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“La televisión, muy ideologizada, ya no es la voz de la gente frente a los poderes”

{jaimage crop="TC" /}La inconfundible voz de Paco Lobatón se escuchó ayer en la clausura del IX Congreso de Periodismo de la UNED, a donde acudió para disertar sobre la televisión. Antes, atendió a ‘El Faro’

Si el entrevistador osa por espacio de apenas unos segundos a hacer un juego, evitando que el entrevistado lo advierta, pues se lo puede tomar como una falta de educación y respeto, consistente en cerrar los ojos, suspender la mente y perderse por el sonido que inunda cada rincón del oído, creerá estar, ahora mismo, acomodado en el sofá de casa y ante el televisor. La voz le es tan conocida como la de un familiar cercano. Confiesa el entrevistador que ayer le ocurrió: la dicción clara, limpia, suave, era la de Paco Lobatón, ayer en Ceuta para ofrecer la ponencia Los cambios en TV en la última década en la jornada de clausura del IX Congreso de Periodismo de la UNED.
–¿En qué ha cambiado nuestras vidas la televisión?
–Haciéndonos esa pregunta, todos podemos responder en algún sentido. Esto me lleva a un corolario muy importante, que es el que quiero transmitir a los jóvenes periodistas, y es el hecho de que la televisión siempre tiene influencia en la vida de la gente y en la sociedad, lo que comporta una enorme responsabilidad por parte de quienes la ejercen, cualquiera que se la posición que tenga en el proceso de hacer televisión.
–¿Cómo valora que la televisión sea azotada por la crema de la intelectualidad?
–Esto es un clásico. Desde los sectores intelectuales, que algunos llamaron de cejas altas, los medios que tienen una raigambre popular muy grande, que tienen un uso masivo siempre son sospechosos de algo, de no tener el rango de medios mucho más selectos como puede ser la prensa escrita, pero este reparo hoy en día está básicamente superado. Más bien, yo creo que la reticencia y críticas a la televisión tienen que ver con una oferta que se ha devaluado a la vez que el mercado en lugar de convertirla en una oferta de mayor calidad, la ha ido convirtiendo en una más comercial pero no de más calidad. Hay más oferta pero no mejor, por tanto.
–¿Es la televisión de la (in)cultura del pueblo?
–No exactamente, es el reflejo de una relación de fuerzas, de poderes. Creo que es el reflejo de la capacidad que tienen ciertos grupos económicos para mantener estructuras empresariales, eso por un lado y por el otro, en el dominio público, es el reflejo de cómo los partidos políticos que están en el poder entienden su relación con la gente a través de los medios de comunicación públicos y tenemos ejemplos muy recientes en estos días con el cierre de Canal Nou. Por tanto, la televisión que tenemos en general no es la que nos merecemos, es la que nos hacen tener quienes tienen la posibilidad de construir las estructuras de la televisión; nos merecemos una televisión mucho mejor y creo que tenemos posibilidades de alcanzarla.
–Argumentaba Fabra esta semana que no iba a cerrar ningún hospital a costa de mantener la televisión pública abierta. Tal valoración, ¿qué le sugiere?
–Me sugieren que es una argumentación tramposa, falaz, porque está apelando a una suerte de agravio entre servicios públicos esenciales, haciéndolo sobre la base de negarle al servicio de la televisión su condición de servicio público esencial. En parte es natural que así sea porque ellos, el Ejecutivo que él representa, no ha hecho uso del canal en ese sentido sino en un sentido partidista y como gran aparato de propaganda. Cuando ya no le sirve y cuando además una institución, como es un Tribunal, emite una sentencia, va y lo cierra. Esta incongruencia no sólo es grave en términos de incongruencia sino que es un desacato. También en este plano hay un mensaje que es absolutamente negativo e insostenible que un poder público manda a su ciudadanía: hay una sentencia y si no me gusta rompo la baraja y se ha acabado; no debería de ser así.
–Existe una corriente de opinión que mantiene que la televisión pública ofrece, en efecto, un servicio básico pero que ahora mismo se concibe desde una base equivocada ya que el partido que esté en ese momento al frente de la autonomía en cuestión va a dirigir esa televisión a su antojo. Usted, siendo un patanegra de Canal Sur, ¿no cree que Canal Sur es excesivamente partidista?
