Dawda Dremmeh abandonó hace diez años su humilde aldea de Gambia para intentar moldear el que estaba llamado a ser su particular sueño europeo. Como la mayoría de sus compañeros de viaje, el periplo de meses y de miles de kilómetros chocó con la valla del perímetro fronterizo de Ceuta para, poco después, pisar suelo español y convertirse en residente del CETI. Allí permaneció durante dos años, hasta diciembre de 2010, cuando vio cumplido su anhelo de dar el salto a la península.
Con sólo 32 años, su vida se truncó el pasado sábado. La lucha por la supervivencia le había llevado hasta los campos de Jaén, donde trabajaba en la recolecta. Compartía una tienda de campaña con otros compañeros que, al levantarse para emprender la faena, descubrieron que Dawda no respondía. Había muerto horas antes. La huella que dejó durante su paso por el CETI, corroborada por los testimonios recogidos por El Faro, es lo que ha impulsado a los trabajadores del centro a iniciar una campaña de recogida de fondos con los que sufragar la repatriación del cuerpo, que aguarda aún en Jaén ante la imposibilidad de que su familia asuma los 5.100 euros en los que se ha presupuestado el traslado. Se han habilitado huchas con las que los empleados del CETI animan a participar, pero también una cuenta bancaria (2100 4207 20 2200036478) en la que ingresar cualquier aportación, por pequeña que parezca.
“Era un chico ejemplar a pesar de su corta edad. Se podía hablar de él de cualquier tema, porque era una especie de enciclopedia andante. Agradable, siempre con buenas palabras para todo el mundo, sin importar si eras blanco o negro, tu nacionalidad o tu religión... Los que hemos tenido el placer de haberle conocido no tenemos palabras para describirle”, reconoce con emoción Aixa El Ouaz, trabajadora del CETI.
Allí recuerdan que una de sus mayores ilusiones era regresar algún día a su aldea para poder abrazar a su madre, con la que ya se han puesto en contacto. “Está destrozada desde que se ha enterado, y la única esperanza que le queda es darle a Dawda su último adiós, calmar así un poco el dolor de una madre viendo por última vez a su único hijo varón”, añade Aixa con la esperanza de que los ceutíes respondan a esa súplica.