Los micrófonos de Cope tomaron ayer, durante un puñado de horas, la cuarta planta del Hotel Tryp para despertar a su audiencia nacional desde Ceuta. La mañana, el programa conducido por Ángel Expósito, convirtió la ciudad en argumento principal de su guión para intentar traducir al resto del país las claves de una actualidad que ha vuelto a
colocar a Ceuta, para bien o para mal, en primera línea de fuego de los grandes medios. Inmigración, yihadismo... pero también las virtudes que insistieron en subrayar el presidente de la ciudad, Juan Vivas, o el delegado del Gobierno, Francisco Antonio González. “Ceuta es una sorpresa, porque viene uno con una imagen preconcebida que se desmonta al bajar del barco”, reconocía el periodista a sus contertulios.
Durante cuatro horas, de 6:00 a 10:00, el equipo de redactores y colaboradores desplegó a sus oyentes el trabajo recopilado en los últimos días en la ciudad y también al otro lado de la frontera, en Marruecos. Por ejemplo la visita al CETI en la que tres inmigrantes, Souleiman, Bubakar y Mamadou, recreaban sus particulares peregrinajes, plagados de obstáculos y violencia, desde sus países de origen hasta toparse con la valla. En los tres se adivinaba la misma intención: una vez alcanzado suelo español, dar el salto a la Península.
Pero el foco de interés para La Mañana caminaba por otra vía: el yihadismo y el poder de atracción que ha cautivado a decenas de jóvenes ceutíes, y de sus poblaciones más próximas, dispuestos a sacrificarse en una guerra lejana por la conquista de un supuesto paraíso. Beatriz Mesa, corresponsal de Cope en Marruecos y el resto del Magreb, puso voz a algunas de esas historias. También lo hizo el propio Expósito.
En las ondas se escuchó, por ejemplo, el relato protagonizado por Fatima, con nacionalidad española pero residente en Castillejos y que no dudó en lanzarse a la aventura de poner pie en Siria para rescatar a su marido, desaparecido para enrolarse en la Yihad. De él dice su familia que tenía “una vida normal, como cualquier familia de clase media”. Todo cambia cuando comienza a mascullar proclamas contra Israel. La fase de radicalización estaba en marcha y Oriente Próximo era su destino. Se fue para, como comunicó por teléfono, “cumplir su misión”. Fatima, en Siria, logra arrastrarlo de vuelta a casa, pero en Marruecos le esperaban tres años de prisión por colaboración con banda terrorista.
En esa fase de conversión al extremismo también se vio envuelto Tarik, marroquí. Su hermano Dris narraba cómo no sólo le ha perdido a él, que se niega a regresar, sino hasta a ocho amigos íntimos, seis de ellos desplazados hasta Siria con toda su familia. Dicen que se marcharon para siempre para “luchar contra el tirano” y engrosar las filas del grupo Soldados Libres, financiado por el yihadismo más radical. A sus 24 años, Tarik se ha casado con una mujer de aquel país y ha tenido un hijo. “Les deslumbran con vidas de mujeres, lujos, y todo ello siempre hacia el paraíso”, comentan sus allegados. “Está contento, no quiere volver. Nos dice que está muy bien, que le han regalado una moto, un uniforme, y que come más y mejor que nunca”, añaden. Otro de sus hermanos, de 18 años, también quiso seguir sus pasos, pero la Policía turca frustró sus planes.
Una tercera historia, siempre con idéntico trasfondo, proyecta la imagen de Mohamed. Veinte años y vida “aparentemente normal”. Al menos hasta que comenzó a acusar a sus padres de ser “malos musulmanes” y a regañar a su hermana por ver la televisión. Se esfumó y llamó desde Turquía, convencido de su “misión”. Volvió a hacerlo semanas después, pero el tono había cambiado. Quería abandonar aquel infierno, aunque quienes le lanzaron el anzuelo se negaron. “Seguían sus llamadas telefónicas, era imposible. Mi mujer vendió entonces sus brazaletes y con el dinero compramos billetes”, narra su padre. Lo sacaron por Estambul, pero al llegar a Castillejos le aguardaba la Policía y también la prisión. Pesan sobre él siete años de cárcel acusado de ejercer funciones de líder yihadista.
Además de bucear en el Príncipe, el barrio convertido en plató de televisión y estigmatizado ya como “cantera del yihadismo”, La Mañana contó con la aportación de José María Jiménez, comandante de la Guardia Civil y jefe de Operaciones, Información y Policía Judicial en Ceuta. Trazó un perfil de la víctima del radicalismo como alguien a quien le “rellenan el desarraigo con promesas de espiritualidad y conciencia de grupo” y alertó sobre la red de captadores que se dedican a “intoxicar” con un “manejo magistral de las redes sociales”. En el plato positivo de la balanza, alabó la colaboración que en materia antiterrorista brinda Marruecos. “El enemigo es el mismo”, subrayó.
A las 10:00 se bajaba el telón. Expósito y su equipo se despedían de Ceuta satisfechos y convencidos de que habían sido capaces de cumplir la siempre complicada misión de trasladar al resto del país la imagen “real de Ceuta”, a la que el periodista se esforzó por colocar siempre detrás el apellido de “española” y “cargada de historia”. A media tarde, camino de nuevo de la Península, colgaba en su página de Twitter una imagen en la que aparecía posando con algunos de sus seguidores en el Puerto. “Mola viajar y encontrar oyentes en Ceuta”, comentaba. Hoy habrá vuelto a levantarse a las 3:00 de la madrugada para dar los buenos días a todos a las 6:00.
Vivas y González, al unísono: hay problema, pero no ‘cantera’
Expósito había convocado en torno a su mesa a los máximos representantes de las dos principales administraciones: el presidente de la Ciudad y el delegado del Gobierno. El primero de ellos, Juan Vivas, deslizó el mismo mensaje que se ha encargado de transmitir desde las últimas detenciones de yihadistas: Ceuta tiene “un problema”, pero ni por asomo es “tierra hostil”, en una nueva alusión al título del polémico reportaje de Antena3, ni tampoco “cantera” o “vivero” de radicales. “La amenaza yihadista es real, no podemos negarlo, pero también con la misma responsabilidad hay que afirmar que Ceuta no es cantera del yihadismo en Europa. Si bien el riesgo cero no existe, ni la seguridad absoluta tampoco, esta amenaza real está extendida por toda España y Europa. Nuestro principal enemigo es el miedo y tenemos la obligación de combatirlo”, advirtió. Y para contrarrestar estereotipos, reiteró que Ceuta “no es tierra peligrosa, es tierra de concordia y modelo de virtud”. En la misma línea, Francisco Antonio González rechazó la etiqueta que se ha deslizado sobre el Príncipe, del que negó que sea un nido de radicales, pero del que asumió que “desgraciadamente durante muchos años ha evolucionado de forma extraña en lo humano y urbanístico”, y sobre el que pesa la condición de “barriada fronteriza, con una permeabilidad que permite la entrada y salida de personas y la conexión con quienes en Marruecos promueven el yihadismo”. También detalló qué lecciones se han aprendido de la tragedia del 6-F, como entender que “la desperación es tal que los inmigrantes son capaces de apelotonarse y ahogarse ellos mismos en zona marroquí” o que “retener a personas que venían nadando es complicado”, circunstancia que obligó a prohibir el uso de material antidisturbio cuando los inmigrantes están en el agua.
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