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“La solución al yacimiento arqueológico es un caso único”

Su apellido sustenta desde 1990 el 50 por ciento de ‘Paredes Pedrosa’, uno de los estudios de arquitectura más prestigiosos de España y el lugar donde se perfilaron las formas geométricas que luego alumbrarían el diseño de la Biblioteca Pública de Ceuta.

Profesora de la Escuela de Arquitectura de Madrid y coleccionista de premios nacionales e internacionales, Ángela García de Paredes (Madrid, 1958) inaugura hoy las Jornadas de Arquitectura y Urbanismo en el interior del mismo recinto del que es coautora.
–Pronuncia una conferencia hoy en un edificio que nació en su estudio y que se ha convertido en referente del diseño urbano de Ceuta. ¿Cuáles fueron las peculiaridades del proyecto al margen de la inclusión del yacimiento arqueológico?
­–Fueron varias las cuestiones en la Biblioteca de Ceuta que determinaron el proyecto. De una parte, efectivamente la existencia del yacimiento arqueológico, nada habitual en este tipo de edificios. Y por otra parte, también la compacidad de Ceuta, que obligaba a proyectar la biblioteca en altura, en cinco plantas, algo que tampoco es muy común. La escasez de suelo en ese lugar fue también el motivo por el cual el edificio se apoya sobre el yacimiento, ya que en otras condiciones igual no hubiera sido necesario y éste podría haber quedado fuera, a un lado. Pero como no había más espacio disponible, se decidió hacerlo así, englobándolo en incorporándolo en el corazón de la biblioteca.
–Una solución que le confiere una singularidad única en España...
–Sí, creo que es un caso único. Hay otros edificios que incorporan yacimientos pero en esos casos lo que se suele hacer, que era la idea inicial del Ministerio de Cultura, es relegarlo a un semisótano, reduciendo su visibilidad sólo a aquellas personas que de verdad tienen interés en conocerlo, o investigadores que necesitan entonces bajar hasta allí  para ver restos del pasado. En el caso de Ceuta la apuesta fue otra: no dejarlo en un sótano sino incorporarlo a l espacio central de la Biblioteca.
–¿Le disgusta la etiqueta de “vanguardista” que se le suele colocar a la Biblioteca para referirse a ella?
­–Yo no la llamaría vanguardista, preferiría considerarla contemporánea. Lo es porque se trata de una arquitectura de nuestro tiempo, que no trata de anticiparse a nada, sino ser de su momento. Es un edifico que no pretende destacar. Desde lejos, cuando se llega en barco desde Algeciras o se divisa desde la Bahía Sur, se ve cómo se incorpora a todas las casas de Ceuta de una manera muy tranquila. Desde esa distancia es un edificio muy neutro, no tiene grandes huecos ni colores en la fachada que lo hagan destacar del resto de los edificios. Es más bien eso, tranquilo y neutro.
–¿Costó mucho encontrarle encaje sin desentonar en su entorno, un terreno que se eleva y rodeado de bloques de viviendas de distintas alturas?
­–Son varias las cuestiones que llaman la atención en Ceuta. De una parte la topografía, ya que toda la zona es bastante empinada y las casas van como superponiéndose, y todas muy distintas en general. El perfil urbano de la ciudad es muy variado, con edificios muy diferentes. La Biblioteca volumétricamente no debía destacar. A pesar de la altura y de estar colocado en uno de los puntos más altos, el perfil no sobresale en altura de la línea del perfil de Ceuta, ni tampoco destaca de los demás porque tenga un color muy distinto o una composición de huecos distinta. Es muy neutro. Incluso el tono, el gris mate del aluminio, no destaca. La cubierta inclinada también pretende no marcar un volumen cúbico excesivo.
–El último premio cosechado en Madrid por su edificio, el Luis M. Mansilla, considera el diseño por capas de la fachada como una “resolución inteligente”. ¿Es una de las principales aportaciones?
–La fachada está construida con una doble piel: una exterior,  construida con grandes placas de aluminio perforado, que sombrea la verdadera fachada que queda detrás, que es acristalada y transparente, con los grandes huecos y ventanales que van a las salas de lectura. Esa doble piel básicamente tiene doble motivo: no destacar los huecos o ventanales al exterior sino producir un volumen neutro de aluminio, y  al mismo tiempo sombrear los ventanales, tamizar la luz, que es muy intensa en Ceuta. Entre ambas capas hay pequeñas pasarelas por las que se puede pasar para limpiar los ventanales, contribuyendo así al mantenimiento. Se limpian muy cómodamente.
