Nada existe para el egoísta, a menos que sirva a sus fines, a sus deseos, a sus caprichos; a su forma de ser Tal como ha sido educado o, simplemente, acostumbrado. Sea de una forma o de otra, el caso es que el egoísta siempre resulta ser una persona poco o nada fiable y puede llegar hasta las más altas cotas de pobreza de miras. No participará nunca en trabajos en los que no lleve la dirección para poder, así, obtener las máximas ventajas para sí mismo. En todos los tiempos ha habido personajes de ese tipo y los ejemplos de sus actuaciones no son ejemplares, ni mucho menos. Nunca pensaron en lo mejor para los demás, en servir a sus necesidades, cualquiera que fuera la misión a desarrollar, sino en alcanzar el máximo beneficio - de todo orden - para sí mismo. ¡Qué horrible es trabajar junto a personas egoístas!
Esa actitud es bien distinta de aquella otra en la que se comparte un boquete en la tierra para guarecerse del frío y de la lluvia o, en casos extremos pero totalmente ciertos, de la metralla en un frente de guerra. Es otra, bien distinta, la formación de quienes han sufrido directamente cualquiera de las estrecheces y de los peligros que se han dado y se dan a lo largo de los tiempos. Estas personas saben comprender las dificultades y las soportan mientras pelean decididamente para vencerlas, abiertamente y sin sacrificar a nadie en beneficio propio. En todo caso está presente el sacrificio por los demás; nunca el prepararles trampas que pueden resultar mortales o de muy graves consecuencias. El trabajar unidos, sin dobleces, generosamente y cuidando siempre de los demás, antes que de uno mismo, es algo que alegra el alma.
La alegra y la fortalece; no sufre los temores del egoísta, que se apesadumbra por la pérdida de unos céntimos o de un puesto representativo al que aspiraba. Es triste, verdaderamente triste, la falta de sensibilidad del egoísta y sus consecuencias, ya que tratará - por cualquier medio - conseguir lo perdido o lo no alcanzado. Antes que cualquier consideración prima esa situación a la que aspira impulsado por su egoísmo, por su falta de aprecio a los demás, a los que tienen otra forma de pensar, que no excluye a nadie sino que quiere vivir junto a todos los demás, aunque habiten en otros lugares de su mismo país. Olvida, el egoísta, que los demás saben apreciar las conductas de sus semejantes y les duele mucho que los desprecien o no los tengan en cuenta. El egoísta no siente amor por los demás.
Nuestra Nación - España - no es el resultado de un capricho sino el logro de muchas generaciones de españoles que supieron poner todo su empeño en crearla, servirla y defenderla en todo momento. No cabe que el egoísmo pueda llegar a destruirla, pues son muchos los que la aman y desean servirla con todo su ser y con los sacrificios que sean necesarios. Ofende quien piensa e intenta hacer de España otra cosa distinta. España es una, tal como la recibimos de nuestros mayores que supieron luchar y sacrificarse por ella y ningún sentido egoísta puede poner en peligro su unidad. Dejen a un lado esos egoísmos, esa forma de pensar en sí mismos, exclusivamente, y manténganse unidos a todos los demás para que nuestra Nación se mantenga firme en la adversidad que actualmente se padece.
Ese egoísmo que se ha manifestado recientemente en algún lugar de España nos duele enormemente. ¿Cómo han podido llegar a ese extremo de falta de consideración hacia la integridad de su propia Nación? ¡Cuánto nos alegraría que rectificaran totalmente esa actitud!
Manuel de la Hera Pacheco.- 14 Septiembre 2012
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