Querer poner orden en el entorno fronterizo es un imposible. El enlace entre España y Marruecos a través de la frontera se ha convertido en el vivo ejemplo de la dejación más absoluta, del olvido, del cúmulo de fatalidades concentradas en un solo paso. El caos impera en una frontera en la que no hay orden, no hay control, domina la picardía sobre el derecho, en la que miles de ciudadanos pueden quedarse atrapados horas y horas sin capacidad de protesta. El grupo de Facebook ‘Por donde va la cola’ se ha convertido en un canal de desahogo, una vía para canalizar protestas, quejas o expresar el malestar por un pasillo que no funciona, que ejemplifica a la perfección las nulas relaciones de frontera.
Decenas de niños acosan a los conductores que deciden entrar en Ceuta. En una mano portan el trapo con disolvente o pegamento mientras buscan la forma de colarse en las autocaravanas, en los bajos de vehículos o se aprovechan de algún despistado para robarle. Son niños fruto del sistema roto, menores enganchados a la droga, abandonados, sin protección ni amparo en Marruecos, que únicamente sueñan con pasar a Ceuta, aprovechando un filtro que hace agujeros por todos lados, una permeabilidad fronteriza que asusta. Esa es la clave de una problemática que parece que no terminamos de asumir y de la que resultan muchas de las consecuencias que ahora tenemos.
Esperar solo tres horas para cruzar la frontera supone ganar la Lotería, hay quienes arrastran hasta seis y siete horas de bloqueo. Y la causa no son solo los porteadores en coche, sino también el auténtico caos que se ha adueñado de una infraestructura en la que los gobiernos únicamente se han dedicado a parchear, a ejecutar obras sin sentido que hoy dan pie a unas consecuencias terribles.
El daño que se está causando a Ceuta es brutal e irreversible. ¿Ustedes creen que el efecto miedo no está calando? Los turistas rechazan cruzar a esta ciudad a sabiendas de que se van no solo a ver atrapados en colas eternas sino también coaccionados por la inseguridad que rodea todo el recinto. Y eso es una sensación que va calando, que va haciendo pupa, que se va asentando hasta configurar una manera de pensamiento del que nos iremos arrepintiendo. Ya lo verán. Llegará el momento en el que no sepamos diferenciar ni cuando perdimos la oportunidad de salvar lo poco que teníamos. Tiempo al tiempo.