Ayer tuvimos comparecencia oficial. Al presidente de la Ciudad le tocaba valorar la convulsión política generada como consecuencia del avance en la instrucción del caso ‘Loma Colmenar’. Dos de esas detenciones han tocado la línea de flotación del Ejecutivo, porque tanto Susana Román como Rabea Mohamed eran piezas importantes en esa particular esquema configurado a la idea de Vivas. Su dimisión, por propia voluntad, ha obligado a una reacción inesperada, porque siendo así no es Vivas quien las echa sino que son ellas mismas las que deciden marcharse y eso pudo alterar las previsiones de más de uno.
Pero no estoy aquí para escribir de lo que pueda cocerse tras el telón. Hace tiempo que la política es un nido de intereses y de hipocresía. Creo que, depare lo que depare el caso ‘Loma Colmenar’, Susana y Rabea abandonan un mundo que acostumbra a dejar pocos amigos. A los hechos me remito. El día en que ambas fueron detenidas se guardará para siempre en sus memorias. Solo ellas saben lo que se les podía pasar por la cabeza en esas horas de pura soledad. Seguro que el sentimiento de sus familias era lo primero. Ese día fue largo, al igual que la noche. A las puertas del juzgado los periodistas esperábamos conocer la decisión de su señoría. ¿Y saben cuántos amigos/compañeros de partido de Susana y Rabea estaban esperando en la calle? Ninguno. Solo sus familiares directos. No me vale que me respondan que estaban en un despacho encerrados, esperando acontecimientos, solidarizándose desde la distancia... las formas pesan mucho y donde debían estar algunos de los que ahora lloran no estuvieron. Ambas se marcharon en soledad, soledad política. Porque es lo que tiene ese mundo, que en cuanto te marcan, todos abandonan el sendero y solo unos pocos se quedan al lado.
El caso ‘Loma Colmenar’ sigue su curso. Confiemos en que la instrucción de su señoría ayude a depurar todo lo que funcionaba mal y sitúe las piezas del puzzle donde deben, retirando las que sobran y colocando las que todavía faltan para encajarlas adecuadamente y hacer gala de la transparencia que nunca debió faltar. Que queden o no víctimas en el camino lo sabremos más pronto que tarde. Pero los gestos están ahí, las escenas han sido retratadas y la soledad de quienes no debieron estarlo ha quedado remarcada para siempre. Las plañideras siempre existieron, nunca estaban donde debían, solo para salir en la foto.