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La traición del beso

Através de las redes sociales - ¡como no podía ser de otro modo en la era de las “primaveras árabes”! - Ibtissam Lachgar, co fundadora del Movimiento Alternativo para las Libertades Individuales (MALI), me cita en un café contiguo a su domicilio en Hassan, el barrio que se despliega entorno a la torre homónima, en Rabat. “No dejo de recibir amenazas. No quiero ir sola a la calle. Mi fotografía ha aparecido en todas partes. La gente me reconoce. Me persiguen y me insultan. ¡Temo que me agredan!”, me confiesa Ibtissam, intranquila, como si necesitara justificar mi aproximación al lugar de encuentro. “¿Qué tienes pensado hacer?”, le inquiero en cuando la tengo frente a mi. Bajando la mirada, Ibtissam me confiesa: “No lo sé. Estoy cansada. Todo esto es demasiado. Tengo una carrera que desarrollar. No encuentro trabajo. Creo en lo que hago y defiendo pero, al fin y al cabo, estoy sola, estamos solos”, reconoce esta psicóloga clínica. Y me explica como la situación de su pareja, Soufiane Fares, vecino de Salé, la harto conservadora localidad aledaña a Rabat, tradicional bastión del islamismo marroquí desde Al Adl Wal Ihssane (Justicia y Espiritualidad) hasta el Partido para la Justicia y el Desarrollo pasando por el más reciente salafismo, no es mucho mejor. “¡Imagínate como es para él! El lunes debe retomar sus clases en la Facultad de Derecho pero lo está pensando”, enfatiza ésta.
La Organización Unida de Derechos del Hombre y de las Libertades Públicas, con sede en Nador y presidida por Faiçal El Marsi, en el origen de la polémica sobre el beso furtivo protagonizado por dos adolescentes de la localidad rifeña y que trascendió al ciberespacio, ha anunciado que denunciará a Ibtissam. “Creo que hay alguna otra demanda por ahí. No obstante aún no he recibido notificación alguna. Trato de mantenerme tranquila”, señala Ibtissam. Por su parte, la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH, extrema izquierda) ha decidido interponer una demanda contra Amine Baroudi, quien se dio a conocer por su violenta oposición a los militantes del Movimiento del 20 de Febrero, en 2011, y que ha hecho lo propio en la tentativa de Kiss-ing auspiciada por el MALI de Ibtissam Lachgar el pasado 12 de octubre, frente al Parlamento de la capital.
Como anécdota, Baroudi, que en el momento del gesto de solidaridad con los jóvenes de Nador arremetió de forma agresiva contra los presentes, llevándose por delante parte de la terraza - y vajilla- del Hotel Balima, deberá responder a una denuncia presentada por los responsables del establecimiento hotelero. “Está bien que responda ante la justicia pero él (Baroudi) no es objeto de acoso ni amenazas, al contrario que nosotros”, puntualiza Ibtissam.

