Riss, editorialista de Charlie Hebdo, defendía hace poco tiempo la importancia de que las ciudadanas ejerciéramos nuestro derecho al voto.
Al mismo tiempo, respetaba la abstención consciente, esa que se lleva a cabo porque se está en contra del sistema electoral. Ese rechazo también puede producirse porque simplemente no se cree en una forma de gobierno en la que sólo se tiene la opción de votar cada cuatro años a una u otra candidata sin la posibilidad de pedir cuentas, ni de que las rindan.
Esto es, sin duda, una opción política tan legítima como defendible por ser una decisión consciente y razonada: no acepto las reglas del juego y no participo.
Hasta ahí, perfecto.
Sin embargo, lo que Riss criticaba duramente -opinión a la que se suma este H2SO4 - es aquella abstención que se origina por la convicción de la inutilidad del voto.
Así, hay ciudadanas que dejan de ir a votar por el mero hecho de que el resultado de su voto no se nota al día siguiente de las elecciones. ¿Consecuencia de esa corriente? Se quedan en casa mirándose el infinito ego de su ombligo, sin hacer nada más que pensar que nada es posible.
Se abandonan, pues, a un cómodo nihilismo cercano al encefalograma plano. Obviamente, esa postura se sitúa en las antípodas del posicionamiento filosófico que rechaza el uso de las urnas y el empleo del poder como solución. Nada que ver una cosa con la otra. Es el antagonismo puro entre la consciencia y la inconsciencia.
Así pues, ese “síndrome del resultadismo” no es exclusivo del derecho al voto y se extiende a cualquier otro ámbito. Viene a ser una curiosa tendencia en la que se pretende ser el centro del mundo, una suerte de “todo y ya” pero sin moverse del sillón. Como, obviamente, al final no se logra esa mutación en eje del globo terráqueo, se opta por pensar que el mundo se puede parar o incluso hundirse, “o lo que quiera que ocurra, porque con nosotras parece ir la cosa, y por tanto no nos comprometemos con nada”, ¿verdad?
Si bien cierto es que las situaciones no se resuelven en el acto por publicar una columna de opinión, dibujar una viñeta diaria o grabar unas impactantes imágenes (y si no, pregúntenle a mi compañera Carmen Echarri o a mis compañeros Vicente Álvarez o Mauro), no por ello se deja de crear, persistiendo en la idea de que el camino se hace al andar, poco a poco, muy poco a poco, pero camino al fin.
Cierto es que las guerras no se paran con cuadros, a pesar de la brutal belleza del Guernica o de las impactantes aguafuertes los desastres de la guerra de Goya, que no dejan de ser todo un símbolo del pacifismo.
Cierto es que muchas veces las luchas se inician sin saber si se van a poder terminar; ejemplo claro es el del francés Jean Moulin (cuya fotografía ilustra este H2SO4), resistente antinazi. Este ex gobernador civil dio su vida por mucho más que su país sin poderlo ver liberado, y ello a pesar de su inteligente e intensa lucha que siguió hasta en el tren que lo transportaba hasta los hornos crematorios. Murió asesinado por las palizas y las torturas que la Gestapo continuó llevando a cabo en los propios vagones de la muerte. A Jean Moulin se lo llevaron con un corazón repleto de un mundo basado en la Fraternidad y libre de opresión. Él nunca alcanzó su sueño, pero los demás le debemos ese reconocimiento.
¿Todo eso se hizo o se hace en vano?
Visto así, nada es necesario, nada merece la pena. Absolutamente nada.
¿Para qué enviar ayuda humanitaria a tal o cual país en guerra si total, mañana habrá más guerra? ¿Para qué, también, ayudar a quienes menos tienen por simple espíritu de Humanidad?
Estúpidas preguntas ¿no es cierto?
Así, no podemos criticar a la clase política por ejercer actuaciones cortoplacistas y nosotras comportarnos de igual forma, una suerte de Ley de la Atracción en la que se obtiene lo que se proyecta.
El editorialista Riss llamaba en su columna al voto consciente y pensado, al voto decidido y comprometido, al voto ideológico y convencido, al voto inteligente y efectuado con todas sus consecuencias. Es definitivamente ese voto el que, posteriormente, podrá permitir pedir responsabilidades a quienes lograron convencernos. Es precisamente voto/toma de posición es el que suscribe este H2SO4.
Hora es, pues, de reivindicar la extrema “utilidad” de lo que otras llaman “inutilidad” y que las demás llamamos, con mucho menos ego y ombligo, evolución, o incluso Revolución.
¿“Utilidad” o “Inutilidad”? Ahora quien debe decidir de qué lado está, es usted. Nosotras lo tenemos muy claro.