–No me reconozco en la definición de patanegra, sobre todo porque fue buscada por una parte de la prensa, particularmente por El Mundo, de una forma no sólo peyorativa sino también insultante. Lo que sí soy es parte del equipo fundacional de Canal Sur, algo que tengo en mi haber como una experiencia formidable y apasionante. Creo que las televisiones públicas en general y las autonómicas en particular se deben a la gente, de modo que para que realmente respondan a su función, lo que hay que hacer es que los representantes de los ciudadanos, que son los parlamentos, controlen de verdad el funcionamiento tanto en término de gestión económica como en el de contenidos, controlarlos democráticamente. Esto no tiene nada que ver con la utilización de una manera interesada y partidista por parte de la fuerza política mayoritaria precisamente. Por ejemplo, en el caso de Andalucía hubo un cambio legislativo por el cual el máximo responsable de la televisión pública tenía que ser elegido no por una mayoría simple sino por una mayoría cualificada. Esto requiere que haya un acuerdo más allá de las mayorías parlamentarias gobernantes y que incluso los mandatos se solapen, que no sean coincidentes para que haya una garantía de continuidad. Luego tiene que haber algo más, desde el punto de vista de la organización de los informativos por ejemplo o la capacidad de consejo de redacción, que han de ser muy vigilantes respecto de la práctica cotidiana, de la independencia de la información respecto a todo tipo de posibles amenazas, que las hay, pues las tentaciones de manipulación o de presión sobre un medio siempre van a existir y siempre han existido. Así que lo que hay que tener son los resortes necesarios para resistir esas tentaciones o presiones y construir una información que responda de verdad al derecho de la gente a estar bien informada.
–¿Canal Sur informa bien?
–En mi opinión, Canal Sur tiene unos parámetros muy aceptables de información, y no he dicho objetividad porque la objetividad en estado puro no existe, pero creo que es muy razonable el comportamiento que hace Canal Sur en su información en general.
–¿Cómo ha evolucionado la televisión en España?
–Hay dos líneas de evolución distintas, las televisiones públicas por un lado y por otro las televisiones comerciales, lo que ocurre es que estas dos líneas se entrecruzan y yo creo que las televisiones públicas han sido subsidiarias, han pagado un poco el entrar en la rueda de la lucha por las audiencias y esto ha desvirtuado su función esencial en muchos casos. Antes he hablado de la línea informativa de Canal Sur, pero si hablamos de la línea programática habría muchas cosas que matizar y seguramente que criticar. Esto se debe a una especie de imperativo de conseguir audiencia a costa de rebajar exigencias de calidad y de un contenido que aporte a los espectadores cosas. En conjunto, creo que la televisión ha evolucionado hacia una mercantilización progresiva de forma que los programas y la oferta que hay dominantes responden a su capacidad para conseguir grandes audiencias.
–En la televisión ha habido también un proceso de ideologización....
–Estoy de acuerdo. Esto se se aprecia en determinados espacios, sobre todo en la televisión digital terrestre, que no me parece que sea una contribución al pluralismo sino más bien a un ejercicio del debate político frentista, radicalizado y esto no es lo mejor que se puede aportar a la sociedad para que ésta progrese en el debate de ideas.
–¿Ha perdido esencia periodística la televisión?
–Creo que sí, si entendemos por esencia periodística un valor tan importante como la independencia, el valor de ser la voz de la gente frente a los poderes. Ahora hay una presencia de tertulias excesiva. Se han reproducido como setas, se han mimetizado los formatos. ¿Se le puede a esto llamar periodismo? No, en rigor no lo es, es un ejercicio muy colateral del periodismo, el periodismo de verdad pasa por investigar los hechos, contrastarlos y ofrecérselos a la gente. Hay que escuchar lo que afecta a los ciudadanos de a pie.
–Si yo le digo 'Informe semanal', qué me dice.
