corrige dicha proporcionalidad favoreciendo al más votado, con la intención de facilitar la gobernabilidad. De esta manera, por ejemplo, en una circunscripción con 4 escaños, el primer partido se llevaría, además del primer escaño, el segundo, si dobla en votos a alguno de los otros, o el tercero, si triplica a alguno de ellos. Veamos un ejemplo sencillo para ilustrarlo, en que el primer partido duplica, triplica y cuadruplica a segundo, tercero y cuarto, respectivamente:
En nuestro ejemplo, el Partido A se llevaría el primer escaño (1000), el segundo (500) y el cuarto (333,33), mientras el Partido B se llevaría el tercero (499).
Si el sistema fuese proporcional puro, habría que aplicar el porcentaje sobre el total de votos obtenidos por cada partido: de los 2081 votos válidos emitidos, el Partido A tiene el 48,5%, el B el 23,98%, el C el 16% y el D el 11,97%. Aplicados dichos porcentajes a los cuatro diputados a repartir serían, respectivamente, 1,94; 0,96; 0,64; y 0,48. Suponiendo que la asignación se hiciera por los decimales restantes cuando no se llegue a la unidad, al Partido A le correspondería el primer escaño (1) y el tercero (0,94), al Partido B el segundo (0,96) y al Partido C el cuarto (0,64). Vemos que los resultados son sensiblemente distintos a la aplicación de D’Hondt, pues el partido A obtendría un escaño menos, y el C uno que no obtenía con aquel sistema.
Para terminar de entenderlo, y siguiendo con el ejemplo anterior de D’Hondt, supongamos que 100 votantes del partido C y 68 votantes del partido D deciden finalmente cambiar su voto a favor del Partido B, porque piensan que así evitan que gobierne A, de manera que los resultados serían los siguientes:
En este caso, serían para el Partido A el primer escaño (1000) y el tercero (500), y para el Partido B el segundo (667) y el cuarto (333,50). El resultado es muy distinto del primero, pues de 3 a 1 pasaríamos a un empate a 2 escaños entre A y B, y además el número de votos sin representación habría disminuido respecto al primer supuesto (de 582 a 414).
Es este el concepto de “utilidad” objeto de discusión. Por supuesto que cada ciudadano es libre de votar a quien estime oportuno, pero debe saber que el sistema de recuento puede dejar su voto sin obtener escaño, y por tanto sin influencia en la posterior elección del Presidente del Gobierno en el Congreso. Lo mismo sucede con los votos en blanco y nulos, que no cuentan a efecto de asignar escaños.
En el caso de Ceuta, ya hemos dicho que al elegir un único diputado el sistema es mayoritario: el partido que más votos obtenga se lleva el escaño.
Con independencia de la mayor o menor credibilidad que otorguemos a las encuestas, en las elecciones generales del 28 de abril hay dos opciones claramente diferenciadas: la de los que pueden hacer Presidente en el Congreso a Sánchez para seguir con el proceso de división de España y vuelta a la recesión económica, o la de los que pueden hacer Presidente a Casado para combatir el golpe de Estado en Cataluña y garantizar la continuidad de la recuperación económica. Y el votante deberá analizar en cada circunscripción qué utilidad quiere dar a su voto: si satisfacer su enfado votando a opciones que tengan difícil obtener representación, o contribuir a evitar que Sánchez vuelva a ser Presidente con los votos de comunistas,
separatistas y herederos de los terroristas.
En Ceuta el votante se va a ver en la misma tesitura o asegura con el voto al PP que nuestro representante en el Congreso ayude a echar a Sánchez o arriesga que la división del voto del centro-derecha pudiera hacer que los socialistas o obtuvieran por primera vez en décadas con un porcentaje pequeño. Los que decidan confiar en el Partido Popular pueden estar absolutamente seguros de que no les vamos a defraudar. Tienen un ejemplo cercano y claro en Andalucía, donde las fuerzas del centro derecha, bajo la Presidencia del PP, están dando ejemplo de buen gobierno y sentido común para beneficio de los ciudadanos.
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