Opinión

La semana negra del separatismo catalán

En la transición a la democracia, Adolfo Suárez envió en secreto al entonces teniente coronel Andrés Casinello a entrevistarse en Francia con el político republicano Josep Tarradella, presidente en el exilio de la Generalidad de Cataluña. Tras la entrevista, Casinello comentó: “Tarradella irradia dignidad”, porque le había prometido: «Cataluña, si así lo acuerda el resto de España, ha de aceptar la monarquía. Del mismo modo que la monarquía ha de aceptar la Generalitat».
Tarradellas regresaba después a Barcelona el domingo 23-10-1977, él solo, sin comitiva ni séquito, ni ninguna otra parafernalia de poder. Fue recibido en loor de multitudes, tras haber permanecido 30 años en el exilio. La muchedumbre gritaba en las calles a su paso: “Libertat, amnistía, Estatut d´ Autonomía”. Desde el balcón de la Generalidad, saludó a todos: “¡Ciudadanos de Cataluña: ya estoy aquí. ¡Viva Cataluña!. ¡Viva España!” (en catalán). Todos se extraña que no hubiera citado en especial a los “catalanes” y que hubiera gritado “Viva España”, un día en que tan  enaltecido debía estar de espíritu nacionalista. Días más tarde, un periodista preguntó a Tarradella qué opinaba sobre Franco. Y él contestó: “Pues no sé, joven, no sé…;  mi sastre es Pelliser, muy bueno; fíjese en mí con mis medidas, y mire qué chulo que vengo”. El periodista Martín Ferrand le preguntó por las Autonomías “históricas”, y respondió: “La más histórica, sin duda alguna, Castilla”, y que “Cataluña debía buscar la conciliación y concordia con el resto de España, alejándose de prejuicios nacionalistas y victimismos".
Y es que Tarradella era nacionalista, pero un perfecto caballero y un gran señor, al que los actuales dirigentes separatistas no le llegarían hoy ni a las suelas de sus zapatos. No mostró resentimiento alguno, ni murmuró de Franco ni dlificó a España, ni siquiera en el calor de la euforia del momento en que acababa de regresar victorioso. Ponía por delante la dignidad de la Presidencia de la Generalidad y la suya propia. Se comportaba responsablemente, sabiendo ser y estar con decoro y dignidad. Su moderada y caballerosa actitud, pone de relieve la gran diferencia de comportamiento con los actuales dirigentes catalanes, tan radicales, arrogantes, prepotentes, soberbios, irresponsables y mal educados, haciendo una y mil veces el ridículo y siendo el hazmerreír por el mundo.
En la que podríamos llamar la “semana negra del separatismo catalán”, la última de marzo, Puigdemont realizó una pomposa visita a Boston, Washington y Nueva York, acompañado de su larga comitiva y séquito “ministerial”, su Consejero Raül Romeva, haciendo alarde y ostentación de ir como si fueran, Puigdemont “Presidente de la supuesta república catalana”, y Romeva “ministro”, como se hace llamar. Ambos van por el mundo sin escatimar ninguna clase de gastos dispendiosos tratando de aparentar ser lo que no son; y, sobre todo, despotricando contra España, poniéndola de todo lo malo, que para eso les pagan con el dinero de los españoles.
Salieron teniéndose que digerir un informe jurídico del que llaman Consejo de Garantías, (algo parecido al Tribunal Constitucional, (TC) para no ser ellos menos), con el que les advertían de la absoluta ilegalidad de las partidas presupuestarias destinadas al referéndum, que de mantenerse podían incurrir en responsabilidad penal, por incluirla partidas destinadas al referéndum, que luego el TC les ha dejado suspendidos. Luego, en la conferencia dada por Puigdemont en Harvard, se presentó como el “luchador por los derechos civiles en Cataluña, al igual que en su día hiciera Martin Luther King en EEUU”. Pero, claro, su supina ignorancia no les permitió enterarse de que en el mismo lugar el presidente Abraham Lincoln, dedicó la siguiente frase a quienes engañan al pueblo: "Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”.
Y a Puigdemont y su Consejero Raül Romeva los cazaron en varios engaños a la primera de cambio, porque enviaron una carta al periódico “The Guardian”, firmada por el segundo, haciéndose llamar “ministro de asuntos exteriores” de Cataluña, cuyo cargo el TC ya sentenció que no podía arrogarse por ser una competencia exclusiva del Estado. Debieron reírse y mofarse mucho en el rotativo al darse cuenta del gazapo que quiso meterles, porque le corrigieron llamándole: “ministro de asuntos exteriores, no oficial”. ¡Qué humillación y vergüenza!. Se excusaron pobremente, diciendo que el diccionario no recoge el cargo de “conseller”.  Y en la página web de la Generalidad figuraban todos los Consejeros como “ministers”, en inglés.
Habían anunciado a bombo y platillo que serían recibidos en el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts; pero tuvieron que cancelar la visita porque les dieron con las puertas en las narices. Lo más cierto fue que Puigdemont fue muy cuestionado por buena parte del público asistente, pese a que sólo invitaron a estudiantes catalanes, varios congresistas proclives al separatismo y gente afín. Luego al regreso, se jactaron de que el viaje había sido todo un éxito. Puigdemont presumió en Havard de que Cataluña fue la “Cuna del Parlamentarismo”. A lo que el alcalde de León, Antonio Silván, le ha replicado en una carta que, el primer  parlamento del mundo no se constituyó en Cataluña, sino en el antiguo reino de León el año 1188, como oficialmente reconoció la UNESCO en 2013, con el aval de juristas e historiadores de prestigio internacional. Pero lo que Puigdemont no dijo en Havard fue que el mismo documento que acredita que fue León y no Cataluña cuna del parlamentarismo,  recoge el “respeto más escrupuloso al cumplimiento de la ley”, que ellos se saltan.
