El gran Chiquito de la Calzada, con su desparpajo y salero, creó expresiones que fueron festejadas e imitadas por millones de españoles durante años y que aún se escuchan a diario en gente de todas las edades cuando bajamos la guardia de la seriedad y nos entra el relajo del buen humor.
¿Te das cuén? Chiquito –además de un excelente cantaor de flamenco- era un gran cómico profesional, y se dedicaba a hacer reír a la gente con su particular estilo y su peculiar vocabulario. Lo consiguió con rotundo éxito durante más de dos décadas, y su “comor”, “fistro diodenal” y el “pecador de la pradera”, entre otros, no llegarán nunca al diccionario pero ya han quedado para bastante tiempo en el imaginario léxico colectivo de casi todos los españoles que no hayan vivido los últimos veinticinco años en Marte.
Fallecido hace unos meses, a Chiquito le ha salido una dignísima sucesora en la señorita Irene Montero, “miembra portavoza” del prestigioso partido político Unidas Podemos, pues con sus divertidísimas ocurrencias léxicas ha sembrado las redes sociales de carcajadas, y su chispa para la creación de desternillantes neologismos está haciendo reír a mandíbula batiente a las numerosas naciones de lo que antaño se conoció como España.
Vamos, que lo está petando. Ya hace unos años tuvo una divertida predecesora en otra humorista llamada Bibiana Aído, que también tuvo una simpátiquísima ocurrencia y creó la palabra “miembra”, celebrada por buena parte de su público incondicional.
La memoria del éxito tiene poco recorrido, y ya casi nadie se acuerda de aquella señora, pero su “miembra” ha quedado para los anales de la innovación léxica y el ingenio creativo. Aquello parecía insuperable, pero la insigne Montero lo ha conseguido con su brillantísimo “portavozas”, vocablo que combina humor y elegancia sin par, en un hito lingüístico que esta vez se me antoja inigualable.
Inventar palabras nuevas sólo está al alcance de los más grandes. Dicen que Shakespeare creó unas 1.700 palabras
Inventar palabras nuevas, eso que en la jerga lingüística se conoce como neologismos, sólo está al alcance de los más grandes. Dicen que Shakespeare creó unas 1700 palabras, entre ellas algunas tan populares en nuestros días como “gossip” (cotilleo) o “advertising” (publicidad).
Tomás Moro inventó la palabra utopía a principios del siglo XVI, y el escritor de libros infantiles Dr. Seuss inventó un buen puñado de vocablos, de los cuales alguno es tan común hoy en día como “nerd” (persona muy inteligente pero con pocas habilidades sociales).
El escritor y político británico Horace Walpole inventó en el siglo XVIII “serendipity”, ahora traducida al español como serendipia, referida a un hallazgo fruto de la casualidad.
En castellano Ortega y Gasset creó unos cuantos neologismos en filosofía, como mentefactura (creación del espíritu) o verbipotencia. Y el genial Julio Cortázar, además de parir a cronopios, famas y esperanzas, nos deleitó en Rayuela con esta perla: "Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo". Shakespeare. Tomás Moro. Dr. Seuss. Horace Walpole. Ortega y Gasset. Julio Cortázar. Chiquito de la Calzada. Bibiana Aído.
Y ahora Irene Montero, recién incorporada al parnaso de los más ilustres. Todos genios capaces de inventar la palabra que no tenían y necesitaban. Lo imploraba al cielo nuestro premio nobel Juan Ramón Jiménez:” Inteligencia, ¡dame el nombre exacto de las cosas!”. Lástima que no viviera para conocer a Irene Montero. Ella sí lo tiene: “portavozas”. Ay de nosotros, pobres ignorantes que no somos capaces de reconocer a un prodigio de la creatividad artística y revolucionaria cuando lo tenemos delante.