–¿Es complicado en este tipo de edificios conjugar el diseño contemporáneo con la verdadera función de una biblioteca que es clásica, idéntica desde hace siglos?
–Bueno, las bibliotecas han cambiado y lo seguirán haciendo. Ahora mismo no son las que teníamos hace cincuenta años, que básicamente eran almacenes de libros donde las personas iban a cogerlos o a estudiar. Se están convirtiendo en centros vivos, de contacto entre personas o con la cultura. Se va a buscar libros físicos o información virtual, porque están ya dotadas de internet. Se puede entrar para sentarse y consultar los periódicos, revistas, tener un momento relajado de lectura, algo muy distinto a  quienes van sólo a utilizar los fondos de referencia de las plantas superiores. Y todo eso va a cambiar aún más. Por eso las bibliotecas deben ser edificios lo suficientemente versátiles para adaptarse a los cambios del momento.
­–Aunque la obra fue un proyecto conjunto con Ignacio Pedrosa, ¿hay algún sello personal suyo en la creación final?
–Bueno, en realidad cuando se trabaja en equipo las cuestiones que aparecen son fruto del consenso y del diálogo. Es lo bueno que tiene. A lo mejor en otras disciplinas una decisión personal en un momento pueden ser acertada o no, pero en arquitectura una decisión no acertada tiene un coste muy elevado, un elemento impacto económico. Y más en una biblioteca, que se hace con dinero público. Las decisiones es bueno que no sean personales sino dialogadas, y no sólo entre arquitectos sino también con quienes gestionan, financian, construyen o usan.
–¿Qué hay en su estilo de su padre,José María García de Paredes, el que fuera gran autor de auditorios en España?
–En mi caso, como en el de Ignacio, influyó mucho porque tras terminar la carrera en 1982, e incluso antes, trabajamos una década con él. La formación de un arquitecto joven, en contacto con otro mayor y con la práctica de la profesión, es fundamental. La mejor manera de aprender arquitectura es hacerla en un estudio y no sentado mirando un libro. Su manera de hacer proyectos, de trabajar, claro que me ha influido.
–¿Y el influjo de su tío abuelo, Manuel de Falla?
–También. Yo me he dedicado menos a la música y más a la arquitectura, pero es muy interesante la relación entre las dos disciplinas que ya mi padre exploró e investigó mucho no sólo en en la construcción de auditorios, sino teóricamente con escritos e incluso en el discurso de entrada en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, que se tituló Un paseo por la arquitectura de la música. Son muchas las reflexiones comunes entre arquitectura y música, que a mí me gusta recordar.
–¿Se ha cebado la crisis especialmente con su sector?
­–La crisis ha tenido una incidencia muy grande en la arquitectura. En nuestro caso concreto nos hemos dedicado prácticamente a la obra pública y los concursos se han reducido, son casi inexistentes. La Biblioteca de Córdoba, por ejemplo, que ganamos en 2007, el mismo año que la de Ceuta, aún no se ha construido siete años después. Las obras vienen despacio, una detrás de otra, pero hay más tiempo para pensar e intentar hacer las cosas mejor,  meditar las decisiones que se toman.
­–¿Le molestan las voces que durante estos años han señalado hacia las grandes obras para denunciar que ese dinero se podría haber empleado en otros fines?
–­Más que molestar, se debería tener un poco de conocimiento de lo que ha sucedido antes de emitir juicios, porque es cierto que se han construido edificios que no eran necesarios y otros que no tienen ahora uso o han costado más de la cuenta. Pero al lado de esas operaciones hay otras que han supuesto la construcción de edificios que están en uso, intensamente utilizados, que han cubierto un vacío en la cultura allí donde se han hecho: pequeñas bibliotecas, pequeños auditorios, equipamientos que cumplen objetivos importantes para la difusión de la cultura. Se ha hecho mucho y muy bueno.

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