Otro duro revés sufrido esa semana fue el sondeo de demoscopia realizado por su propio Centre d´Estidis d´Opinió de la Generalitat, con el resultado siguiente: Partidarios del ‘no’ a la independencia: un 48,5%. Partidarios de un Estado catalán: un 44,3%, rompiendo el empate técnico anterior de los dos últimos sondeos. Además, peligra la mayoría independentista en el Parlamento catalán, porque, de haber ahora elecciones en Cataluña, Junts pel Sí, la actual formación separatista que gobierna Cataluña, bajaría de 62 diputados que juntos ahora suman, hasta una horquilla comprendida entre 58-60; y la CUP bajaría a sólo 8, por lo que perderían la mayoría absoluta independentista.
Es lógico y razonable que así ocurra, con la incertidumbre e inseguridad a que están llevando a los catalanes con su falta de seriedad, con su probada ineficacia ante la serie cada vez mayor de contradicciones, errores, exabruptos, posiciones de fuerza, retos, pulsos y desafíos al Estado, como el órdago de sus cacareados referéndums, de los que están ya más que hartos, viendo completamente abandonada la gobernabilidad de Cataluña. Con la pugna por el poder, altercados que un día sí y otro también están teniendo con los radicales de la CUP,  que en realidad es el que allí gobierna. Más la huída masiva de empresas de Cataluña hacia otras regiones, donde encuentran mayores facilidades, garantías de continuidad y seguridad jurídica;  el paulatino deterioro de la situación social: aumento del desempleo, pérdida de calidad en la sanidad y servicios, voracidad recaudatoria cada vez mayor, con escandalosa subida de la presión fiscal, junto con el mal uso y falta de austeridad de sus gobernantes en la gestión y administración de los recursos públicos.
Y es lógico y razonable que suceda así, dado el enorme descontento, desconfianza y temor en el electorado. Y ojo y aviso a navegantes, que, según esa misma semana ha declarado en La Vanguardia un diputado autonómico de ERC asignado a la comisión que elabora las leyes de desconexión y transitoriedad jurídica, advertía a los asistentes a una conferencia de Òmnium Cultural celebrada en San Cugat, que la transición del Estado español a la república catalana "no tiene que ser necesariamente pacífica y ordenada.
Otro jarro de agua fría se lo echaron Ángela Merkel, canciller alemana, y el Presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en la reunión de Malta. La primera, fue contundente contra los nacionalismos e independentismos, afirmando: “Nadie va a poner a prueba en Europa el principio de integridad territorial de los Estados miembros de la UE”. Y el segundo fue todavía más beligerante contra los separatismos, alertando a los países miembros de que sólo debilitan Europa, amenazando sus propias regiones y debilitando la firme decisión de fortalecer la unidad europea. “Los nacionalismos y los separatismos – declaró Tusk – son lo contrario del patriotismo moderno”. Y es que,  hay que ser torpe para en un mundo globalizado que va hacia la integración, ellos vayan hacia el localismo trasnochado.
Esa mismas semana, la antigua Convergencia i Unió (actual PDeCA), partido de Puigdemont, había pactado con Gibraltar - en contra de los intereses de España, como siempre hacen – su apoyo a la colonia británica para que ni el actual status de Gibraltar, ni el de una futura Cataluña independiente, pudieran ser alterados por el “Brexit”, de forma que los del Peñón, incluso si decidían independizarse,  gibraltareño y separatistas catalanes pudieran seguir beneficiándose de las ventajas de Europa aun sin estar ya dentro de ella. Y anda, que no “amarran” cabos sueltos los separatistas y los “llanitos”, con la enorme contradicción en que Gran Bretaña cae – se lo ha dicho la propia UE - negando a Escocia que pueda seguir perteneciendo a la UE, mientras que a Gibraltar que es la única colonia de Europa y un paraíso fiscal, pretendan dejarla dentro.
Pero también esa semana la UE,  aprobó el borrador de directrices para la hoja de ruta a seguir en las negociaciones con el Reino Unido  en su desconexión definitiva, en cuyo punto 22 de los 26 aprobados, los 27 Estados miembros han votado por unanimidad el texto siguiente: “Una vez que el Reino Unido deje la Unión Europea, ningún acuerdo bilateral entre ambas partes (Gran Bretaña y UE) se podrá aplicar al territorio de Gibraltar, sin el consentimiento de España”. Hasta ahora, la UE fue neutral en el contencioso gibraltareño por afectar a dos países miembros; pero al haberse salido el primero de la Unión Europea y continuar dentro España, es lógico y razonable que se apoye a España, como su socio que es, dándole capacidad de veto en los asuntos relacionados con Gibraltar. En resumen, que esa semana no dieron ni una en el clavo.

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