Kiss-ing de solidaridad

“Ha habido cierta confusión en cuanto a la convocatoria”, justificaba ante lo modesto de la afluencia al primer Kiss-ing de Marruecos el pasado 12 de octubre Ibtissan Lachgar. Apenas sí acudieron a la cita una treintena de jóvenes solidarios con la pareja de adolescentes de Nador que son objeto de un proceso judicial acusados de “atentar a la moral”. La prueba de cargo, una fotografía publicada en Facebook en la que chico y chica aparecen besándose frente a su instituto. “¿Es qué acaso hay algo más bonito, una muestra de afecto mayor, que un dulce beso la boca entre dos personas que se aman?”, se pregunta Nizar Benamate, una de las caras visibles del 20-F, la versión local de la denominada “primavera árabe”, también presente el día D en la terraza del Hotel Balima, frente al Parlamento. “Nos hemos reunido precisamente aquí, a los pies del legislador, porque ese manido discurso que no cesa de invocar el constante incremento de la esfera de las libertades individuales en Marruecos no se ve reflejado, en modo alguno, en el ordenamiento jurídico”, proclamaba Ibtissam frente a las decenas de periodistas, extranjeros en su mayoría, que acudieron curiosos a ver cómo se desarrollaba el primer Kiss-ing de Marruecos. La prensa local apenas sí estaba representada por unos pocos elementos de la prensa on line y fotógrafos de un par de rotativos nacionales.
Poco a poco se acerca la hora del beso colectivo. De forma discreta, elementos de las fuerzas auxiliares se disponen en las esquinas de la Avenida Mohamed V. Otros, que los presentes intuyen son policías vestidos de paisano, se mueven desde hace rato ya entre los propios contestarios. “¿Tenéis todos pareja? ¿A quién vas a besar tú?”, pregunta Ibtissam, sonriendo, a los pocos asistentes, cuyo número se equipara al de periodistas. A las 17.15, Ibtissam coge a Soufiane, su chico, y lo besa. Sólo otras dos parejas reproducen el afectuoso gesto. Los reporteros gráficos se arremolinan alrededor. De repente un grito. Baroudi ha empujado a Ibtissan y grita, blandiendo una botella en una mano y en la otra una silla: “¡Somos un país musulmán. Sois todos unos hijos de puta!”. Vuelan los objetos. El virulento pronto se ve secundado por hasta una decena de individuos. “Nuestro país está poblado por familias que descienden del mismo Profeta, y esto es una auténtica vergüenza. Es una traición a nuestras tradiciones”, repite un desconocido de unos cincuenta y tantos en improvisada rueda de prensa. Se multiplican las amenazas, los insultos, tratando de impedir que el Kiss-ing prosiga. Da comienzo entonces una persecución en toda regla por las calles del centro que termina en la Place Pietri o de “las flores”, como se la conoce en la capital.

¿Conservadurismo social?

Para unos, tan airada reacción al beso colectivo es un ejemplo del conservadurismo social de Marruecos. Para otros, simplemente, una maniobra de las autoridades para impedir la pública manifestación de afecto. La legislación al respecto es diáfana. “Todo depende de la discrecionalidad con la que los agentes de autoridad decidan aplicar las normas”, enfatiza Rachid Belghiti, figura destacada del 20-F y periodista de Hespress, portal de informaciones en lengua árabe que cuenta con más seguidores en el país. “Está prohibido mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio, si bien esto es una práctica habitual. Está prohibido el consumo de alcohol para musulmanes, si bien Marruecos es el segundo país africano que más bebidas alcohólicas consume. Está prohibido abortar, si bien cada día medio millar de marroquíes se ven obligadas a interrumpir su embarazo. ¡Es hora de adaptar las leyes a la vívida realidad y dejar de vivir en una gran hipocresía!”, denuncia Ibtissam en medio de la persecución a la que se ve sometida después de la violenta interrupción. Para ésta, “el arresto provisional y juicio a la joven pareja de Nador es la enésima muestra de la esquizofrenia de un país que prefiere mantener arcaicas disposiciones en el código penal y mirar hacia otro lado mientras la sociedad avanza”.
“Los que nos quieren llevar a la Edad Media no se esconden jamás. Estamos en guerra y  no debemos dejarnos arredrar. Urge romper los tabúes y luchar por nuestras libertades”, enfatiza Omar Louzy, militante berberista y presidente del Festival Internacional de Derechos Humanos de Rabat. Pero, ¿existe una mayoría social suficiente para llevar a cabo esta empresa? ¿Se puede achacar el boicot al Kiss-ing de Rabat a la sola acción del Majzén? ¿No están acaso el MALI e Ibtissam, el 20-F o Louzy en clara minoría ante el grueso de sus conciudadanos? ¿Se deben cambiar las mentalidades antes que las propias leyes o son las leyes las que debe hacer progresar el pensar de los marroquíes?
Según el filósofo e investigador berberista Ahmed Assid, “la marroquí no es una sociedad conservadora pero han querido que lo fuera, a través del sistema educativo y los medios de comunicación”. Según éste, “en los años 60 y 70 nuestra sociedad se dirigía hacia la plena apertura. Era un momento en que se pudo haber hecho eclosionar una nueva conciencia. Pero se produjo todo lo contrario y para contrarrestar a la oposición de izquierda el poder decidió instrumentalizar la religión. El resultado fue la vuelta de la tradición en detrimento de la apertura”. El debate está abierto, en parte, se compartan o no sus postulados y forma de actuar, gracias al valor y osadía de jóvenes como Ibtissam, pero también al exceso de celo de un sistema que se permite enviar a la cárcel a dos adolescentes culpables de haber besado. La última palabra a los marroquíes.

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