Categorías: Sociedad

La presión, por el agua

El pasado viernes fueron cuatro. Un par de días antes, los mismos. Para inaugurar la semana casi diez. Y ayer noche el último, de momento.

Un argelino de 26 años que fue rescatado por Cruz Roja en el Tarajal. Resulta complicado encontrar una jornada en la que la Guardia Civil no tenga que intervenir para el rescate de algún inmigrante que intenta su entrada a Ceuta por vía marítima. La presión la reconoce ya el Instituto Armado, que cifra, a modo de media, en dos o tres los intentos de entrada diarios que se están produciendo desde primeros de año. El cómputo global: medio centenar de inmigrantes rescatados en enero. Todos ellos entraron por el mar, bien ocupando pequeñas balsas de remos o bien enfundados en trajes de neopreno. Incluso, según el origen, los sin papeles se reparten las bahías. Por el Tarajal acostumbran a intentar su entrada los argelinos; por el espigón de Benzú, los subsaharianos. Todos tienen algo en común: son recogidos, llevados a puerto y trasladados al CETI. Ninguno de ellos es admitido por Marruecos, salvo raras excepciones que entran ya en el ámbito de lo sorprendente.
Esta máxima, la de que todo el que llega entra, la conocen las mafias y la explotan. Tal es así que ha aumentado de manera notable los intentos de entrada de argelinos y apunta ya el previsto incremento de los subsaharianos. El CETI, de momento, aguanta el chaparrón. Las salidas oficiales de inmigrantes se siguen produciendo, a través de los acuerdos alcanzados con la secretaría de migración para trasladar a los colectivos vulnerables. También siguen existiendo las salidas oficiosas, es decir, las de aquellos que abandonan el campamento por su cuenta y terminan en la península tras haberse ocultado debajo de los camiones o tras conseguir la connivencia de ‘manos amigas’ previo pago. En diciembre se marcharon por esta vía más de treinta subsaharianos, y en enero ya se han registrado bajas. La dirección del CETI las descubre cuando los propios inmigrantes llaman a sus colegas de campamento para darles la buena nueva o cuando se hartan de esperar un regreso que nunca se lleva a cabo.
Por el perímetro la situación está más controlada, lo que no significa que sigan produciéndose intentos. De hecho, desde primeros de año la Benemérita ha detectado un aumento de acercamientos al vallado. Son vistos a través de las cámaras del COS. Los sensores colocados en las vallas de más de seis metros de altura advierten de la llegada de los subsaharianos al vallado, provocando que las patrullas acudan al punto en donde salta la alarma. No siempre consiguen frenar la entrada. Si el inmigrante ya ha saltado la primera de las lianas metálicas adornadas con concertinas, deberá ser trasladado al campamento del Jaral.
En 2011 ya se ha registrado una entrada por esta vía y se han duplicado los acercamientos, lo que apunta a una presencia más o menos relevante de subsaharianos en los montes de Beliones. Mientras, en Tetuán o en la plaza de toros de Tánger la presencia es más elevada. En las cárceles de Marruecos también ha aumentado la presencia de argelinos, sorprendidos por la policía en su intento por entrar a nado a Ceuta o Melilla. Cerca de 500 argelinos se encuentran detenidos en las cárceles marroquíes. Se les obliga a cumplir una condena por inmigración ilegal, lo que ha provocado la crítica argelina ante la falta de informaciones recibidas al respecto.

Las otras murallas de ceuta

La ciudad se va convirtiendo en una pequeña cárcel. No sólo la valla perimetral cierra Ceuta aislándola de Marruecos y como veto a las posibles entradas de inmigrantes. Dentro de la propia Ceuta crecen otros muros. En el puerto, la Autoridad Portuaria construye un muro de hormigón para evitar que los inmigrantes se acerquen a los camiones y busquen un embarque. En la planta de residuos del Hacho, se construyó un muro para frenar las entradas de otros sin papeles que quieren esconderse en los camiones de basura. Y en el CETI la administración invierte dinero para levantar una valla y dotar de más cámaras y sensores el campamento. Son las formas, privadas o públicas, que tiene Ceuta de poner trabas a la inmigración. Ceuta se presenta como un pequeña cárcel en la que se levantan nuevos muros. Y se hace cada día.

El perímetro. Miles de millones se ha dejado el Estado y Europa en blindar la frontera. Primero con vallas dispuestas por militares, después con las actuales, que han ido creciendo rodeándolas de concertinas.

Más seguridad. El campamento ha ganado en mejoras de seguridad. Después de los últimos motines la administración aprobó el levantamiento de vallas como ésta además de la colocación de cámaras de video y de sensores. Es una forma de dotar de mayor seguridad a un centro que no la tenía. Las mismas medidas se impusieron en el centro de Melilla. Los muros se levantan no sólo en la frontera y en los espigones marítimos, también en el campamento al que acuden los inmigrantes.

