La sostenibilidad social en la era de la opulencia

En ningún otro momento de la historia del ser humano se han dado circunstancias tan propicias para la supervivencia de grandes masas de hombres y mujeres. Los avances médico-tecnológicos están favoreciendo de gran manera que el ser humano viva más tiempo aunque haya perpetrado contra sí mismo grandes tropelías que dañan la salud. Pero, paradójicamente, también se puede leer en las obras de los sociólogos (Lipovesky y su felicidad paradójica, y Roy Porter y su historia de la medicina son obras donde se pone todo esto de manifiesto) y también de expertos en salud que nunca la población ha estado tan insatisfecha como en ninguna otra época con sus vidas y, en particular, en relación al trato que dispensan los profesionales de la medicina. Sin embargo, opulencia si que hay por doquier, y sobre todo en las cuestiones más superficiales: acicalamiento personal, boberías para llenar las casas de cosas superfluas, gastos suntuosos en ropa, viajes innecesarios y vacíos de contenido y de finalidad, bolsos de todos los diseños que se pueden imaginar, complementos, automóviles innecesarios, todo tipo de alimentos y un largo etc. de “bienes de consumo”, muchos de ellos completamente fútiles. En fin, es una extraña unión entre las vanidades y la dilapidación de los recursos planetarios sin más posicionamiento ante la sociedad que la letanía mercantilista y financiera dirigida al todopoderoso dios mercado. Todo esto nos puede hacer intuir que realmente el alargamiento de la vida no está directamente relacionado con la felicidad en la mayoría de los casos, y que la opulencia no es tampoco la base en la que sustentar una vida plena. La consecución de la felicidad está más relacionada con la salud (que no necesariamente con el alargamiento de la vida), con un entorno ambiental y social apropiado, con una vida productiva y con la tenencia de buenos y especiales lazos de amistad con otros seres humanos. Dicho de otra manera con vivir “la vida buena”, y no con “la buena vida” que en muchas otras ocasiones hemos comentado en nuestros artículos. Para vivir la vida buena, la cultura de los cuidados es crucial, cuidar de los otros es una de las prioridades de los seres humanos y de todos aquellos otros seres vivos que establecen lazos estrechos en las relaciones con sus semejantes. Basta observar a los perros, uno de nuestros compañeros en el largo camino de la evolución cultural, para darnos cuenta de como practican a diario ciertos rituales de limpieza mutua que no son más que una sabia iniciación a cuidar del semejante.
En estas circunstancias socioeconómicas mencionadas anteriormente llama la atención el poco desarrollo de las cuestiones ambientales y sociales. Centrándonos en la segunda de ellas, en lo social, observamos con estupefacción como desde las administraciones se dilapidan muchos recursos económicos en actuaciones que no requieren atención urgente (obras civiles sobre todo) pero, sin embargo, se dejan a la deriva de la atención otras realmente prioritarias en el ideario humano.
Hoy deseamos hacer algunas reflexiones sobre las personas que tienen alguna o varias discapacidades y que se encuentran al exclusivo cuidado de sus familiares. Las sociedades humanas más opulentas, como la nuestra, tienen una serie de mecanismos para ayudar y descargar en la medida de lo posible a las familias de estas exigentes obligaciones para con los suyos.
Las asociaciones de personas y de familiares de personas con discapacidades ofrecen una serie de servicios que están, al menos en una parte significativa, financiados por las administraciones públicas. En el caso de Ceuta sería la Consejería de Asuntos Sociales la encargada, directamente o a través de las asociaciones, de inyectar los recursos necesarios para ayudar a las familias que tienen estos problemas. Para nosotros está claro que la asignatura de la administración para con estas personas está todavía por aprobar ya que no existen los programas de integración en las instituciones educativas dependientes del estado como tampoco desde la Ciudad Autónoma se hace todo lo posible por solucionar problemas que se concitan a diario en relación a estas personas con discapacidades.
Desde nuestro punto de vista, Carolina Pérez como actual responsable del área de Bienestar Social de la Ciudad Autónoma de Ceuta tiene una deuda de cuidados con estas personas y sus familias. Por lo tanto, debería instar a las asociaciones a las que subvenciona para que atiendan estas urgentes necesidades a través de las ayudas. La consejera no puede aumentar la nómina de las crisis de los cuidados que se está implantando en nuestras sociedades, y debe jugar un doble papel: ayudar con recursos económicos y de otro tipo y motivar a aquellas familias con estos problemas para que no ingresen la nómina de los dimisionarios de los cuidados hacia sus semejantes y miren para otro lado, quedando finalmente el problema exclusivamente en manos de las administraciones. Por otra parte, el paralelismo entre la crisis de los cuidados y la crisis ambiental resulta curioso, ambas están motivadas por el sistema capitalista en su estado más delirante que pregona la traslimitación y optimización paroxística del rendimiento sobre cualquier actividad humana. Por ello ya no queda tiempo vital para cuidar al semejante y se van agotando paulatinamente muchos de los recursos planetarios.  
Para muchas personas con estos problemas, la solución sería la construcción de un centro de día. En esta infraestructura se ofrecen cuidados y entrenamiento a este tipo de  personas que quedan en manos de profesionales especializados. Se decía hace unos meses que el ámbito del bienestar social podría revelarse como un yacimiento de empleo para muchas personas desocupadas. Estas podrían atender a nuestros mayores y personas con problemas de discapacidad durante una serie de horas al día, descargando a las familias durante un tiempo, dando empleo en algo beneficioso desde muchos puntos de vista. Ceuta carece de centro de día y creemos sinceramente que una ciudad con las características de la nuestra debería tenerlo a la mayor brevedad posible. Mientras el desarrollo del centro de día se convierte en una realidad tangible, la consejera bien podría ir aportando soluciones a los problemas que le estamos planteando y como mínimo dignarse a responder los escritos que se le presentan. En fin, como conocemos la trayectoria de Carolina Pérez en otras consejerías, estamos esperanzados en que sabrá cambiar de rumbo y hará lo que buenamente pueda por ayudar en estas comprometidas situaciones vitales. Por nuestra parte estaremos pendientes del desarrollo del centro de día y sobre todo de las respuestas que sea capaz de ofrecer a estos importantes problemas que atañen a la sostenibilidad social, tal y como nosotros la entendemos.
A lo largo de un tormentoso viaje mental y de ensoñación más parecido a veces a una transformación que a un proceso evolutivo se pasó del reino puramente animal al reino de lo humano. Por fortuna no hemos abandonado la parte animal del todo pero tampoco hemos desarrollado a plena satisfacción el lado humano que, según Leonardo Boff, se basa en las relaciones de cuidado mutuo, cooperación, igualdad y amorización.
Ayudemos a los hijos y familiares de todos aquellos que tienen este tipo de problemas y demos un paso hacia delante en nuestra progresiva humanización que nos acercará más a la felicidad.