–Lo que está pasando responde a esa dinámica de la que le hablaba y en la que los imperativos comerciales mandan sobre los criterios cívicos. Informe Semanal demostró, y yo tuve ocasión en los años ochenta incluso de ser colaborador en algunas de sus emisiones, una capacidad indudable para, mediante un contenido genuinamente informativo, conseguir grandes audiencias. Ahí está la batalla, la batalla no está en retirar el informativo a unas horas intempestivas de la madrugada porque no tiene audiencia sino plantearse por qué no está teniendo audiencia cuando ha sido un referente. Los productos informativos, y hoy en día ocurre con cualquier producto de televisión, para tener posibilidades de éxito tienen que tener permanencia, algo que las dinámicas dominantes impiden absolutamente. Un programa es retirado de inmediato si no tiene la audiencia esperada en las primeras emisiones y esto es una locura.
–Incluso las nuevas generaciones, que no vivieron el auge, ni siquiera el momento en que estaba en la parrilla, de 'Quién sabe dónde', le conocen por este programa, ¿esta circunstancia le molesta?
–No sólo no me molesta sino que es
un motivo de orgullo que mi nombre y mi perfil periodístico estén relacionados con Quién sabe dónde porque de este programa yo obtuve un valor impagable, que es conocer qué pasaba en la sociedad española en un segmento muy importante pues cada año hay 14.000 denuncias por desaparición detrás de las cuales hay todo tipo de situaciones sociales y humanas que son las que tienen que ver con la vida cotidiana. Cuando me incorporé a Quién sabe dónde venía de un periodismo de más élite, pues había estado en el Congreso de los Diputados o en la cobertura de la Moncloa, y sin embargo para mí haber entrado en el universo de Quién sabe dónde fue conocer la España real.
–¿Era caro hacer el programa?
–Tuvo audiencias impresionantes y fue líder durante mucho tiempo, duró seis años e incluso en la etapa final, desplazado a horarios más nocturnos, seguía teniendo muy buenos porcentajes. De modo que es ahí donde hay que medir la rentabilidad tanto en términos cuantitativos como en términos cualitativos porque Quién sabe dónde resolvió siete de cada diez casos que fueron planteados y esto tiene un valor social más que televisivo.
–Un valor social, humanista y cultural ofrece la televisión pública portuguesa pues los ciudadanos gozan de un canal público que emite enteramente en inglés. Los niños ven dibujos animados en versión original y los padres 'Casablanca' en inglés, circunstancia que luego redunda de manera positiva: los vecinos dominan el idioma de Shakespeare. ¿Por qué no hacemos los mismo en España?
–Lo que han hecho los portugueses, está claro por los resultados, es bueno, lo que pasa es que los hábitos en el modo de ver la televisión son muy difíciles de cambiar y cambian de manera muy lenta, de modo que implantar algo parecido en España me temo que sería complejo.
–Parece que el modo de hacer televisión en Estados Unidos es la panacea...
–La televisión que se hace en Estados Unidos se hace para el país y para el mundo. Por ejemplo, las series de televisión son superproducciones hechas a unos costes que serían imposibles de afrontar en España. En términos de periodismo, no creo que tengamos que tomar exactamente el modelo aunque sí sería interesante fijarnos en muchos elementos que componen el modelo americano.
–¿Qué proyectos tiene Paco Lobatón?
–Estoy ahora mismo en uno que es de una magnitud muy pequeña en comparación con otros en los que he tenido el privilegio de participar, estoy en un canal temático que es Crimen e Investigación en el que estoy desarrollando un trabajo de prescriptor y de productor de una serie de casos criminales de mayor impacto social con la intención de aportar una mirada crítica, reflexiva y de análisis de por qué han ocurrido y qué consecuencias han tenido esos hechos sobre nuestra realidad social.
–Voy a concluir con un clásico: ¿qué noticia sueña con contar?
–(Risas) Más que soñar con contar algo determinado, yo lo que espero que lo que haga en televisión no sólo sirva para entretener unas horas a un determinado número de personas sino que aporte algo más. Por ejemplo, entre los casos que voy a hacer los hay que no están resueltos y que sin embargo yo entiendo que se podrían resolver. Si fuéramos capaces de encontrar los cabos sueltos, la cadena humana y oral de los testimonios, podríamos además de restablecer la Justicia, devolverle la paz a las familias afectadas. Sin Justicia no hay una sociedad democrática y sana. Aunque se pequeñita, espero hacer una contribución a conseguir este objetivo.

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