Opinión

La presentación

El lunes de esta semana era el gran día. Después de tres intensos meses trabajando con importantes investigadores del Instituto de Estudios Fiscales, había llegado la hora de poner en común los resultados preliminares de nuestra investigación. El destino quiso que coincidiese con el mismo día en que tomaba posesión el nuevo Director General de la institución. Se trata de un colega de la Universidad, profesor de Economía Pública, que hasta ese día impartía docencia en la Universidad de Alcalá. Estoy seguro de que, de no haber sido así, hubiera asistido a la misma. Me hubiera gustado. No por ser el nuevo jefe (estas cosas, después de casi 40 años trabajando como empleado público, y haber pasado por casi todos los cargos y niveles posibles, me dan un poco igual), sino por ser especialista en economía pública. En definitiva, era el núcleo central de nuestro trabajo. De cualquier forma, ya tendrá ocasión de leer lo que hemos hecho.
Esto suponía una especie de parada técnica, o de alto en el camino, en mi aventura veraniega en nuestra panadería familiar. Pero también una prueba importante para los operarios que elaboran diariamente nuestros deliciosos productos ecológicos. Serían ellos, pese a su corta experiencia, los que tendrían que tomar decisiones por si solos en estos días, ante los múltiples factores que influyen a lo largo de todo el proceso, y los imprevistos que suelen ocurrir. Pero, como se dice, ¡no sólo de pan vive el hombre! . La prueba se superó con holgura.
Como, en parte anunciaba en el artículo anterior, esta presentación era para mí un acto académico muy importante. Primero, porque cualquier investigación ha de ser difundida, para que cumpla una de sus principales funciones, a saber, la transmisión del conocimiento. Segundo, porque todos necesitamos una pequeña dosis de reconocimiento para así poder alimentar nuestra autoestima. Ya sé que la frontera entre la autoestima y la vanidad es algo difusa. Por eso es tan importante someterse a la prueba de la evaluación de los colegas. Esto te servirá de cura de humildad, que evitará pasarse demasiado de esta línea divisoria. Por todo ello me esmeré y procuré seguir durante la exposición un sencillo esquema que aprendí con la lectura del libro de Ferrán Ramón-Cortés, “La isla de los 5 faros”, que aconsejaba centrarse en un único y gran mensaje, contarlo de forma memorable, con un leguaje que conectara con el público asistente, pues el mensaje sólo vale si es captado por la gente y, siempre, intentando invitar, no convencer.
Una cuestión importante a tener en cuenta era que habíamos trabajado con datos del panel de rentas de España, pero con una parte del mismo hasta el momento inédita, pues se trataba de los declarantes anónimos a los que se seleccionó en 2003 y que han permanecido en el mismo desde 1999 hasta 2013. Además, había a nuestro favor algo esencial en toda investigación científica. Trabajábamos con datos validados por la Academia, pues los mismos componían el panel de declarantes del IRPF del Instituto de Estudios Fiscales, que había sido reconocido por el Consejo Nacional de Estadística como una «operación estadística» del Plan Estadístico Nacional. Y, además, la metodología había sido objeto de una especial mención de reconocimiento por parte de la Asociación Española de Estadística e Investigación Operativa, en la persona del autor principal de su diseño, el profesor César Pérez, con el que he tenido el honor de trabajar estos meses. Por tanto, su validez científica y su metodología de elección de la muestra representativa están fuera de toda duda. Partíamos de ahí.
Con estas mimbres, teníamos que hacer la cesta. Para ello, fui exponiendo y respondiendo a cada una de las cinco grandes cuestiones que me había planteado durante estos meses. Lo que en definitiva pretendía era explicar de qué estábamos hablando, y si este nuevo panel aportaba algo distinto y novedoso a la investigación social. Es preciso resaltar que habíamos trabajado con datos que representaban la historia real de la evolución de la situación económica de los españoles en esta importante etapa de nuestra democracia, crisis económica incluida.
Dos fueron las cuestiones que se abordaron. Por un lado, se realizó un análisis de la desigualdad que se había producido en nuestro país en dicho periodo, utilizando para ello la metodología que ya viene aplicando el IEF anualmente. Los resultados fueron satisfactorios desde el punto de vista metodológico. Se confirmaba la mayor precisión del nuevo panel, respecto a los datos disponibles hasta el momento. Pero también se obtenían resultados muy interesantes respecto a la evolución de la desigualdad en nuestro país. Analizar las causas de esta tremenda desigualdad, podrá ser motivo de importantes y distintas investigaciones derivadas posteriores.
También se realizó una estimación econométrica de la presión fiscal. Dependiendo de si se aplicaba un procedimiento estadístico u otro, los resultados variaban bastante. Quise mostrar ambos resultados y someterme a la opinión y consejos de los expertos, para así poder perfeccionar los modelos en próximas investigaciones.
Mi satisfacción por los resultados ha sido grande. He experimentado una de esas positivas y gratificantes sensaciones que tienes cuando en las aulas universitarias te encuentras a un grupo de estudiantes entregados, respetuosos, y con ganas de aprender y aportar cosas positivas. Aquí se trataba de una audiencia de alto nivel, atentos a todos los detalles, interesados en la exposición y con vivos deseos de hacer aportaciones de utilidad. Así son la mayoría de los investigadores e investigadoras que he conocido en esta institución.
Como ocurre en muchas ocasiones, la vida te da sorpresas. Las más brillantes aportaciones vinieron de especialistas alejados del campo de la economía pública. Todas interesantísimas de cara al futuro, pues nos hicieron ver la importancia de algunos aspectos que no habíamos tenido en cuenta. Sin embargo, mi desconcierto se produjo cuando desde el lado de los expertos estadísticos, alguien tuvo la ocurrencia de poner en cuestión la validez estadística del propio panel de datos con el que habíamos estado trabajando. Aunque esto no cuestionaba nuestro trabajo en sí mismo, sí invalidaba, en parte, sus resultados, al sugerir que los datos no eran representativos de la realidad nacional. Se notó demasiado que se trataba de alguna vieja rencilla personal con los autores del panel, o incluso con los miembros del Consejo Nacional de Estadística, que no había sido resuelta en su momento.
Toole, en su póstuma novela “La conjura de los necios”, nos relata la vida de un personaje anacrónico e inadaptado, que soñaba con el modo de vida y la moral medieval, pese a que, contra su voluntad, la diosa Fortuna lo había sumido en el mundo capitalista que él tanto odiaba, obligándolo a lo que él consideraba una forma de esclavitud: el trabajo. Afortunadamente la ciencia sigue adelante pese a estos personajes.
Por lo demás, una experiencia muy satisfactoria, gratificante y refrescante en este caluroso verano.

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