El ‘abuelo del CETI’, un somalí con casi 60 años a sus espaldas y una historia de película

Es un auténtico gentleman dentro del CETI. Mezclado entre los cientos de subsaharianos que habitan el centro del Jaral pasaría desapercibido, a no ser que alguien repare en ese pelo blanco y rizado; en esa manera de andar, mucho más pausada que la del resto; o en esa mirada que denota muchos años vividos y demasiadas experiencias. A sus casi 60 años -en breve los cumplirá- el somalí Christopher Onwugharam, rompe con el perfil típico de inmigrante, capaz de emprender un periplo clandestino marcado por la incertidumbre, los miedos y las tragedias. Con 55 años tuvo que escapar de Somalia, dejando a su mujer y cuatro hijos. Lo hacía o, sencillamente, moría. Igual que había muerto su padre: de un hachazo. Pero no por guerrillas o por una desestabilización del país, más bien porque su tío decidió que tenía que quedarse con todas las tierras de la familia y optó por hacerlo a hachazos, erigiéndose de forma violenta en el cabeza, varón, de toda la familia y por tanto en el amo y señor de las tierras. Christopher escapó. Dejó atrás su familia, y el único oficio conocido: arar la tierra y cultivar maíz, zanahorias, patata... además de criar animales. Recuerda que tenían muchos, que la tierra era rica, que podían salir adelante. Pero las circunstancias de la vida le convirtieron en inmigrante. En un sin papeles peculiar, obligado a arrastrar su historia emprendiendo un periplo clandestino que le llevó por media África y terminó en Ceuta. Christopher se fue sin dinero y sin él llegó a la ciudad. ¿Cómo? En el camino le ayudaban otros inmigrantes. Quizá por piedad, quizá por sorpresa, le invitaban a subirse al jeep, a los coches o a las caminatas por el desierto y por los bosques para alcanzar su objetivo: escapar. Christopher, quien cariñosamente es considerado ‘el abuelo’ del CETI por su edad tan diferenciada del resto -la media en el campamento es de poco más de 20 años-, recuerda en esta entrevista con ‘El Faro’ que durante toda su travesía por África subsistió gracias a las limosnas que le daban todos aquellos que se cruzaban en su camino. Un camino difícil en el que dormía debajo de los puentes, se unía a otros grupos de inmigrantes que buscaban el mismo objetivo, y recorría ciudades que nunca había visto. Un camino en el que siempre han faltado noticias de esa familia que dejó en Somalia. De hecho, ahora, nada sabe de ellos. Desde que en 2006 escapara de la granja familiar no tiene noticias. Sabe que están vivos, porque antes de escapar su esposa y sus cuatro hijos marcharon a casa del padre de ésta. Él tenía que huir si quería librarse de la amenaza constante de su tío, en una actuación propia de comportamientos de tribus en donde si se pierde la hegemonía en la casa se pierde todo. Christopher lleva poco más de un año en el CETI, desde que en septiembre de 2009 logró entrar en Ceuta a nado. Con un chaleco salvavidas de protector, una noche se decidió a cruzar, como hacen otros. Y llegó. No sabe bien por dónde. “Por el bosque”, señala, por el bosque que le llevó hasta el mar y de ahí, a nado, hasta Ceuta. Cuando llegó no encontró a nadie y solo comenzó a deambular hasta que se le indicó por dónde estaba la Jefatura Superior. Con la ropa mojada le ingresaron en el CETI, en donde permanece conviviendo con bebés, jóvenes y familias que emprenden una vida nueva, como la que él dejó en Somalia. Ahora “si Dios quiere” buscará la libertad, “trabajar” para conseguir localizar a su familia, aunque sea cinco años después. El ‘abuelo’ no pierde la esperanza.

3 detalles de esta situación:

trajes de neopreno
1 - Siguiendo esta práctica, decenas de subsaharianos y argelinos consiguieron entrar en Ceuta a primeros del año 2000. Las duras sentencias dictadas por la Audiencia Provincial contra los llamados motores humanos hizo que esta vertiente quedara más o menos controlada. De hecho se redujo de una forma importante la racha de muertes de inmigrantes cuyos cadáveres eran escupidos a las orillas. Ahora, años después, vuelve a sucederse un repunte en estas entradas. Repuntes que son motivados por las mafias que difunden la facilidad de entrada por esta vía ya que Marruecos no aceptará la expulsión. Es la misma idea que se vendió el pasado verano con las tarjetas amarillas. Las mafias difundieron la idea de que llegar a Ceuta suponía obtener esta tarjeta y marchar a la península. Esto no fue así y se registraron convulsiones como la que protagonizó el colectivo de cameruneses.
en los montes
2 - Fuentes de la Guardia Civil destacan que la presencia en los montes de Beliones no es, de momento, muy notable. No obstante el hecho de que haya más acercamientos a la valla significa que existe un mayor núcleo poblacional en esta zona. El blog de Helena Maleno, periodismohumano, denunciaba esta semana la muerte de un inmigrante en los bosques. Fue enterrado por sus propios compañeros después de que no aguantará más tiempo intentando cruzar a nado.
sigue la crisis
3 - Las relaciones con Marruecos continúan, en el plano de la inmigración, igual de tirantes. Esto es así por cuanto conseguir que admita a un inmigrante entregado por la Benemérita se ha convertido en una odisea. La presión por mar es de las más peligrosas y lo peor es que las mafias venden que los intentos de pase en tiempo de levante están más asegurados. La situación se traduce en auténticas odiseas y en verdaderos milagros.

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